Mi madre es una persona maravillosa que ha tenido que luchar mucho en la vida y a la que nunca se le han reconocido sus méritos. Ha sufrido mucho y nunca ha tirado la toalla. Siempre ha tenido una gran fuerza interior.
Ahora, además de ser humilde, trabajadora, discreta, voluntariosa, buena persona...me he dado cuenta de que también es una gran madre. Y me he dado cuenta de ello ahora, precisamente cuando yo también he sido madre y he entendido por fin a que se refería cuando ella hablaba de su experiencia como tal. Nos crió a mi hermano y a mí sola y sin ayuda de nadie, con cariño y apego, tal y como intento yo hacerlo con mi peque.
La diferencia es que yo tengo su ayuda y la verdad no se lo que haría sin ella.
Mi madre se encarga del niño desde la mañana, cuando yo y mi pareja nos marchamos de casa para ir a trabajar. Mi madre adora al niño y el niño adora a su amama. Se encarga de darle el desayuno e incluso la comida porque yo no llego hasta las dos y media a casa, pero sobre todo, se encarga de darle a mi hijo exactamente lo que yo le daría, mucho cariño, juegos, canciones, mil besos y abrazos.... ¿Sabéis la tranquilidad que eso me da? Seguro que me entendéis.
Creo que gran parte de lo que somos lo hemos adquirido en la infancia más temprana y que criamos a nuestros hijos tal y como nosotros fuimos criados.
Estoy muy agradecida a mi amatxu por todo lo que ha hecho por mí pero sobre todo, estoy orgullosa de ser su hija. Y tengo una gran cuenta pendiente con ella: hace mucho que no le digo que le quiero. ¿Porqué es tan difícil decir te quiero?
Prometo saldar mi deuda. De momento, grito, muy alto muy alto: AMATXU TE QUIERO!