- Mar, 08 Dic 2009, 16:29
#353607
Personalmente, lo que no me convence de la postura premio-castigo, y sobre todo del tablón en el que se apuntan los logros y los fallos es que lo encuentro demasiado estandardizado y mecánico, se supone que deberíamos ser inflexibles cuando el propio método te obliga a hacer precisamente lo contrario, me explico (Marcela, siento usar tu ejemplo, que quede claro que no te estoy criticando a ti): colgamos un tablón, escribimos el objetivo, y ponemos pegatinas verdes para señalar los logros y rojas para los fallos. El primer objetivo es que haya más verdes que rojas, pero con el paso del tiempo hay que subir el listón, y por ejemplo tendrá que haber el doble de verdes que de rojas, luego no más de dos rojas, luego ninguna, etc. Es decir, de repente lo que hasta ayer era aceptable, hoy ya no lo es. Puede que lo haya hecho mejor que la semana pasada pero no es acorde con el "nuevo" objetivo. Quizás me equivoque, pero pienso que el niño pueda acabar pensando que las normas son cambiantes, que el hacer algo "bien" o "mal" en realidad es subjetivo y depende del prisma bajo el que se mira, cuando en realidad pretendemos justamente lo contrario, que aprenda a distinguir entre lo que se puede o debe hacer y lo que no.
Los premios me merecen la misma opinión, evidentemente incentivan, pero la relación causa-efecto que pueden producir no es exactamente la deseada. Si por ejemplo le prometo a mi hijo un premio por recoger sus juguetes, es porque le quiero incentivar, es decir, porque se trata de algo que le cuesta. Supongamos que se lo toma en serio, recoge sin rechistar a lo largo de toda la semana, y recibe el premio. La semana siguiente recoge también sin problema, porque se espera un premio, pero en mi opinión "ya ha aprendido" y no necesita premio. O le tengo que subir el listón y además de recoger tendrá que hacer otra cosa (trabajar más para lo mismo). Posiblemente se lo acabe tomando como una injusticia, porque le estoy negando algo que previamente le he concedido.
En resumen, creo que el problema radica en que los adultos lo vemos de otra manera, con este sistema tratamos de proporcionarles un ejemplo práctico para que vean que las acciones tienen consecuencias, pero los niños lo toman de forma literal, es decir "mamá dice que si recojo me da un premio, me lo dará cada vez que recoja". Es decir, no entenderán el principio de causa-efecto tal y como nos gustaría que lo hicieran, y lo extrapolarán a más ámbitos: nosotros pretendemos premiar el esfuerzo, pero pueden acabar pensando que hay que hacer las cosas (cualquier cosa) para obtener algo a cambio.
Evidentemente, hay diferencia entre usar este sistema a diario o solo de vez en cuando y para algunas cosas. Estoy claramente en contra de lo primero, en lo segundo no consigo aclararme. Creo que, utilizado de forma ocasional, puede ser increíblemente efectivo, pero tengo mis dudas de que sea a largo plazo, porque yo misma corro el riesgo de caer en la trampa, de pensar que, como esa vez que le castigué funcionó tan bien, si recurro de nuevo a eso obtendré buenos resultados. Y a lo mejor, resulta que ese castigo no funcionó como medida pedagógica y educativa, sino por inesperado. Ahora ya se lo espera, y no será tan efectivo, o tendré que cambiar de castigo (y me meto en un engranaje del que será difícil salir).
En fin, lo considero un tema muy controvertido, en realidad no me atrevo a decir que no lo haré así
nunca, pero ante la duda prefiero que sea las mínimas veces posibles.
Besos.
♥ Mamá de dos polluelos que dieron forma a mis sueños y los hicieron realidad ♥
Escritora, bloguera, traductora, y un montón de cosas más... Mi blog: El mundo de Kim