Una historia sobre cómo los corazones inocentes perdonan fácilmente..
Plegaria de un niño
La semana pasada llevé a mis niños a comer a un estaurante. Mi hijo de
seis años me preguntó si
podía bendecir la mesa antes de comer lo que nos habían traído. Mientras
inclinamos nuestras
cabezas, y plegamos nuestras manos, mi niño dijo:
"Dios es bueno, Dios es grande. Te doy gracias por los alimentos que vamos
a comer y te agradecería
aún más si es que mamá nos da helado como postre. Y que haya libertad y
justicia para todos. Amén".
Junto con algunas risas que provenían de las mesas de a lado, escuché a
una mujer decir: "Eso es lo
malo de este país. Los niños de hoy ni siquiera saben cómo rezar.
Preguntarle a Dios por un helado.
Que tontería".
Al escuchar tan duro comentario, mi hijo rompió a llorar y me preguntó si
es que había hecho algo
malo y si Dios estaría molesto con él. Lo abracé y le sequé sus lágrimas
diciéndole que había hecho
un magnífico trabajo y que Dios de ninguna manera estaría molesto con él.
Tan pronto acabé de decir estas palabras cuando un anciano se aproximó a
nuestra mesa. Le hizo un
pequeño guiño a mi hijo, se agachó a su costado y le dijo:
- "Estoy seguro que a Dios pensó que fue muy buena tu oración".
- ¿En verdad?, respondió mi hijo.
- Totalmente seguro. Luego en susurros le dijo: "Es lamentable que ella
-señalando a la mujer con
el dedo- nunca le pida a Dios por un helado. A veces, un poco de helado es
bueno para las almas".
Naturalmente compré helados para mis niños para el postre. Luego de
terminar su helado, mi hijo se
quedó un poco pensativo e hizo algo que nunca olvidaré por el resto de mi
vida. Sirvió un poco de
helado en uno de los platos que había sobre la mesa y sin pronunciar ni
una sola palabra caminó por
el restaurante y se paró frente a la señora. Con una gran sonrisa él le
dijo:
"Esto es para Ud. A veces, el helado es bueno para las almas y la mía ya
tuvo suficiente"...
Autor desconocido