Lo que no se me pasó por la cabeza, ni siquiera remotamente, fue que Alonso quisiera engancharse a la teta a la vez que Nuño. Afortunadamente no pasa siempre, pero ha habido alguna vez en que justo es ver a Nuño conectado a la teta para que Alonso también la quiera.
Y no me sirve de nada razonar con él, y decirle que primero el peque, que toma muy poquito y que después él. Le entra la rabieta y a chillar y llorar. Alonso nunca ha sido un niño con rabietas, pero ahora no lo puede evitar, y eso que estamos todos pendientes de él para que no se sienta abandonado.
Y para colmo, mi padre. Según él lo que necesitaba Alonso es unos azotes, pero claro, con esa educación que le estamos dando, que le consentimos todo y bla, bla bla. Y mi padre es peor que Alonso, porque con él tampoco se puede razonar, y siempre está en posesión de la verdad absoluta. Él es el único que siempre tiene razón. Y siempre lo dice todo gritando, con lo cual lo único que consigue es alterar más a Alonso, alterar a Nuño con sus voces, y alterarme a mi, cosa que con la revolución de hormonas que tengo es muy fácil de conseguir.
Así que esta semana que tengo por delante antes de irme a mi casa se me va a hacer eterna. Entre mi madre y mi marido me convencieron para quedarme en Valladolid cuando vine a hacerme el primer registro, y todavía podía haber aguantado en mi casa una semana más, y ahora entre mi madre y mi marido otra vez no me dejan volver a casa hasta el domingo, así que lo llevo claro. Se supone que es para que me recupere mejor de la cesárea, pero de la cabeza creo que voy a acabar peor.
En fin necesitaba desahogarme, porque esta mañana ha sido un poco durilla.