Aqui teneis el mío....... espero que os guste, aunque sí, es verdad, me ha salido un poco largo
Mi vivencia con la lactancia materna
Con este relato tan solo pretendo poner por escrito mi vivencia personal, mis emociones… recordando y disfrutando con ese recuerdo, relativizando los agobios de los primeros meses, sonriendo al reconocer que realmente no tenía ni idea de lo que supondría dar el pecho a mi hijo. No he cumplido nada de lo que yo pretendía o pensaba que debía hacer, pero a cambio, me siento dichosa como madre. Con este relato me gustaría dar a conocer como he vivido y sigo viviendo esta experiencia, espero que sea un relato positivo, que anime a otras mamás a luchar por una lactancia exitosa que les dé muchísimas alegrías y les haga sentirse satisfechas consigo mismas.
Durante el embarazo no lo dudaba cuando me preguntaban: sí, si pensaba dar el pecho a mi hijo. No me planteaba más, nunca se me ocurrió buscar información por mi cuenta, solo escuchaba a la gente a mi alrededor hablar de tomas, de si se juntaban unas con otras, de que había una toma por la noche, la toma de la noche, un poco engorrosa pero que enseguida se suprimía, que se les había cortado la leche, que no les quedaba, el final de la baja maternal era el comienzo de biberones y papillas…… Un mes antes de dar a luz asistí a una reunión de la Liga de la Leche y hoy en día solo puedo decir que bendito el día que mi marido me habló de esas reuniones y a las que me animó para que asistiera cuando ni tan siquiera había oído hablar de los grupos de apoyo. Durante los cursos de preparación al parto, solo hubo un video noruego sobre nociones básicas y poco más.
Y llegó el gran día. Nicolás nació por cesárea, lo subieron enseguida a la habitación junto a su padre. A la hora me subieron a mí y me preguntaron si quería ponérmelo al pecho. Por supuesto que quería. Ese momento fue extraordinario, Nicolás se enganchó perfectamente, a la primera, y se puso a succionar. Los días que pasé en el hospital, preludio de los tres o cuatro meses siguientes, fueron horribles. Nicolás lloraba y lloraba y yo me lo ponía al pecho una y otra vez….. Las indicaciones eran sencillas: tenía que estar entre diez y veinte minutos en cada pecho, no más, cada hora y media o dos horas y que si el niño se quedaba con hambre habría que pensar en una ayudita en biberón. Así se la dieron la primera noche, así se la dieron la segunda y con esa convicción salimos del hospital, pensando que con el calostro no era suficiente. A los lloros de mi hijo, como únicas explicaciones me respondían que eran gases o que le pusiera chupete….. me estrujaban la teta y me decían, “pues calostro tienes”…… Inconscientemente cada vez que oía llorar a mi bebé a mi lo único que se me ocurría era ponerle al pecho, pero alrededor la frase que oía era siempre: “este niño se queda con hambre”, o la pregunta ¿será que tu leche no le alimenta?” déjalo en la cuna, no puedes tenerlo en brazos siempre que llore y te reclame, ya se le pasará.
Por ironía del destino, en la canastilla que te da el hospital no les quedaba una muestra de leche artificial. Llegamos a casa y desde ese mismo momento hasta cuatro meses después hice mío el lema “a demanda” y lo puse al pecho siempre que lo necesitó, siempre que lloró, ya fuera hambre, sueño o necesidad de contacto lo que buscaba. Al principio, ilusa de mi, aproveché una libreta que te venía en la canastilla de regalo también, para apuntar las tomas. Estuve apuntando tomas absurdamente durante un mes….. apuntaba tomas cada diez, veinte, treinta minutos, tomas que iban desde cuarenta y cinco minutos a chupitos que duraban cinco minutillos. Y no hacía más que preguntarme qué estaba haciendo mal que mi hijo no era capaz de aguantar las dos horas de recibo entre toma y toma. Intentaba seguir las pautas que me habían dado pero era imposible….. a mi hijo solo le calmaba a la teta, ¿Cómo era posible? En qué me equivocaba? La realidad de esos días era que la lactancia me estresaba, no era capaz de disfrutar de esos momentos. Mi realidad no se parecía en nada a la teoría que me habían contado. No llegaba a ubicarme ni conseguía sentirme realmente feliz, vivía la lactancia nerviosa y se lo transmitía así a mi hijo.
Las noches eran un infierno, me levantaba cada media hora, cada hora, oyéndole llorar, para ponérmelo al pecho. Se lo daba sentada en nuestra cama y conforme pasaban los días y más cansada me sentía, más miedo me daba quedarme dormida y que se me resbalara de los brazos. Alrededor, con buena fe, por experiencias propias, nos aconsejaban un biberón de leche artificial, mano de santo para que durmiera de un tirón, pero no sé por qué, de verdad que no lo sé, nunca le hicimos uno. Dudamos mucho, muchísimo, resultaba tan tentador, pero llegada la hora mi marido el pobre era un zombie nocturno y a mi me resultaba mucho más rápido y más cómodo ponérmelo al pecho en nuestra habitación. Entonces descubrí que podía darle el pecho tumbada y que de hecho era la postura más cómoda para mi. Sentada, siempre le daba bien de un pecho, el izquierdo, pero con el derecho me las veía y me las deseaba, Una vez adoptada esa postura como la postura hogareña oficial para dar de mamar….. una cosa nos llevó a la otra, y la unión de lactancia materna y múltiples despertares nos acercó a la opción de colecho, pero ésta es otra historia.
Conforme pasaban los días y las semanas fuimos mirando en Internet información sobre lactancia materna, sobre qué significaba “a demanda”, nos acercamos a la crianza natural, a Carlos González, a Rosa Jové, a Dormir sin Llorar…. A webs, artículos y lecturas que a mi me daban fuerzas, hacían que me sintiera más feliz con mi lactancia, que permitían que mi instinto por fin fuera aflorando sin ataduras. También ayudó que Nicolás crecía grande y sano, engordando medio kilo a la semana, poco a poco superó la etapa de los cólicos o los gases o lo que fuera que le hizo llorar tanto durante sus primeros meses. No he tenido grandes complicaciones, afortunadamente no sé lo que es una mastitis, por ejemplo. Todo fue ir entendiéndonos, acoplándonos y disfrutar de esos momentos con paz y tranquilidad y conforme nos readaptábamos a la situación mi suspiro de alivio era mayor. También hubo un cambio a la hora de mostrar la lactancia a los demás, pasé de retirarme a una habitación, de no salir, de irme a los baños públicos, a amamantar delante de las visitas o de los amigos e incluso a amamantar en la calle y aunque suene raro, ese “salir del armario” trajo un gran cambio en nuestra vida cotidiana.
Y sin quererlo llegamos al final de la etapa de la lactancia materna exclusiva a los seis meses. De ahí hasta hoy el tiempo ha pasado como un suspiro. Para nosotros, la teta es mágica, bendita teta, que lo alimenta, lo consuela, lo duerme, lo calma y hasta con ella juega. La teta me ha dado mucho de lo que ahora creo que soy como madre, nos deja como legado un vinculo que noto a diario, de manera especial e inexplicable. Llevamos algo más de diecinueve meses de lactancia materna. De momento no veo que él tenga ningún interés en destetarse y yo tampoco deseo que lo haga, estamos bien así. Hemos superado noches de mil despertares, angustias de separación, una huelga de lactancia, agobios por no querer comer nada sólido…… y creo que así seguiremos, etapa por etapa, racha a racha, hasta que ambos queramos. De hecho, me encantaría llegar a los dos años de lactancia, no sé por qué pero me hace mucha ilusión. Ahora oímos a menudo la pregunta de por qué sigo dándole la teta si el niño ya puede comer de todo, si es demasiado mayor. La toma porque quiere, porque la necesita y porque yo puedo y quiero dársela porque no es mala, porque alimenta, porque consuela, porque es vida y es amor, y el que no quiera verlo que no lo vea.
Han pasado diecinueve meses y soy otra, la lactancia ya no es lo que era para mi cuando estaba embarazada, ni lo que fue en sus inicios, es algo mucho más profundo y salvaje, hermoso, único, es algo “evidente” que me acerca más a mi hijo, de un modo parecido a como cuando lo sentía protegido en mi barriga. Me siento realmente afortunada por el “don” que me ha dado la naturaleza. Me alegro de haber seguido el camino que mi propio hijo me marcó buscando mis apoyos aquí y allá y me alegra ver que esos apoyos existen. Ojalá sean cada vez mayores, sobre todo para las mamás que comienzan, para que puedan hacerlo más seguras y felices. A día de hoy el único apoyo que me interesa es el de mi hijo y mi única satisfacción, el verle crecer sano, sociable y feliz. Es mi mayor victoria y para él mi mejor regalo.
"Gigoló" (vividora) de la maternidad
¡Va por Queli!
Yo de mayor quiero ser.... EMPODERANTE
¡Va por Lolilolo!