Son cosas sin importancia, como que mi madre nos enseñó a comer fruta después de almorzar y no yogur, que me enseñó a preparar yo solita la merienda con seis años, sé cocinar desde chiquitina, me acuerdo de dormir con ellos, de reírme con ellos, de jugar mucho mucho con ellos... Uno de mis juegos favoritos era jugar a las peluquerías. Me sentaba detrás de mi madre y le cepillaba el pelo, le ponía moños...ella aguantando el tirón todo el tiempo.
Ahora es cuando veo lo bien que lo ha hecho. Hasta de sus errores tengo que aprender.
Por eso desde hace un tiempo le digo lo buena madre que es lo mucho, muchísimo que la quiero. Y lo que lo agradecida que estoy. A mi padre también, por supuesto. Pero mi madre...es mi madre