Ayer quisimos ir a casa de los abuelos en coche. Fue imposible. No quiere ni acercarse al auto. Si vamos paseando, vale, si no, a casa. Si intento, si intentamos convencerle, no conseguimos más que lloros y más lloros. No puedo ni sentarle en su silla y ponerle los cinturones, tiene tanta fuerza que me resulta no sé si imposible, pero si complicadísimo. Pensamos que puede estar asociando el coche con malestar, pero evidentemente entrar en una racha así limita bastante. Ayer nos volvimos a casa, no teníamos la obligación de movernos, cambiamos nuestros planes y fueron los abuelos los que vinieron a vernos.
Pero no me sentí bien con la situación. Llamé a una amiga y estuvimos charlando (gracias Clara). Fue ella la que me dirigió hacia este artículo de Jean Liedoff y me puse a leer más sobre ello.
http://cuatroenlacama.blogspot.com/2008 ... icado.html
http://asociacionsina.org/2009/05/15/en ... continuum/
Rescato algunos párrafos del artículo del blog cuatroenlacama que me están dando que pensar:
“Jean procedió a describir todos los errores comunes cometidos por padres que genuinamente tratan de hacerlo todo bien (llevando en brazos a sus hijos, amamantando y durmiendo con ellos). Aterrorizados por hacer algo mal y tratando duramente de salvar a nuestros chicos de toda la agonía que nosotros sufrimos de pequeños, nos sobrepasamos, precisamente en la dirección contraria (a lo que Jean se refiere como centrados-en el niño). Tratamos demasiado duramente de complacerles, y demasiado duramente de no enfrentarnos a ellos. Estamos demasiado atentos y demasiado sacrificados (¿Cómo Jean me conocía tan bien?). Parecemos culpables y ansiosos en nuestro trato con nuestros hijos, les pedimos permiso, y continuamente razonamos, explicamos y pedimos perdón. Todo esto pone al niño al control, y desde que lo que el niño por naturaleza quiere y necesita no es estar al control, sino una madre que lo esté, hace al niño inseguro y a veces enfadado.
“La niña necesita una madre que confíe y sea tranquila”, explicó Jean. “Una madre que sepa lo que hay que hacer, y que no le pida permiso a su hija. Puede parecer lo contrario, que la niña esté luchando por más control, pero irónicamente ella está luchando para no llevar el control y te está presionando para que te mantengas firme. Cuándo un niño siente que puede llevar el control, su impulso es presionar para ello. Ella no resiste esto, ya que es la naturaleza humana y es para lo que está programada.”
“La vida de un niño depende de sus padres. Ella espera de ellos protección, fuerza, y certeza. Ella quiere que ellos sepan qué es qué, lo que está bien, lo que está mal, qué hacer y a dónde ir. “Tu eres la adulta, mami, así que no me preguntes qué quiero hacer. Quiero que tu sepas, así puedo observarte, y seguirte, y ayudarte. Estoy tratando de empujarte hasta que te mantengas de pié y calmada, hasta que te mantengas firme. Así podré sentirme a salvo y segura, me podré relajar y contar contigo. No quiero ser capaz de presionarte, eso me pone nerviosa, pero si tú pareces tambaleante voy a seguir empujándote hasta estar segura que no te caerás. Empujaré y empujaré hasta que haga que tú sepas lo que haces, y entonces me encontraré bien. Entonces pararé de observarte y de probar tu fiabilidad”.
En la entrevista que os enlazo dice:
“Otra de sus recomendaciones es atender a los bebés sin que sean el centro de atención…
No deben ser el centro de atención. ¡Y no es lo que ellos quieren! Si tú eres la madre, no puedes estar pidiendo continuamente al bebé qué quiere hacer o qué quiere que haga mamá. Eso equivale a no comprender para nada el concepto del continuum. Más bien es Yo hago lo que hago y tu eres como un pasajero, que mira y aprende lo que hacen los adultos de esta cultura, de esta raza. El pequeño tiene un sentido natural de la jerarquía, entiende que los niños mayores saben más que él y los sigue para aprender qué hacer. Al principio participa de la vida de los adultos de forma pasiva, pero no como protagonista central y único. Durante miles de años, la persona que atendía el bebé lo hacía a la vez que otras cosas, normalmente trabajando en el campo con el niño encima, pero sin estar permanentemente pendiente de él.”
Bien, yo hago exactamente eso. Priorizo constantemente las necesidades de mi hijo. Soy capaz de buscar alternativas, cambiar planes, lo que sea, para que no se lleve un mal rato (salvo que nos sea completamente imposible), como dice Liedoff, intentando evitarle cualquier agonía. Sigo viendo a mi bebé, sigo llevando a la práctica la máxima de no dejarle llorar. Pero no puedo “salvarle” de absolutamente todos los malestares, hay que cortarle el pelo, hay que ir al médico cuando está malito, ponerle vacunas, y yo sólo puedo acompañarle, no evitarle su sufrimiento. Ya no es mi bebé, ahora es mi niño y creo que necesitamos reubicarnos ambos. Ahora mi duda, ¿cómo encuentro el equilibrio adaptado a los 27 meses? ¿Como podemos ir evolucionando en la búsqueda de esa armonía?
"Gigoló" (vividora) de la maternidad
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Yo de mayor quiero ser.... EMPODERANTE
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