No encuentro mejor homenaje para celebrar este Día de la madre que dedicar la reflexión de hoy a desmitificar ese modelo de progenitora tierna, abnegada y profesional que nos intenta vender la sociedad para frustración de la mayoría.
Soy consciente de que en infinidad de ocasiones no soy una buena madre: mis vecinos pueden dar cuenta de las amenazas y chantajes con que castigo a mi pobre hija a fin de que recojan sus juguetes o se laven los dientes antes de ir a la cama (obviamente, porque lo hago a voz en grito y los tabiques de mi casa parecen papel de fumar).
El otro día, sin ir más lejos, me olvidé de recoger a mi pobre hija del colegio. Por suerte solo fueron diez minutos de retraso, pero la pobre niña tenía una carita de susto cuando despendolada, crucé la puerta del centro, que todavía no me lo he perdonado. Esa noche no podía conciliar el sueño al recordar mis comentarios autosuficientes de cada verano, cuando los telediarios nos anuncian la tragedia de algún padre que ha olvidado a su bebé en la sillita del coche… “A mí nunca me podría pasar”.
¿Qué os puedo descubrir sobre el agotamiento de llegar a casa tras las ocho horas de oficina? Solo sé que entonces, el nivel de paciencia desciende hacia límites que rondan la injusticia, que cualquier excusa es buena para justificar el exabrupto, que el jueves pasado mi despiste llegó a su cenit cuando le puse a la niña vestidito justo el día que se iba con la clase de excursión a la granja (y encima llovía). Entre tanto, confieso que he perdido la tarjeta de crédito, y que nadie me interrogue sobre cuando ni dónde porque estoy in albis. A lo mejor me la han quitado mi niña para jugar a las cajeras.
Por mi agotado cerebro navega a sus anchas la última neurona que me resta, suficiente sin embargo para defender a las exhaustas mamás que al igual que la que firma estas líneas, adoran a sus pequeños por encima del bien y del mal, dedican la totalidad de su escaso tiempo libre al ocio y felicidad sus cachorros, velan por sus revisiones médicas, acuden a las tutorías con los profesores… y además, ejercen su trabajo con la mayor profesionalidad posible aunque para ello deban quitarse horas de sueño o hacer malabarismos de cualquier otra clase.
¡¡Mi más cariñosa felicitación a todas las mamás porque sinceramente, nos lo merecemos!!!