Cuando ella llora, nadie puede ayudarla. Sus lágrimas se deslizan por sus mejillas y no hay consuelo para ella. Cuando tiene hambre, nadie puede aliviarle la terrible sensación de necesitar comida y no tenerla. Cuando se da un golpe, nadie le presta atención, y cuando las moscas rozan su piel nadie puede evitar que tras ser espantadas vuelvan a posarse sobre ella. Donde vive, no hay insecticida. No puede estar limpita, porqué nunca le han puesto un Dodotis. Para ella, no hay papilla, ni potitos, ni hay una primera vez para probar la fruta. Cuando llueve, se moja, y cuando tiene frío, sólo tiene el cuerpo de su madre para protegerse de él. No hay tiendas llenas de ropa bonita para comprar dónde ella vive. Puede que no aprenda a andar hasta los dos años, y cuando lo haga no habrá nadie grabando emocionado ese acontecimiento. Porqué dónde ella vive no llegan las cámaras de vídeo, ni las cámaras digitales. No existen los álbumes de fotos. Por la noche, no la espera una cama calentita, y nunca le harán el “Método Estivill” para que aprenda a dormirse sola y sin llorar. Dormirá sola, y llorará, llorará porqué tiene frío y porqué se está muriendo lentamente de hambre y nadie puede ayudarla. Nadie se preocupará por si llora demasiado, tampoco si es acertado cogerla mucho o poco; nadie se preguntará si los traumas se apoderarán de ella, ni qué será de mayor.
Cuando ella llora, miles de almas a su alrededor lloran con ella, porqué nadie puede hacer nada para ayudarla. Nadie ha podido evitar que naciera dónde viven los olvidados, dónde viven aquellos que no saben lo que es vivir, porqué sólo saben lo que es sobrevivir. La única suerte que tiene es que seguramente nunca sabrá que quienes podrían ayudarla, a ella y a millones de persones como ella, le han girado la espalda y contemplan, des de su pedestal, cómo mueren lentamente aquellos que han nacido para sufrir.