- Dom, 24 Dic 2006, 06:42
#91923
Hace dos días estaba comprando un regalo en una óptica cuando mi hija de 7 meses se puso a llorar. Al cabo de dos minutos, el dependiente y dueño de la óptica, de unos 50 años, me preguntó, ¿no tendrá hambre?, a lo que yo contesté que efectivamente, tenía hambre. Como me estaba envolviendo un paquete y la niña seguía llorando, le susurré al oido que enseguida le daría su tetita. El hombre me oyó y me dijo: no la hagas esperar, mujer, qué pena da oir llorar a un niño. Yo miré hacia una silla vacía y dije, ¿puedo?. Él dijo, por supuesto. Así que me acercó la silla y a la silla un radiador. Después preguntó, ¿preferirías estar dentro?. Yo le contesté que no, que no sentía pudor por dar el pecho en público.
Ahí se arrancó: No me extraña, es lo más bonito del mundo, al que le moleste que se fastidie, ojalá hubiera hecho mi mujer igual que tú, que le criticaban y le decían que no tenía leche, aún se lamenta, menos mal que mi nuera es lista como vosotras, blablaba....
Al final me regaló una funda para unas gafas (había comprado una estación meteorológica) y me deseó felices fiestas.
Mis experiencias con la LM son así en un 99% de las veces. No sé si es que tengo suerte, pero es así. Quiero contarlo hoy para rendir un pequeño homenaje al dueño de la óptica, para contar también historias de la parte buena de dar el pecho en un público y porque es Navidad.
Un beso a todos.
"El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será demasiado tarde"
Gabriel Miró