La Nación.
Nicholas Wade
The New York Times
NUEVA YORK.- Una gran parte de la leche materna no puede ser digerida por los bebes y parece tener un propósito completamente diferente de la nutrición infantil: influir sobre la composición de las bacterias que viven en el intestino de los infantes.
Los detalles de esta relación de tres sentidos entre madre, hijo y microbios intestinales han sido develados por tres investigadores -Bruce German, Carlito Lebrilla y David Mills- de la Universidad de California en Davies, Estados Unidos. Ellos y sus colegas han hallado que una cepa específica de bacterias, una subespecie de Bifidobacterium longum , posee una combinación especial de genes que les permiten prosperar en los componentes indigeribles de la leche.
Esta subespecie se encuentra habitualmente en las heces de los bebes alimentados a pecho. Recubre las paredes del intestino de los bebes, protegiéndolos de bacterias nocivas. Se cree que los bebes adquieren esas cepas de bifidobacterias de sus madres, pero extrañamente no han sido detectadas en adultos. "Nos preguntamos dónde se esconden", dijo el doctor Mills.
Proteger y distraer
La sustancia indigerible que favorece el desarrollo de las bifidobacterias es una gran cantidad de azúcares complejos derivados de la lactosa, el principal componente de la leche. El azúcar complejo consiste en una molécula de lactosa a la que se adosan otras unidades de azúcar.
El genoma humano no contiene los genes necesarios para descomponer esos azúcares complejos, pero sí las bifidobacterias, afirman los investigadores en una revisión de su trabajo publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences .
Los azúcares complejos son lo suficientemente largos como para no tener significación biológica, aun cuando constituyen hasta el 21% de la leche. Además de promover el crecimiento de cepas de bifidobacterias, también sirven de señuelo a las bacterias nocivas que podrían atacar el intestino del bebe.
Esos azúcares son muy similares a los que se encuentran en la superficie de las células humanas y son elaborados en las mamas por las mismas enzimas. Muchas bacterias y virus se adhieren a las células humanas al engancharse en los azúcares de superficie. Pero en vez de eso se pegarán a los azúcares complejos de la leche.
"Pensamos que las madres evolucionaron para permitir que estos elementos pasaran a sus bebes", dijo el doctor Mills.
Su colega el doctor German ve la leche como "un asombroso producto de la evolución", algo que ha sido vigorosamente moldeado a través de la selección natural debido a que es tan crítico para la supervivencia de la madre y del niño.
"Todo lo que está en la leche le cuesta a la madre. Ella literalmente disuelve sus propios tejidos para generarla", dijo.
El bebe nace a un mundo lleno de microbios hostiles, con un sistema inmune sin entrenamiento y carente del cáustico ácido estomacal que en los adultos mata a la mayoría de las bacterias.
Cualquier elemento de la leche que lo proteja será fuertemente favorecido por la selección natural.
"Nos asombra que la leche contenga tanto material que el bebe no pueda digerir -dijo el doctor German-. Hallar que selectivamente estimula el crecimiento de bacterias específicas, que son protectoras para el bebe, nos permite ver lo genial de la estrategia: las madres están reclutando otra forma de vida para cuidar de su bebe."
El doctor German y sus colegas están tratando de "deconstruir" la leche, con la teoría de que ese fluido ha sido modelado a través de 200 millones de años de evolución mamífera y de que contiene abundante información sobre cuál es la mejor forma de alimentar y defender el cuerpo humano.
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