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Memorias de un bebé políticamente correcto
Recuerdo que mis días de bebé fueron los más felices de toda mi vida, aquellas seis semanas que pasé junto a mi madre se conservan en mi memoria y durante algún tiempo fueron la frágil balsa que me mantuvo a flote en los momentos más duros de mi infancia.
Mi padre me hablaba constantemente de mi madre, me contaba lo importante que era para la gente, lo mucho que se sacrificaba por ser un ejemplo para el resto de las mujeres y que yo tenía que esforzarme también para ser un bebé ejemplar, el estandarte de un nuevo orden social.
Por el día escuchaba las historias sobre mi madre y, orgulloso de ella, por las noches la esperaba ansioso para que ella me las relatara. Me despertaba a menudo para sentir su piel, su calidez, su amor, pero al cuarto mes me dijeron que no podía ser, que la noche era para dormir y para descansar. Aquellas noches se hicieron muy oscuras, más que por la falta de luz por la ausencia de calor. Lloré mucho, pero al final comprendí que mi madre se sacrificaba por el bien de mucha gente y yo decidí sacrificarme por ella, la persona que más quería en el mundo y, finalmente, me resigné silencioso.
Los fines de semana eran muy ajetreados, mi madre tenía un aparato que se acercaba a la oreja y con el que se comunicaba con personas muy importanes. Yo acercaba mi orejita a su corazón pero ese aparato volvía a sonar y me metían otra vez en el parque para que aprendiera a jugar yo solito.
Siguió una etapa muy confusa en mi vida en la que me llevaban de un sitio para otro continuamente. Las personas mayores que se hacían cargo de mi se sucedían una tras otra, día tras día, sin que al parecer me sintiera a gusto con ninguna hasta que una de ellas me sentó a pensar. Y yo pensé: “¿Quién de todas estas personas es mi madre?”. Y mi primera palabra brotó de mis labios: “¿Mamá?”. La repetí una y otra vez. Todo el mundo sonreía satisfecho, pero nadie parecía enteder realmente lo que yo quería decir, lo que yo necesitaba oír: “Cariño, tesoro mío, has dicho tu primera palabra, te voy a comer a besos”.
El día que gateé por primera vez mi cuidadora intentó establecer una videoconferencia para que mi madre me viera en directo, pero su secretario no consideró este hecho de suficiente relevancia para distraerla y la petición fue rechazada.
Para mis primeros pasitos mi cuidadora, un solete de chica, insistió durante más de una hora para contactar con mi madre y esta vez el secretario cedió: “Pero que no se acostumbre”. Pude ver a mi madre alzar la cabeza sonriéndome entre firma y firma, documento tras documento. Intenté abalanzarme sobre ella y acabé abrazándola virtualmente, fue un momento intensamente feliz para mí.
El tiempo transcurrió y la sensación de que mi madre se alejaba me abandonó pues creo que nunca estuvo realmente cerca de mí. La lección estaba aprendida, encontré el camino que habían diseñado para mí. Era un camino repleto de señales, muchas señales de prohibición, muchas señales con obligaciones y muy de vez en cuando una pequeña señal de cariño. El camino estaba muy transitado, habían muchos niños a mi alrededor de la misma edad, pero al mismo tiempo era muy solitario puesto que estábamos obligados a competir entre nosotros incansablemente.
Yo gané. Les gané a todos. Conseguí ser el mejor en todo lo que me propuse. Conseguí ser el más sociable, el más inteligente, el más tranquilo. No existía sufrimiento para el que no estuviera preparado, puesto que ya había sacrificado lo más importante en mi vida: El amor por mi madre. Me convertí en un niño de hojalata, brillante por fuera y hueco por dentro. Sin corazón para sufrir pero tampoco para amar.
No es mi deseo causar pena ni alegría con estas palabras, esos sentimientos ya no significan nada para mí. Os he contado mi historia para que sepáis, para que no olvidéis que “Yo soy el modelo de hijo a seguir”.
Desde luego, ojalá le llegara esta carta a esa súper mamá...
Pero como relato, ME HA ENCANTADO, que conste, ahora, yo lo contaría como algo más general, de una mami MUY ocupada pero no precisamente ella, no se, por no atacar tanto cuando ni sabemos en realidad lo que hay en esa familia, igual hay alguna abuela super cariñosa que se va a vivir con ellos, no sé!!!
Creo que lo que está mal es lo que dijo la vicepresidenta.
A la ministra y a su marido, creo que hay que darles una oportunidad, y respetar su decision porque sino, en el fondo, no valemos mucho más que la vicepresidenta al caer en el radicalismo...
Y como me dijo mi marido ayer " quien te dice a ti que el marido no va a cuidarlo en el mismo ministerio y cuando pida teta se la lleve ? "
Y la verdad, no sabemos como lo harán.
Un abrazo
Estoy con Patri en que lo reprobable es lo que dijo la Vicepresidenta, no es modelo de nada, salvo de si misma y de las mujeres que escogen esa opción. Pero existe otro modelo que lo tenemos más dificil, mucho más, las mamás que optamos por dejar de trabajar para ocupanos en exclusiva de nuestros hijos. Y otro más, las que siguen trabajando con jornadas reducidas y tienen que agunatar malas caras de compañeros y jefes, a las que se les exige que trabajen lo mismo en menos tiempo...
Lo que deseo y creo que hay que luchar para conseguir es que cualquiera de esas opciones sean reales, existan, independientemente de las circunstancias económicas y familiares, que cualquier mujer pueda optar libremente por la que prefiera.
Edito para dejar un artículo que me ha gustado mucho:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/ ... iopi_7/Tes