Os pongo un poco su ideario y os paso una entrada escogida al azar :
La Asociación Mundial de Educadores Infantiles nace con el fín básico de ayudar a los maestros de los niños más pequeños en su cada día mas complicada labor, y para ello elabora y recopila materiales que le ayuden en su trabajo en el aula.
Pero también nace con el fín de defender un marco normativo donde la Educación Infantil, de la Primera Infancia o como al final le quieran llamar, sea REALMENTE EL PRIMER ESLABON DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS.
Queremos que la Educación Infantil cobre, tanto en cobertura, como en calidad, el papel que, sencillamente, los niños se merecen.
Por ello, hemos elaborado este documento que viene a sintetizar nuestro MODELO DE EDUCACIÓN PARA LOS NIÑOS MAS PEQUEÑOS.
http://www.waece.org/enciclopedia/resultado2.php?id=100140
El castigo debe quedar fuera como forma de intervención. Cuando castigamos al niño por una conducta indeseable, estamos provocando sentimientos de vergüenza y de culpa que no contribuyen en nada a fomentar comportamientos de cooperación social. El niño que es castigado no tiene la posibilidad de coordinar sus puntos de vista con el de los otros, ya que se produce un circuito cerrado entre su conducta y la consecuencia punitiva impuesta por el adulto. Por ejemplo, si un niño se dirige de manera agresiva a otro niño, podemos hacerle ver que su comportamiento afecta la sensibilidad de su compañero y que a nadie le gusta que le peguen gritos. Mostrarle de qué manera se puede decir lo mismo y obtener lo que queremos conseguir utilizando otras palabras o un tono diferente. Si castigamos al niño mandándolo fuera de la clase o separándolo del grupo, lo único que conseguiremos es que sienta rabia o vergüenza, o ambos sentimientos a la vez, y que la próxima vez que esté tentado de hacer lo mismo, no lo haga porque teme el castigo del que fue objeto, pero no habrá aprendido a considerar el punto de vista del otro y relacionar su conducta con las consecuencias que genera.
Constance Kamii, en su libro La autonomía del niño (México, 1981) habla de las sanciones por reciprocidad como una forma de respuesta a las conductas disruptivas de los niños. Este tipo de sanción se caracteriza por ser una coacción mínima y tiene una relación lógica y natural con el acto sancionado. Por ejemplo, si un niño interrumpe a la hora del cuento, se le puede decir: «Si haces ruido o interrumpes el cuento no puedes quedarte, si te quedas no debes interrumpir», o si se trata de un niño que rompe los juguetes, decir: «No tendremos más juguetes lindos si tú los rompes, así que no puedo dejar que los uses a no ser que los cuides. Si no los rompes puedes jugar con ellos igual que tus compañeros». Este tipo de sanción por reciprocidad, además de tener una relación lógica con la conducta y permitirle tomar conciencia de las consecuencias de su acción, le ofrece alternativas entre las cuales puede elegir. Por otro lado, también aprende que su comportamiento debe tener un límite claro marcado por el derecho que poseen los demás.
Pero no siempre la intervención del maestro debe ser a través de una participación activa. Muchas veces es conveniente proporcionarles a los niños la oportunidad de resolver las dificultades relacionales por sí mismos, evitando intervenir prematuramente. Esta es también una forma de intervenir, que necesita de una observación aguda del comportamiento de los niños en las situaciones habituales de la vida escolar, para conocer cada día mejor sus dificultades y su manera de reaccionar ante ellas. También en esto es importante el ejercicio de la intuición: saber en qué situaciones debemos intervenir activamente y en cuáles es conveniente dejar que los niños ensayen respuestas hasta encontrar la manera más eficaz de resolver sus dificultades.
Esta forma de abordar el manejo del conflicto en la escuela se fundamenta en la concepción constructivista del aprendizaje y la enseñanza, la cual no solo abarca la dimensión intelectual, sino que constituye un referente teórico que nos permite actuar desde una propuesta de participación y construcción de los aprendizajes por parte del niño, en todos los aspectos del desarrollo. No se trata de enseñar a los niños ciertas pautas morales de comportamiento que deban aplicar en todas las situaciones problemáticas, sino más bien, de una práctica sistemática de razonamiento y de elaboración que potencie su desarrollo cognitivo y afectivo a través de la exploración de los sentimientos que acompañan sus pensamientos y sus acciones, y sean capaces de valorarlos para poder adoptar comportamientos y actitudes que les permitan resolver los problemas de interrelación de manera satisfactoria, sin recurrir a la agresión o a la violencia. Empezar con esta práctica en la Escuela Infantil prepara a los niños para abordar las situaciones que se presentarán más adelante, cuando asistan a la Escuela Primaria y Secundaria, donde las situaciones se tornan cada vez más difíciles de manejar, a juzgar por los hechos cada vez más frecuentes de violencia escolar.