Me preguntó si obedecía si le pedía que cogiera algo del suelo: NO, pero si le pregunto donde está Pocoyo (por ejemplo) sí lo va a buscar.
¿Te mira a los ojos?: SI
¿Dice agua con intención?: SI, porque quiere beber o porque la ve en la tele o una fuente.
¿Camina, corre, salta?: Camina, corre y salta escalones, pero no hacia arriba él solo. Está bien, me dice.
El niño estaba todo agarradito a mi (después del chequeo). Le dice: "Daniel, toma una piruleta". Daniel no se mueve. Le explico que no sabe lo que es una piruleta, que nunca vio ninguna. Entonces cambia: "Daniel toma un camión" y Daniel se vuelve y lo mira. "Ah! ahí te pille".
Le señalamos un pato que hay colgado del techo y lo mira, pero no quiso decir cómo hace.
Me mandó ponerlo en el suelo y lo observó un ratito mientras caminaba por allí (qué le miró, no lo sé).
Me dijo que él lo veía bien. Que a veces no hablan porque no tienen la necesidad de hacerlo, si nos adelantamos a sus deseos. "Algo de eso hay"-le digo
Y me recomendó que intente forzarlo un poquito a que hable, que no le de todo tan rápido. Que lo hemos de vigilar, pero entre los dos y tres años esto puede pasar.
Me quedo más tranquila, puesto que este pediatra tiene muy buen ojo para estas cosas. Al hijo de una amiga le habían diagnosticado sordera y le pusieron un implante coclear. Él ya le había dicho que para él el niño no era sordo, que había que mirarlo, pero no hicieron caso. Pues resultó que el chiquillo tiene autismo, ¡y estuvo casi un año oyendo todo amplificado! Y eso porque se lo detectaron en el colegio, que su pediatra habitual no se enteraba.
Y eso es todo por ahora. Lleva una temporada que no calla en todo el día (salvo los domingos en casa de mi suegra, que con tanta gente, parece que se corta o está más observador y está más calladito) y a veces parece que dice cosas con sentido, pero no estoy completamente segura. Espero que sea el comienzo y se lance pronto, que tengo muchas ganas de que me cuente cosas (¡y saber lo que me cuenta!).