Estoy de acuerdo con el Sr. Lemoniez en que el cuerpo de una mujer joven, firme y elástico, sus caderas esbeltas y sus pechos redondos y duros son bellos. Claro que lo son. Encierran toda la belleza y la fuerza de la juventud, un infinito potencial, un torrente de energía al servicio de la vida.
Al Sr. Lemoniez si me viera ahora probablemente le sorprendería saber que yo también tuve una vez un cuerpo así. Curiosamente, estaba llena de complejos. Me preocupaba la forma de mi ombligo, un poco torcido, los dedos de mis pies, demasiado largos, los endiablados remolinos de mi pelo... Y ahora comprendo que en el fondo pensaba como el tal Lemoniez, que un cuerpo perfecto es más digno de cariño.
Hoy, los años y la vida han pasado por ese cuerpo. Mis pechos, redondos y duros, se han transformado en otros más blandos y alargados. Mis caderas están ensanchadas con la grasa que enriquece la leche que alimenta a mis hijas. Mi vientre está ligeramente ondulado tras el paso por él de mi descendencia. No luce bien en bikini, pero ha sido escenario de la más increible de las experiencias, sentir una nueva vida crecer dentro de él. Me temo que el resto de mi cuerpo tampoco está como para la pasarela Cibeles. Demasiadas horas de parque en lugar del gimnasio, demasiados macarrones con tomate en lugar de ensaladas de ahumados y pescado al horno, demasiadas noches sin dormir cuidando de mi familia.
Sin embargo, Lemoniez, no te imaginas el efecto que produce la visión y el tacto de mi piel en mi familia. Nada gusta más a mis hiijas que estar entre mis brazos y ser cobijadas, consoladas y alimentadas pòr mi cuerpo. Y qué te diría de mi compañero, que leyó tus palabras con estupor, y, te confieso, con una pizca de vergüenza ajena. Qué te diría él, que ha visto a ese cuerpo parir a sus hijas entre gritos y sudor, qué ha pasado cientos de horas entre mis brazos, donde no se juzga ni se mide, dónde se le adora por estar ahí siempre que se le necesita, por saber decir siempre la palabra justa.
Ofende a la mujer quien pìensa que sólo vale en la medida en que sea un cuerpo joven listo para ser objeto de consumo de la industria. Ofende a la inteligencia quien se escandaliza por el burka de las mujeres islámicas, pero no por querer meter a todas las europeas en la talla 38.
Pero aunque me hayas ofendido, no me enojo contigo ni te exijo disculpas. Creo comprender por qué has dicho lo que has dicho, y siento por ti una mezcla de lástima y ternura. Sólo te deseo que logres algún día, como yo he logrado, vivir sin miedo y sin complejos, sin ser esclavo del deseo del otro, sin querer destruir aquello que no puedes poseer. Lo que sé que nunca vas a lograr, popr mucho que lo intentes, aunque pases toda una vida creando objetos que visten y adornan a las mujeres, es crear lo que este maltrecho cuerpo ha creado.
Creo que por eso hiciste ese comentario, aunque tú no lo sepas.