- Lun, 19 Dic 2011, 10:46
#400497
Os quería contar lo que me ha ocurrido este fin de semana, para que veáis lo metomentodo que es la gente.
Los prolegómenos: Resulta que por el Norte el tiempo ha sido horroroso, ha estado lloviendo todo el fin de semana, con nieve en las montañas y un frío helador. Bueno, pues tengo la “mala” suerte de tener que salir con mi niño haga el tiempo que haga para que duerma sus siestecitas de paseo en el carrito pero tengo la “buena” suerte de tener unos grandes soportales bajo mi casa por los que puedo pasear, sin que tenga que vagar por las calles desiertas luchando contra los elementos.
El nudo: El sábado por la tarde, a eso de las seis, ya noche cerrada, me planto yo en la calle forrada de ropa, con el pequeño atrincherado en su burbuja, con bufanda, gorro, abrigo....y me pongo a dar vueltas y a cantar suavecito, para que con el traqueteo el niño se relaje y se duerma. En estas, veo aparecer por el soportal a unos vecinos del portal de al lado, una pareja de mediana edad, también de paseo, él empujando la silla de ruedas de ella, ya que la pobre mujer es tetrapléjica. Llegan a mi altura y se paran. Yo pienso: buf, menos mal que el pequeño está dormido ya. Ya habréis comprobado que los niños y los perros pequeños son como un imán para todo el mundo, la gente se para y te da conversación aunque no te conozca...
Y empieza el hombre:
-qué, de paseo hoy también? Os duerme mal el niño no? Siempre os veo dando vueltas.
Respondo yo:
-sí, qué suerte tener estos soportales para pasear eh? Con este tiempo... intento dar una respuesta inocua.
Y ya interviene la mujer:
-seguro que le coges mucho en brazos y encima le has acostumbrado a tener que moverle siempre para dormir...luego pasa lo que pasa.
Yo callo y sonrío, y ella sigue disparando:
-a los niños hay que enseñarles desde pequeños, no se puede hacer siempre lo que ellos quieren. No es bueno tanto mimo.
Y yo ya respondo al ataque, aunque sin levantar la voz y sin perder la sonrisa:
-ah bueno, yo soy de otra opinión, yo le achucho todo lo que puedo. El tiempo pasa muy deprisa y antes de que me de cuenta él mismo me rechazará mis besos y abrazos y será entonces cuando yo lo pase mal, no ahora, ahora es un placer coger al niño en brazos y jugar con él.
Me corto y no digo más, porque pienso que bastante tiene la pobre mujer con lo que le ha tocado. Yo y mi niño tenemos salud y mucha suerte, pero no puedo evitar pensar que parece mentira que sea precisamente ella en su situación de dependencia total la que me diga cómo tengo que ocuparme de mi chiquitín, que también depende totalmente de mí.
Nos despedimos amablemente, ellos dicen que hace frío y suben ya para casa, yo digo que yo también en breve, en cuanto el peque se despierte, que es justo después de despedirme de ellos.
Conclusión: En otro momento, este suceso me hubiera ofendido, ahora, una vez que os he encontrado y me siento tan a gusto con vosotras, he aprendido y ya no me molesta, he desarrollado inmunidad a la opinología.
La moraleja: en esto de la crianza, todo el mundo opina aunque tú no se lo hayas pedido, el que tiene hijos y el que no los tiene, el que tiene diez hijos y el que tiene uno, los que te quieren bien y los que no te quieren en absoluto.
Entre tener la razón y ser feliz, prefiero ser feliz.
[size=200][/size]
Los prolegómenos: Resulta que por el Norte el tiempo ha sido horroroso, ha estado lloviendo todo el fin de semana, con nieve en las montañas y un frío helador. Bueno, pues tengo la “mala” suerte de tener que salir con mi niño haga el tiempo que haga para que duerma sus siestecitas de paseo en el carrito pero tengo la “buena” suerte de tener unos grandes soportales bajo mi casa por los que puedo pasear, sin que tenga que vagar por las calles desiertas luchando contra los elementos.
El nudo: El sábado por la tarde, a eso de las seis, ya noche cerrada, me planto yo en la calle forrada de ropa, con el pequeño atrincherado en su burbuja, con bufanda, gorro, abrigo....y me pongo a dar vueltas y a cantar suavecito, para que con el traqueteo el niño se relaje y se duerma. En estas, veo aparecer por el soportal a unos vecinos del portal de al lado, una pareja de mediana edad, también de paseo, él empujando la silla de ruedas de ella, ya que la pobre mujer es tetrapléjica. Llegan a mi altura y se paran. Yo pienso: buf, menos mal que el pequeño está dormido ya. Ya habréis comprobado que los niños y los perros pequeños son como un imán para todo el mundo, la gente se para y te da conversación aunque no te conozca...
Y empieza el hombre:
-qué, de paseo hoy también? Os duerme mal el niño no? Siempre os veo dando vueltas.
Respondo yo:
-sí, qué suerte tener estos soportales para pasear eh? Con este tiempo... intento dar una respuesta inocua.
Y ya interviene la mujer:
-seguro que le coges mucho en brazos y encima le has acostumbrado a tener que moverle siempre para dormir...luego pasa lo que pasa.
Yo callo y sonrío, y ella sigue disparando:
-a los niños hay que enseñarles desde pequeños, no se puede hacer siempre lo que ellos quieren. No es bueno tanto mimo.
Y yo ya respondo al ataque, aunque sin levantar la voz y sin perder la sonrisa:
-ah bueno, yo soy de otra opinión, yo le achucho todo lo que puedo. El tiempo pasa muy deprisa y antes de que me de cuenta él mismo me rechazará mis besos y abrazos y será entonces cuando yo lo pase mal, no ahora, ahora es un placer coger al niño en brazos y jugar con él.
Me corto y no digo más, porque pienso que bastante tiene la pobre mujer con lo que le ha tocado. Yo y mi niño tenemos salud y mucha suerte, pero no puedo evitar pensar que parece mentira que sea precisamente ella en su situación de dependencia total la que me diga cómo tengo que ocuparme de mi chiquitín, que también depende totalmente de mí.
Nos despedimos amablemente, ellos dicen que hace frío y suben ya para casa, yo digo que yo también en breve, en cuanto el peque se despierte, que es justo después de despedirme de ellos.
Conclusión: En otro momento, este suceso me hubiera ofendido, ahora, una vez que os he encontrado y me siento tan a gusto con vosotras, he aprendido y ya no me molesta, he desarrollado inmunidad a la opinología.
La moraleja: en esto de la crianza, todo el mundo opina aunque tú no se lo hayas pedido, el que tiene hijos y el que no los tiene, el que tiene diez hijos y el que tiene uno, los que te quieren bien y los que no te quieren en absoluto.
Entre tener la razón y ser feliz, prefiero ser feliz.
[size=200][/size]
[/url] 
