Estaba deseando tener un momento para poder contároslo:
El viernes tuvimos la cita con el dentista. También iba mi marido. Le preguntamos si queria ser atendido de primero o después de papá y dijo que él primero (primera sopresa). Se sentó. El dentista le empezó a explicar lo que iba a hacerle (bueno, en casa yo ya le había dicho que tenía una muela "malita" y que el dentista se la iba a curar). Le dijo que tenía que tener la boca abierta, y que si la quería cerrar podía hacerlo cuando quisiera, pero primero tenía que levantar una mano. Así lo hizo un par de veces. Le fue explicando lo que hacía, le enseñaba el aparato que iba a usar dicéndole para qué servía y así le empastó la muela en un momento. Bueno, le puso un empaste que no es definitivo, porque dice que así tiene que escarbar menos en la muela (evitando el riesgo de llegar al nervio) y si en algún momento se pica otra vez, se lo quita y limpia un poco más.
¡Me sentí tan orgullosa de mi "hombrecito"!
Después le di las gracias al dentista y le reconocí su mérito. Le dije que había oído historias terribles de dentistas con niños, donde los obligaban agarrándolos a la fuerza. Y nos dijo que él nunca obligaba, que si no podía en una sesión se hacía en varias, y que siempre acaban colaborando. Que sólo tuvo un caso en el que no fue capaz de convencer al niño y entonces lo derivó a un odontopediatra.
Al salir le compramos un regalo por haberse portado tan bien. Aunque ya el simple hecho de decírle lo bien que lo había hecho le alegró un montón. Pero bueno, se lo merecía y así le queda un buen recuerdo del día.
En casa me dijo que quería un "equipo de dentista"... es buena señal, ¿verdad?