Laura Gutman
Esta frase, cambió todos mis esquemas.
Así fue como encontré mi Propia Sombra:
Durante mi embarazo pensé mucho, creí tener claras muchas ideas, leí muchos artículos y creí saber cómo criaría a mi bebé, tal como marcaban los cánones sociales actuales. Dormiría solo en su cuna desde el primer momento, aunque tuviera que levantarme a atenderle cuantas veces necesitara, ¿y cuidado a partir de los cuatro meses!, antes no importa porque los bebés no tienen memoria pero a partir de entonces habría que reforzar los hábitos adquiridos hasta ese momento. Hábitos y rutinas, por otro lado, que no rompería por nada del mundo.
Y llegó Nicolás y no cumplí nada de lo pensado ni de lo pactado. Durante estos casi nueve meses de maternidad recién adquirida he roto todas y cada una de las pautas memorizadas, desde las de lactancia, pasando por las de sueño y acabando con las de horarios y hábitos. Y así fue, como mi propio hijo me indicó el camino hasta llegar a conocer la crianza con apego. No sé si es o no más verdadera o mejor que las demás teorías sobre crianza. Sobre todo porque las teorías no son sino eso, Teorías, con sus seguidores y sus detractores, pensamientos, todos ellos en un plano abstracto general. Pero en mi caso, sin yo saberlo, y desde que pisamos ambos nuestra casa, coincidió que lo que pedía todo mi ser y mi corazón, hasta en sus confines más primitivos, luego se vio traducido en la llamada “teoría de la crianza con apego”.
Si Nicolás lloraba todo mi cuerpo saltaba directo a cogerle, abrazarle e intentar calmarle con el contacto, no solo de una caricia, sino del cuerpo con cuerpo. Mi cabeza enseguida actuaba proponiendo darle el pecho, ya fuera por hambre o por consuelo, no importaba, como tampoco importaban horarios de tomas ni medidas de tiempo. Mi corazón enseguida reclamaba su presencia en nuestro cuarto, a mi lado, primero en un moisés y a los pocos días en mi propia cama, facilitando así nuestro bien más caro y preciado, el sueño y por tanto el descanso.
Choqué de frente con la realidad de MI maternidad, con las necesidades de MI hijo, con las fronteras de NUESTRO recién creado vínculo. Y sin más referencias decidí que no estaba contenta ni con libros, ni con consejos, ni con recomendaciones y que estuviera equivocada o no, prefería seguir los susurros de MI INSTINTO.
Las dudas siguen aquí, viajan conmigo en mi nuevo y perpetuo papel de madre. Siento que ya nada es igual, que vivo en una dimensión distinta, con y para mi bebé, que se hará un niño y luego un adolescente y del que me despediré finalmente viéndolo ser adulto.
No deseo plantearme si lo mal-crío o lo bien-crío, solo sé que nuestra necesidad es mutua, que necesito su contacto tanto o más que él el mío y que en estos meses de continuo aprendizaje es necesario que me mantenga a su lado, justo a su altura, para jugar, para gatear, para aprender a andar, a hablar, para frenar las caídas, para investigar, para reconocer, para tocar, para encontrar. Porque así solamente sabrá lo que significa “el mundo”, lo grande y pequeño, lo cruel y lo maravilloso que puede ser. Y porque así yo me reencontraré con la niña que fui y que a veces olvidé.
Dormir con él, seguir con la lactancia mientras él lo desee, cuestionar las normas de crianza establecidas, preguntarme cómo me enfrentaré a su educación, a su crianza desde el cariño, desde el roce, desde el respeto, sabiendo que tendrá que aprender que existe el no y que existen unos límites, unas consecuencias, pero siempre ofreciéndole todo mi amor a través del abrazo. Ese es y ese será el lado oculto de mi maternidad, mi propia sombra.
Esta es mi pequeña gran declaración de principios en los confines del pequeño gran reino de mi hogar.
"Gigoló" (vividora) de la maternidad
¡Va por Queli!
Yo de mayor quiero ser.... EMPODERANTE
¡Va por Lolilolo!