Hay un mito muy extendido que solo determinados expertos comprenden a los niños. De entre los innumerables y diferentes expertos que tratan con niños, hay muchísimos que insisten en que las madres
a) no saben mucho de niños
b) son observadoras imprecisas de sus propios hijos
c) dicen mentiras sobre las habilidades de sus propios hijos
Nuestra experiencia nos dice que eso está muy alejado de la realidad.
Aunque nos hemos encontrado madres que cuentan historias fantásticas e inciertas sobre sus hijos y que no los entienden, pensamos que en la realidad son una minoria. En su lugar, hemos encontrado madres que son observadoras cuidadosas y precisas de sus propios hijos, y son, además, las más realistas.
El problema es que casi nadie escucha a las madres.
En Los Institutos vemos cada año a más de mil niños con daño cerebral. No hay prácticamente nada que una madre tema más que tener un hijo con daño cerebral. Y si ella lo sospecha, quiere averiguarlo inmediatamente para poder empezar a hacer lo que se tenga que hacer.
En aproximadamente novecientos de cada mil casos vistos en Los Institutos, fue la Madre quien se dio cuenta que algo iba mal con el bebé. En la mayoria de los casos, la Madre lo pasó mal convenciendo a todos -incluso el médico de familia y otros profesionales - que algo iba mal y que se debería hacer algo en ese preciso momento.
Da igual el tiempo y el esfuerzo de todos para convencerla de lo contrario. Ella persiste hasta que se reconoce la situación. A veces lleva años. Cuanto mas quiere al bebé, más se desapega al evaluar su condición. Si el niño tiene un problema , no descansará hasta que se resuelva.
En Los Institutos hemos aprendido a escuchar a las madres.
Sin embargo, cuando se trata de niños sanos, muchos profesionales han tenido éxito intimidando seriamente a las madres. Se las han arreglado para que las madres repitan como loros muchas palabras de la jerga profesional que a menudo no hay quien la entienda. Y lo pero de todo es que han estado a punto de terminar con las reacciones instintivas de las madres en la educación de sus hijos, convenciéndolas de que las estaban traicionando sus instintos maternales.
Si esta tendencia continúa, corremos el grave riesgo de persuadir a las madres para que vean a sus pequeños no como niños, sino como montones de impulsos del ego y montones de oscuros, raros y asquerosos simbolismos que una madre sin formación jamás podría comprender.
Tonterías. La experiencia nos dice que las madres son las mejores madres.