El caso es que yo soy muy pero que muy cobarde. Como será que cuando miro a Sandra no puedo entender como me atreví a pasar por un parto. Me dan pánico las agujas, la tensión se me dispara cuando me la toma un médico, tengo fobia a los hospitales (no soporto el olor), en fin, todo un poema.
Con Sandra me atreví porque como no sabía lo que era parir, ni pasar por un embarazo pues me dije: venga no puede ser tan malo. Y es cierto que no fue malo (quitando la multitud de pinchazos y la ansiedad que me creaba tener que hacerme las revisiones), pero ahora que sé con exactitud por todo lo que hay que pasar, la verdad es que no sé que hacer.
Mi marido no sabe nada de mis comederos de cabeza, no se lo digo porque si por él fuera, el hermanito de Sandra ya estaría con nosotros hace tiempo. No quiero hacerle ilusiones y prefiero comerme yo sola la cabeza y cuando por fin tome una decisión, decírselo.
En fin y resumiendo, que me muero por tener otro bebé en brazos, pero soy demasiado cobarde para atreverme.
Eso sin contar el miedo a no apañarme con dos niños, no ser capaz de aguantar la presión, si sabré cuidarles y quererles como se merecen, las sensación de traicionar a mi peque...
Ahhhhhhhhh! ¡Soy una duda con patas!.
Bueno perdonad por el rollo que os acabo de soltar, supongo que pensareis que estoy como un cencerro.
Besitos.
Laura y Sandra (3 años juntas)