- Dom, 10 Oct 2010, 20:33
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Yo nací en los setenta y recuerdo que éramos de clase media. Mi madre era ama de casa, no sé si por elección o por hacer lo que todo el mundo se esperaba de ella, pero dejó de trabajar cuando se quedó embarazada. Mi padre trabajaba, a veces hacía horas extra para ganar un poco más. Su sueldo daba para lo necesario y de vez en cuando algún lujo. Yo iba al colegio (público) de 08:30 a 12:30, por las tardes solía ir al parque o a casa de alguna amiga o venía alguna amiga a casa. Teníamos un coche (duró 12 años), un piso que costó el equivalente a 30 nóminas de mi padre, en verano nos íbamos de vacaciones a la playa durante un mes. Nunca tuve ropa de marca, ni TV en la habitación, comíamos salmón solo en Navidad, pero aún así he sido feliz.
30 años después, sigo siendo de clase media. Ahora estoy de baja, antes trabajaba a jornada reducida (un suicidio profesional porque, según mi jefe tuvo la amabilidad de decirme, no podré optar a un puesto de responsabilidad "en esas condiciones"). Mi marido trabaja, a veces hace horas extra que nadie le paga, pero si no las hace ya sabe dónde está la puerta. Nuestros sueldos dan para lo necesario y de vez en cuando algún lujo. Mi hijo va al colegio (privado, y es uno de los lujos a los que me refiero) de 09:00 a 16:00, de otro modo sería inconciliable. Por las tardes vamos al parque o quedamos con algún amigo o simplemente nos quedamos en casa. Tenemos un coche (que va a durar todo lo que dure, porque la cosa no está como para cambiarlo a corto plazo), un piso que cuesta el equivalente a 150 nóminas de mi marido (y eso que en parte lo pagamos vendiendo otro que teníamos antes), en verano nos vamos de vacaciones a la playa durante 15 días si hay suerte. Mis hijos no tienen ropa de marca, ni TV en la habitación (ni la van a tener a corto plazo, lo mismo que la consola, el móvil etc), comemos salmón cuando se nos antoja, pero espero que sean felices.
Mis padres intentaron transmitirme sus valores, su forma de ver la vida. Se lo agradezco pero me temo que no me ha servido...
Mi madre me dijo que ser esposa y madre es muy gratificante, pero que no permitiera que nadie me hiciera creer que solo he venido al mundo para eso. Me aconsejó que estudiara, que fuera económicamente independiente, que consiguiera un buen trabajo.
Y aquí estoy, 30 años después. En lo de estudiar no le he hecho caso, pero soy económicamente independiente desde los 18 años, después de años de trabajos basura conseguí algo un poco mejor. Entonces me estabilicé, decidí casarme y tener hijos... y descubrí que aquello contra lo que me alertaban, ser esposa y madre, realmente es lo que más me llena. Son los logros de los que me siento realmente orgullosa.
Mi padre trató de educarme en la cultura del esfuerzo. Me explicó que las cosas se hacen bien o no se hacen, por una cuestión de orgullo personal y no por obtener una recompensa a cambio. Me dijo que se puede empezar desde la nada, pero trabajando duro es posible llegar adonde uno quiera. Trató de inculcarme el compromiso con la empresa, enseñarme a hacer las cosas con pasión. 30 años después, su empresa se lo agradeció dándole una patada en su comprometido trasero, eso sí, con una buena jubilación. Por desgracia, se quedó viudo poco después de empezar a recoger los frutos de toda una vida de trabajo.
En cuanto a mí, durante un tiempo creí en el esfuerzo. En mi primer trabajo, en el segundo y en los sucesivos, traté de hacer las cosas bien, por orgullo personal y no por obtener una recompensa. Vi como a menudo se recompensa al que se va de cañas con el jefe y no al que más aporta. Vi que si se empieza desde la nada, a menudo no se consigue nada. Observé que la recompensa por el trabajo bien hecho suele ser más trabajo. Descubrí que la cultura del esfuerzo es la estafa del siglo, que el trabajo es solo un medio de vida, no un fin.
Decidí que mi verdadero trabajo es mi familia. Allí es donde me esfuerzo más, y donde obtengo las mejores recompensas.
Ahora estoy de baja, en teoría debería volverme a incorporar en enero pero voy a coger un año de excedencia. Espero que pueda ser más, de momento habrá que ver cómo está nuestra economía y si las cosas van bien lo alargaremos otro año, o dos.
Sueño con publicar un libro y poder dedicarme a escribir, que es lo que realmente me gusta.
Ojalá estuviéramos en los setenta, porque por aquel entonces querer tener hijos era de lo más normal, ahora parece que lo tengas que justificar, que tengas que pedir perdón por no querer pasarte el día en la oficina o dejarlos en la guardería de sol a sol.
Pero en realidad no me ha ido tan mal. Mis sueños y mis aspiraciones, propios de una mujer retrógrada y poco liberada, son los mismos que tuvo mi madre hace 30 años.
Es curioso, quiso que yo fuera distinta y me educó de una manera completamente diferente a como la educaron a ella, y he salido exactamente igual.
♥ Mamá de dos polluelos que dieron forma a mis sueños y los hicieron realidad ♥
Escritora, bloguera, traductora, y un montón de cosas más... Mi blog: El mundo de Kim