Me paso a internet. Navego por distintos foros, con distintas filosofías. Leo a mamás preocupadas pq sus niños no duermen, desesperadas por el llanto; otras temen que si no le brindan autonomía a sus bebés ya de bién chiquitos, luego se malacostumbraran y se convertirán en tiranos. Unas se sienten culpables por haber aplicado determinados métodos; otras cuentan orgullosas como lograron que sus hijos durmieran siguiendo una tabla de tiempos. Temor a las rabietas, a las consecuencias de determinades actitudes "demasiado" permisivas. Enfrentamientos, insultos, cada cual defiende su postura y el amor que siente por su hijo. Todas leemos muchos libros de autoayuda, ahora están de moda, lo queremos hacer "bién".
Cierro los ojos e intento imaginarme un niño de la guerra, o del orfanato. Esos que ya no lloran porqué saben que no hay nadie ahí, sufren la soledad y el miedo. Supongo que por las noches, cuando todo está oscuro y oyen las bombas como caen y los gritos del dolor, continuan en silencio. Quizá no entiendan nada, quizá ni tan siquiera esperen que mañana sea un día mejor. Oigo el tremendo silencio que debe invadir esas habitaciones llenas de niños que ya no són niños; dejaron de serlo hace ya tiempo, cuando se quedaron huérfanos o sus padres les dejaron abandonados pq no les querían o pq no les podían ofrecer nada.
Pienso en esas mamás africanas acostumbradas a que sus niños mueran de SIDA. Lloro por esos niños que ven morir a sus madres.
Abro los ojos y "despierto" de esta pesadilla. Me acuerdo, cuando era pequeñita, que tenía mucho miedo durante las tormentas. Por suerte, llamaba a mis padres y mi madre se acostaba a mi lado durante toda la noche. Cuando veía las noticias y hablaban de guerras o de incendios, tenía miedo a que hubiera una guerra en nuestro país o a que se quemase la casa. A menudo pensaba en ello cuando estaba en la cama, sola. Entonces salía corriendo hacia la habitación de mi hermano, o de mis padres, y me acostaba con ellos. Me acuerdo de que mi abuela le decía a mi madre que me estaba malcriando, que yo tenía que dormir en mi cama y afrontar los miedos y ya está.
Pienso en Pau. No quiero que tenga nunca miedo, pero sé que lo tendrá. No quiero que en la oscuridad deje de llamarme pq tiene sed, o pq le asustan los fantasmas, o pq tema que nos caiga un relámpago encima. Algunos me dirán que se lo inventa para tenerme ahí, a su lado. Que me utiliza. Otros me felicitarán por atenderle sea la hora que sea. Unos me recomendaran que le deje ahí, a oscuras y que le explique que es imposible que el fuego de la montaña llegue a nuestra casa. Otros me animaran a abrazarlo y a consolarlo y a acompañarle hasta que termine la tormenta.
Cuanta suerte tenemos por estar donde estamos y que ciegos somos, que no vemos lo que ocurre mas allá de nuestras fronteras. No me imagino a esas mamás en guerra dejando llorar a sus hijos para que duerman, sino abrazadas a ellos consolando su pánico y lamentándose por la muerte de las personas queridas. Me duele pensar en ese niño al cual sus padres le pegan y le insultan, no le dan de comer o le descuidan, porque no lo quieren. Ese niño que un día recibirá una paliza que le llevará al hospital y quizá más arriba, al cielo.
Por qué teniendo el privilegio de poder evitar el sufrimiento en nuestros hijos, nos empeñamos en enseñarle los palos que da la vida ya de pequeñito?. ¿Acaso no sufrirá cuando sea mayor? ¿Porqué les tenemos que preparar a ser independientes y a distraerse solos cuando apenas tienen meses de vida?
Concluyo que somos unos privilegiados por estar donde estamos, por tener lo que tenemos. Nos ha tocado una buena vida. Quiero agradecer a mi hijo la oportunidad que me ha brindado para ver la vida con otros ojos, para dejar de ser tan egoista y valorar la suerte que tengo de poder disfrutar de la felicidad a su lado. Quiero darle las gracias por despertarme por las noches, por reclamar mi presencia continuamente, por pedirme que le duerma en brazos. Por ofrecerme la satisfacción de calmar su llanto, de abrazar su cuerpo en la oscuridad y besar su cabecita. Sé que en la mayoría de sus despertares no necesita mas que sentir mi mano en su espalda, o que le susurre que le quiero, o que le duerma en mi regazo. Habrá días complicados, yo me pondré nerviosa, quizá de malhumor pq estoy cansada. Pero él sabe que yo estaré ahí, no se quedará con los ojos abiertos, en la oscuridad, pensando vete a saber en qué.
Soy incapaz de entender pq se tiene que dejar llorar a un niño para que se duerma, cuando lo único que aprende ese niño es que ahí está solo, como los niños de los orfanatos. No entiendo porque en una sociedad tan avanzada necesitamos libros para substituir el instinto. Necesitamos que nos digan todo el rato como debemos hacer las cosas para confiar en nosotr@s y saber que lo estamos haciendo correctamente. Y como lo escriben los expertos que saben mucho, nos lo creemos y lo hacemos, siempre pensando que es lo correcto y lo mejor. Nos convencen que si entramos cada cierto tiempo, nuestro hijo sabrá que estamos ahí aunque tengamos los brazos cruzados y nos neguemos a cogerlo. Ese Sr se olvidó de citar el famoso estudio donde se demostraba que no existía ninguna diferencia entre entrar o no en la habitación mientras el bebé lloraba para dormirse. Se debió olvidar. Eso que es médico y sabe mucho.
Amigas y amigos míos, doy gracias por poder compartir con vosotros el día a día. Vuestra experiencia y vuestros consejos me han ayudado a confiar y sobretodo a escuchar. A escuchar a mi hijo.
Pero, sobretodo, nunca os olvideis de escuchar a vuestro corazón. Ahí están todas las respuestas.
No tengais miedo al qué dirán, a las amenazas que se han puesto últimamente de moda para vender libros. Si os escuchais y escuchais a vuestro bebé, raramente os equivocareis. Y si lo haceis, pq es humano, por lo menos no tendreis de qué arrepentiros.
Un beso a tod@s.