De entrada nos dijo el jefe de estudios que esa clase era "conflictiva". Qué pena que etiqueten a unos chavales tan pronto. Nadie los conoce (porque su tutora se acaba de incorporar esta semana y el que dirijía la reunión era el jefe de estudios, que no les imparte clases) y sin embargo, ya dicen que son conflictivos. ¿Por qué? pues porque hay varios (muchos según el jefe de estudios y algunos padres que se quejaban) repetidores y otros tantos que han pasado sin tener que hacerlo, es decir, que llevan un nivel muy bajo. Después de escuchar más de 15 minutos de quejas (por qué esos niños tenían que estar en esa clase, por qué no los repartían, por qué...) pensé que si yo fuese una madre de uno de esos niños estaría con unos sentimientos encontrados de vergüenza, rabia y no sé qué más, que me comería por dentro.
No me quedé callada, les dije que esos chavales necesitaban una oportunidad, que no podíamos hablar de ellos como si fuesen una lacra social por el simple hecho de haber repetido. Los padres, la mayoría, me dijeron que repercutían en el ritmo de la clase, que al no querer trabajar, molestaban a sus hijos (coincidentemente, sus hijos eran todos muy listos y remilgados ). Me callé. Vi que no era mi batalla, tan sólo puntualicé que esa tutora, que acababa de llegar al centro, merecía conocer a su curso sin prejuicios. Lo merecía ella y los propios chicos.
Pasaron lista y ¿sabéis algo?, los padres que faltaban eran todos los de los críos repetidores. Se me cayó el alma a los pies. Me di cuenta de que la educación está en las aulas, pero también en casa (para mí en mayor medida), me pregunté qué podíamos pedirles a esos chavales si los padres les daban esos ejemplos.
La ESO está mal, chicas, ya lo veréis cuando lleguen, pero algo en el sistema social que tenemos también falla, y es el poco caso que se les hace a los chavales en general (perqueños y grandes). Parece que estorban, parece que lo tienen que hacer todo solos, con lo bonito que es acompañarlos en cada etapa de la vida...