Os escribo porque hoy, como tantas veces, me encuentro sola a la hora de hablar con alguien sobre la lactancia -que me entiendan me parece algo utópico.
Hasta hace unas semanas, disfrutaba dándole el pecho a mi hija. No podía vivir sin esos momentos de intimidad y complicidad que te colman de gozo, que te hacen sentir cálida por dentro, como cuando te acaricia la cara o cuando te sonríe agradecida... Desde que nació hemos dormido "juntitas", como ella dice. A veces -no muchas veces, la verdad-, he intentado reconquistar la cama matrimonial pero su padre se quejaba de que le despertáramos cada noche y poco más que me echó de la cama. "Cuando viene a despertarte para que le des la teta, me despierta a mí también y me cuesta conciliar el sueño".
Así que ahí estábamos, ella y yo, en nuestros sueños lácteos, abrazadas toda la noche, casi durante tres años, todas las noches... hasta que llegó el bruxismo. Comenzó a apretar las encías dormida -también a mí me ocurre- con mi pezón entre sus dientes. Yo, dormida, me despertaba entre gritos de dolor; entonces ella se medio-despertaba y para volver a conciliar el sueño me retorcía el otro pezón, el que no estaba mordido. Después de varias noches interminables y los dos pezones amoratados e inflamados, decidí que ya estaba bien, que yo también necesitaba descansar, que tal vez había llegado el momento... La verdad es que ni siquiera lo había pensando bien, son ese tipo de decisiones que se toman en caliente después de pasar una noche casi en vela; claro que de eso me di cuenta esta mañana, cuando me invadió la pena...
Ayer le leí el cuento de "La teta cansada". Se quedó muy seria, pero fascinada, como si los niños de los dibujos llevaran su cara. "Otra vez, mamá". Se lo leí dos, tres, cuatro veces... "La niña se llama L., verdad?". "Sí, amor, se llama L.". "Léelo otra vez, mamá. Me gusta mucho!".
Y cuando se fue a la cama dijo "Hoy sin teta, mamá, como en el cuento". Me eché a su lado, se acurrucó en mi pecho, me palpó una tetita por encima de mi pijama y volvió a esconder la mano rápidamente, la tentación era grande... Así que me dio un beso en la mejilla y me dijo "mejor me duerme papá, vale?" En ese momento se me formó un nudo en la garganta y salí de la habitación para informar a su padre.
La noche ha sido movida. Aunque hemos dormido juntas, no ha pedido tetita en ningún momento, pero estaba inquieta. Cuando se despertaba, nos mirábamos y me daba un beso, o un abrazo, se me acurrucaba, buscaba otras formas de cariño, de contacto físico, necesitaba saberme a su lado... pero no ha llorado por la teta, como yo pensaba que haría.
¿Sabéis qué? Estoy triste y llevo llorando desde que me he levantado... Me siento un poco... fatal!! Debería estar orgullosa porque mi niña se hace mayor, porque es buena como ella sola, porque es más lista que nadie, porque entendió que el cuento estaba dirigido a ella, a niños como ella. Y lloro también con hipidos porque antes la teta nos servía de vínculo de amor, y esta noche, cuando me miraba, cuando me abrazaba, cuando me besaba, a su modo era como si me dijera "tranquila, mamá, te quiero igual, con tetita o sin ella, vamos a dormir juntitas".
Mi niña, tan dulce, tan bonita...
Bueno, perdonad por la charla, necesitaba desahogarme...
He intentado hablar con su padre pero me ha soltado "pues qué tontería! ya iba siendo mayorcita y también es bueno para ella romper el vínculo, no te parece?". Pues no, no me parece, pero no voy a entrar en la vigésimo novena discusión por lo mismo. No sé cómo hemos podido llevar casi tres años de lactancia con el poco apoyo que hemos recibido, la verdad...
Supongo que estos sentimientos tan ambiguos que siento ahora serán normales durante un tiempo, verdad?
Muchos besos para todas, y gracias por estar ahí...