- Sab, 15 Sep 2012, 12:01
#410718
Después de rumiarlo durante unos días, tengo que admitir que el artículo (a pesar de lo monstruoso, vomitivo y repelente que me resulta el planteamiento) ofrece un punto de partida interesante para una reflexión.
He conocido a personas que afirman haber tenido la sensación, a lo largo de su infancia e incluso más allá, de que sus padres preferían a otro(s) hermano(s) antes que a ellos. Yo soy hija única y no lo he vivido en primera persona, pero creo que las que tenéis hermanos igual os podéis identificar con esa sensación.
Como madres, obviamente no vamos a querer más a un hijo que a otro, pero objetivamente es posible que congeniemos más, que tengamos más
feeling o más afinidad con uno de ellos. Es posible que el día de mañana nos entusiasmemos más ante el relato de uno de nuestros hijos que acaba de leer un libro que le ha encantado si es una afición que compartimos, que ante el del otro que colecciona sellos, actividad que nos parece aburridísima. A mí me aterra que el día de mañana uno de mis hijos pueda crecer con la idea de sentirse en segundo plano; quiero a los dos por igual, pedirme que elija a uno sería cómo preguntarme qué brazo quiero que me corten... pero, por mucho que me empeñe en criarlos igual, habrá diferencias. No en el sentido de tratar mejor a uno que a otro, pero sí de entender mejor la forma de pensar de uno (porque se parece más a la mía), sentir más afinidad hacia su carácter (porque congenia mejor con el mío), ese tipo de cosas. Y me aterra que ellos lo lleguen a ver. En realidad, creo que no es nada grave mientras la cosa está repartida, cuando tienes algunas cosas en común con uno y otras en común con el otro, el problema es cuando instintivamente te sientes más cercano a uno que al otro.
Lo que acabo de contar no tiene nada que ver con lo que trata el artículo. Lo que acabo de contar se va viendo con el tiempo, en cambio lo del artículo ha sido desde el primer día. Entran ganas de preguntarle a la autora cómo ha sido su parto, si ha dado el pecho, con qué frecuencia ha cogido a su hijo, qué tal el posparto... es que un rechazo tan instintivo y visceral hacia un bebé salido de sus entrañas, que es lo más bonito e indefenso del mundo debe tener un origen hormonal, porque si no, no me lo explico.
Ese artículo me ha recordado muy mucho la novela
Pelo de zanahoria de Jules Renard, no sé si la habéis leído.
Besos.
♥ Mamá de dos polluelos que dieron forma a mis sueños y los hicieron realidad ♥
Escritora, bloguera, traductora, y un montón de cosas más... Mi blog: El mundo de Kim