El fin de semana he sido testigo de un gesto de mi hijo que me alegra profundamente. Un gesto lleno de empatía y de dulzura que me lleva a una pregunta, ¿por qué es así?, seguirá siendo así más adelante? Parte de nuestra conducta viene dada por nuestro carácter eso seguro ¿pero y el resto?
Desde esta web, DSLL, defendemos el contacto y el apego, pilares fundamentales. Pero yo quisiera darle importancia también a los detalles, mas allá, de los grandes principios. Los detalles diarios, los gestos simples, las frases que salen sin que apenas te des cuenta. Los detalles que tienes con tu/s hijo/s o los que tienes con tu pareja, con la familia y que ellos perciben siempre, incluso cuando crees que ni miran ni escuchan. Cada día, cada hora, cada minuto cuenta, absorben absolutamente todo lo que ven y cada beso, cada abrazo, cada “te quiero”, cada explicación, cada argumentación la recogen, la guardan y estoy segura de que la procesan. Por eso nuestro papel es tan importante, somos sus guías, dentro de la vorágine de acciones y reacciones que llegan a absorber de tantos agentes externos. Cuidemos nuestros detalles al máximo, no olvidemos que somos no solo su espejo sino sus principales personas de referencia.
Esos pequeños detalles, que realizamos de manera muchas veces inconsciente, dicen mucho de nosotros yde nuestro interior. Hablan de nosotros sin que nos demos cuenta. Cuidémoslos, cultivémoslos. Seamos conscientes de ellos y no los condenemos al olvido.
Sé que esta historia ha salido antes en el foro pero cada vez que la releo me invita a reflexionar un poquito más, a recordar…. El enlace es de la columna que escribe Paulo Coelho en la revista XL semanal:
http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma ... irma=10231
Número: 1155
Del 13 al 19 de diciembre de 2009
“En una fría mañana de enero, un hombre se apostó en la entrada de una estación del metro de Washington y se puso a tocar el violín. Durante 45 minutos, los que pasaban escucharon pasajes de las seis piezas de J. S. Bach que fueron ejecutadas. Como era hora punta, se calcula que por allí pasaron miles de personas, la mayoría dirigiéndose directamente al trabajo.
En los tres primeros minutos, un señor mayor se dio cuenta de que había alguien tocando alguna música. Frenó el paso, miró por un instante y siguió su camino. Inmediatamente después, el violinista recibió su primera propina –un billete de un dólar–, que dejó caer una mujer que ni siquiera se detuvo a preguntarse qué música estaba siendo interpretada. Un poco más tarde, alguien se apoyó en una columna, donde permaneció unos cinco minutos. Luego miró el reloj y se fue en dirección a los trenes.
El primer ser humano que realmente prestó atención a lo que allí estaba sucediendo fue un niño de unos tres años. Su madre tenía prisa, pero el niño insistía en escuchar un poco más. No hubo manera: se lo llevaron a rastras, aunque él mantuvo todo el tiempo la cabeza vuelta hacia atrás. Ocurrió lo mismo con otros niños: todos los padres, sin excepción, forzaban a sus hijos a seguir caminando tras esperar allí con impaciencia entre dos y tres minutos.”
Durante los 45 minutos que estuvo tocando, el violinista consiguió 32 dólares y tuvo seis espectadores. Al final no hubo aplausos ni nadie que pidiese un bis. Una mujer, en un momento dado, dijo que lo había visto el día anterior (ella fue la única persona que paró de verdad para escucharlo) y añadió que sentía una gran admiración por su trabajo.
El violinista se llama Joshua Bell y el experimento fue completamente filmado por el periódico The Washington Post. (Si usted quiere ver los vídeos y está leyendo esta columna en Internet, pinche en el enlace que se encuentra al final de estas líneas.)
Dos días antes del experimento del metro, Bell había llenado un teatro de Boston con espectadores que, como mínimo, pagaron 100 dólares por verlo. Tanto en el teatro de Boston como en la estación de metro, el músico empleó un Stradivarius, un violín valorado en 3,5 millones de dólares. Las piezas interpretadas se consideran las más difíciles de Bach para tal instrumento. Cuando el periodista le preguntó lo que había sentido, Bell no escondió su decepción: las personas eran incapaces de reconocer la belleza si no se encontraban dentro de los parámetros considerados normales para poder apreciar una obra de arte.
La idea del periódico The Washington Post fue justamente ésa: realizar un ensayo sociológico sobre el comportamiento del ser humano. Las personas, al pasar junto a algo absolutamente sublime, teniendo en ese momento otras ideas en la cabeza (en este caso concreto, la ida al trabajo, con la incapacidad de distraer la atención hacia lo que sucede alrededor, más la tendencia a pensar mediante tópicos del tipo «todos los músicos del metro son unos fracasados que no consiguen ir más allá de un límite ínfimo de talento»), no le prestan la más mínima atención.
¿Me habría detenido yo a escuchar a Joshua Bell? No lo sé. Creo que, como todo el mundo, yo también estoy condicionado por los ritos del arte, como son los teatros, los precios caros y cosas de ese tipo. Pero la noticia me sonó como una alerta: si no disponemos de un momento para pararnos y escuchar a uno de los mejores violinistas del mundo, ¿qué cantidad de otras cosas bellas no estaremos perdiendo en nuestra vida?
El enlace del experimento, con las reacciones de Bell y los vídeos de los 45 minutos, es el siguiente: http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/co ... 01721.html.”
Para ellos, para nuestros hijos, los detalles SON IMPORTANTES Y TIENEN TIEMPO PARA PARARSE A SABOREARLOS. ¿Qué nos ha pasado a nosotros?, ¿Por qué no pararnos con ellos a escuchar la melodía del violinista? Quizás….. si ellos al crecer siguen parándose ante el violinista, otro mundo es posible.
La felicidad, al fin y al cabo, se concentra en el instante, en los detalles, en las cosas pequeñas……como una melodía de violín inesperada.
Del blog “Lola talparacual” os dejo una cita. En un de sus entradas se menciona el libro de Augusto Cury: Padres brillantes, maestros fascinantes, la cita surge de ahí:
"La felicidad no es obra de la casualidad, la felicidad es un entrenamiento. Prepara a los niños para que sean excelentes observadores. Sal al campo o a pasear por un jardín; haz que contemplen cómo se abre una flor y descubre con ellos lo hermoso e invisible. Siente con sus ojos las cosas bonitas que hay alrededor.
Lleva a los jóvenes a observar los momentos sencillos, la fuerza que surge de las pérdidas, la seguridad que brota del caos, la grandeza que emana de los pequeños gestos. Las montañas se forman con granos de arena inapreciables.
Los niños serán felices si aprenden a contemplar lo bello en los momentos de gloria y de fracaso, en las flores de la primavera y en las hojas secas del invierno. ¡He aquí el gran desafío de la educación de la emoción!
Para muchos, la felicidad es una locura de los psicólogos, un delirio de los filósofos, una alucinación de los poetas. No han comprendido que los secretos de la felicidad se esconden en las cosas simples y anónimas, tan distantes y tan próximas."
Quizás la próxima vez que paseemos, podríamos agacharnos con ellos a observar esas hormigas que tanto le interesan y que nosotros habíamos pasado por alto.
Por otra parte quisiera mencionar un inciso sobre la importancia de las emociones. Últimamente gracias a Eduard Punset y a Elsa Punset he redescubierto la importancia de as emociones, de su correcta gestión…. La importancia de la inteligencia emocional.
Los humanos estamos hechos de emociones, además de pensar, sentimos constantemente. Toda nuestra vida, todo lo que hacemos está íntimamente relacionado con lo que sentimos, con cómo nos sentimos. Sin embargo hace ya mucho que me pregunto hasta qué punto no estamos peleados con nuestras propias emociones, hasta qué punto no las obviamos, no las escondemos, no nos mentimos con respecto a ellas y hasta qué punto no estamos enseñando a nuestros hijos a no “sentir” o a domar sus propias emociones, tal y como hacemos los adultos.
Hace poco ha llegado a mis manos un libro de Elsa Punset. Se titula “Brújula para navegantes emocionales” (editorial Aguilar) y de su introducción me gustaría destacar el siguiente párrafo, puesto que habla de los niños, de nuestros hijos: “La madurez emocional del niño será clave en el manejo de estas circunstancias adversas. Sin embargo, los consejos que escuchan los padres de forma habitual no suelen referirse a las emociones. A los padres se les dan, generalmente, normas para corregir el comportamiento del niño, pero se ignoran los sentimientos y las emociones que causan y subyacen tras este comportamiento. Para los padres la educación emocional significa llegar a comprender los sentimientos de los hijos y ser capaz de calmarlos y guiarlos. Cuando los padres ofrecen empatía a sus hijos y les ayudan a enfrentarse a las emociones negativas – a la ira, a la tristeza o al miedo – se crean lazos de lealtad y de afecto entre padres e hijos.”
Pero todo esto lleva su tiempo, un tiempo del que carecemos, dada la sociedad actual, en la que los niños pasan muchísimo tiempo solos (la llamada “generación de la llave”)..
Y enlazando el tema de las emociones con el relato del violinista terminaré diciendo que el niño fue el único capaz de “sentir”, de pararse (de comprender la importancia del detalle, del momento) y escuchar la melodía del violinista. Quisiera imaginar que el niño que se paró, aprendió a emocionarse y a sentir, y que volvería a pararse para disfrutar de la música y del momento siendo ya un adulto.
Enlaces:
http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma ... irma=10231
http://www.pequesymas.com/desarrollo-af ... ue-importa
http://lola-talparacual.blogspot.com/20 ... cosas.html
http://lola-talparacual.blogspot.com/20 ... on-de.html