Os escribo despierto y desvelado desde hace ya un buen rato por la énesima nochecita que nuestra pequeña nos ha dado.
En breve cumplirá los 18 meses y pocas han sido las noches que ha dormido de tirón desde que nació. Desde el principio achacábamos que era porque era jovencita y comía poco. Mi mujer le daba el pecho y a los pocos minutos ya caía frita y por mucho que intentásemos despertarla, no había manera de que siguiese con lo suyo. Por lo que a la hora y media ya volvía a estar con hambre. Eso de día y de noche (salvo que de día se quedaba despierta muchas veces, ya que ha sido un bichito vivaz y despierto desde que nació, con unos ojos como platos y una sonrisa que te derriten).
Fueron pasando las semanas y la situación no cambió. Le empezamos a introducir las papillas y no hubo manera. No quería apenas comer, por lo que seguimos con el pecho hasta casi los 9 meses y comiendo cuando y cuanto quería. Y por las noches, cada dos horas.
A los 9 meses, como seguía devolviendo con cierta frecuencia, la llevamos a una digestóloga y le diagnosticó reflujo. Al menos con la medicación fue comiendo un poco más, pero las noches... la que menos te levantabas era dos veces a darle bibe.
El reflujo se fue a los 13 meses pero no las pocas ganas de comer. Así que seguimos con paciencia hasta que hace dos meses le diagnosticaron intolerancia a la lactosa tras sufrir una fuerte gastroenteritis que requirió hospitalización. Conseguimos que algunas noches durmiese casi de tirón pero el biberón sobre las 5 o 6 de la mañana seguía sin quitárselo nadie.
Y es que tiene tanta energía que no hay quien la acueste. A veces nos dan las 10 y las 11 y sigue persiguiéndonos para jugar, por lo que optamos por intentar relajarla en nuestra cama y entonces llevarla a su cuna. Muchos días al ponerla en la cuna lloraba un poco, pero con un corderito musical a cuerda que tiene se iba tranquilizando y en 5-6 minutos caía frita hasta la hora del biberón de la madrugada.
Pero hace un mes y medio cogió unas anginas víricas y le salieron unas llaguitas en la boca. Volvió a dejar de comer y como se encontraba mal por los mocos y se despertaba mucho, por cansancio nuestro y comodidad la trajimos a nuestra cama a pasar la noche con nosotros, para no tener que levantarnos. ¡Qué hicimos! Desde entonces no hay quien la meta en su cuna. Los lloros han multiplicado sus decibelios y el truco de dejarla con el corderito ya no sirve para nada. Se planta de pie y a berrido limpio. ¿Y qué ocurre con nosotros? Que no se encuentra cómoda, porque choca con nosotros y se despierta y no para de lloriquear cada dos por tres. A veces, cuando está profunda, la cogemos en volandas y la llevamos a su cuna. Pero ahí se queda 2-3 horas hasta que se da cuenta y vuelta a empezar. Y ha vuelto a no comer apenas durante el día y a pedir 2 o 3 biberones por la noche.
¿Qué podemos hacer?
Gracias por adelantado.
Saludos.