Os recuerdo la sipnosis.
La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro: Un viejo campesino calabrés llega a casa de sus hijos en Milán para someterse a una revisión médica. Allí descubre su último afecto, una criatura en la que volcar toda su ternura: su nieto, que se llama Bruno, como a él le llaman sus camaradas partisanos. Y vive también su última pasión: el amor de una mujer que iluminará la etapa final de su vida concediéndole toda su plenitud...
http://www.lecturalia.com/libro/321/la-sonrisa-etrusca
Hoy en la cena hablábamos de cuantas veces se ha podido llegar a despertar Nicolás por la noche, según las temporadas, hasta 12, quizás más…. Hubo momentos en los que fui incapaz de contar. Yo le explicaba que gracias al pecho y al colecho he sobrevivido a esas etapas, descansado lo mejor posible.
Y entonces, mi padre, nos ha hablado del libro y su personaje. Y nos contaba que el abuelo del libro se pregunta y le pregunta a su hijo por qué su nieto no duerme con ellos, que le aconseja que lo coja, que le de brazos…..
Curioso. Me leí ese libro con 18 años en el instituto. Creo que debería releerlo ahora.
Os dejo unos párrafos:
“Soy Anunziata, la asistenta. Los señores acaban de marcharse.
La mujer acomoda diestramente al niño en su cunita.
- Tiene sueño; se dormirá pronto… Con su permiso voy a continuar con la limpieza.
Al viejo le sorprende algo…. ¡Eso es! ¿Cómo no lo advirtió antes?
- ¿Duerme ahí el niño? – y, ante el mudo asentimiento, insiste -: ¿También por las noches?.... Pero – explota indignada - ¿es que aquí en Milán estos niños tan pequeños no duermen con sus padres? ¿Quién les cuida, entonces?
- Eso era antes; cuando yo servía de niñera. Ahora no; los médicos mandan que duerman solos.
- Que barbaridad ¿y si lloran, y si les pasa algo?
- A esa edad ya no…Mire, mejor que la señora no cuida nadie a un niño. Lo mide, lo pesa, lo lleva al mejor doctor…. ¡Y tiene un libro relleno de estampas que lo explica todo!
“Un libro!” piensa despreciativo el viejo, mientras la mujer sale del cuarto. “Si hicieran falta libros para eso, ¿cómo hubieran criado a sus hijos todas las buenas madres que no saben leer? Está claro: ¡por eso los crían mejor y no los echan lejos antes de tiempo!”
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"- ¡No lo coja, señor Roncone! – Advierte Anunziata, apareciendo de repente en la puerta -. A la señora no le gusta.
- ¿por qué ¡La vejez no se contagia!
-¡Señor, que cosas dice usted! Es que a los niños no hay que cogerles en brazos. Se acostumbran, ¿sabe? Lo dice el libro.
- Y a qué han de acostumbrarse? ¿A que nadie les toque?..... ¡Libros! ¿Sabe usted por dónde me los paso? ¡Justo señora, por ahí mismo!... ¡Libros! ¡Hasta los cabritillos, que van solos a la teta apenas nacen, les lame la madre todo el día, y son animales!
- Yo hablo como me mandan- se retira muy digna la mujer.
El niño se acurruca en esos brazos y, riendo, procura asir los crespos cabellos grises. El viejo estrecha esa vida palpitante toda latido a flor de piel.
[…..]
El niño siempre anda buscando. Entonces, si no se siente buscado, por fuerza pensará que el mundo falla y le rechaza. Por eso el viejo le abraza tiernamente, le besa, le huele con tanta avidez animal como olfatea el propio niño, identificándose así con él. “¡Mira que necesitar libros para criarle!...¡Así no se enseña a vivir, sino con las manos y con los besos, con la carne y con los gritos….! í no se enseña a vivir, sino con las manos y con los besos, con la carne y con los gritos….! ¡Tocando, tocando!”
"Gigoló" (vividora) de la maternidad
¡Va por Queli!
Yo de mayor quiero ser.... EMPODERANTE
¡Va por Lolilolo!