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por lapinta
#253349 Es que tengo esa duda.

Ya sé que es inevitable que los niños lloren (el mío por cierto nunca ha sido muy llorón, más bien quisquilloso, aunque nunca le hemos dejado llorar solo), y que debemos estar ahí en esos momentos y no abandonarlos.

Se de todas las consecuencias de encontrarse solitos y desprotegidos en esos momentos, pero mi pregunta es que cuando les dejas llorar, por todo lo que he leido, se desbordan las hormonas relacionadas con los circuitos del estrés. Y esto es nefasto para su desarrollo y pq aprenden que no pueden pedir ayuda (entre otras cosas).

Pero, y cuando lloran en brazos?. Yo creo que también se activan las mismas hormonas, vamos que ellos viven gran estrés, aunque estén acompañados.Sí, al menos saben que su papá o mamá no les ha abandonado. Pero y todo ese arsenal químico que se suelta en esos momentos?. No les puede afectar en su desarrollo?.

No sé, he leido bastante sobre el tema, pero estoy muy confundida.

Me podeis ayudar con mi "duda tonta"?. Gracias.

ROSA ANA y JUAN (papás de Joan)
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por sadie
#253391 Yo no tengo información científica sobre lo que preguntas, pero estoy segura de que no es lo mismo llorar por sentirse solo y abandonado a oscuras en una habitación, que llorar en brazos de una madre que intenta consolarte y calmarte...

Que los niños lloren es inevitable, todos los niños lo hacen. Si mi hija está enfadada o se ha hecho daño o no quiere salir de la bañera sé que llorará un poco, pero yo estoy ahí y no creo que esto pueda derivar en un problema.

Un saludo y a ver si alguien te da una respuesta mejor :fl

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por Loes
#253399 Según algunas teorías lloran para descargar su frustración y esto en principio no es malo, el ser humano no experimenta sólo alegría o felicidad sino también tristeza, rabia, ansiedad, angustia... sentimientos que no deben reprimirse. Poco a poco te vas a ir acostumbrando a que tu peque llore simplemente porque tiene una rabieta, sin venir a cuento ni saber nadie qué le pasa, y hagas lo que hagas, llorará... supongo que sí les provocará estrés, pero el llanto mismo es una forma de liberar este estrés y es parte de su aprendizaje también.

Lucía, mamá de Alexander (14-06-2006) y Eric (17/06/2009)

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por ammi
#253454 Seguro que no es lo mismo. Pueden llorar porque les duela algo, por descargar tensión o por lo que sea pero te aseguras de que no lloran porque se sienten "abandonados" o porque necesiten de ti.

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por JAM
#253564 No puede ser lo mismo... A veces los crios necesitan llorar. Es la unica manera que tienen de expresarse. Y en esos momentos debes acompañarlos, y explicarles los que les está pasando. Si estan nerviosos, si estan enfadados, si estan frustrados...
Pero nunca dejarlos solos llorando. Siempre acompañarlosy consolarlos...

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por Juanma
#253575 Para mí existe una gran diferencia a nivel físico y psicológico entre dejar llorar a un bebé sólo o acompañarlo intentando consolarlo.

Por ejemplo, si tu bebé se da un golpe se pondrá a llorar porque le duele, pero si además no recibe el consuelo de nadie, además llorará porque se siente solo.

Si tu bebé llora por la noche en otra habitación porque le duelen los dientes y tú no vas, no sólo llorará por el dolor, sino porque también se sentirá solo y angustiado.

Si por el contrario tú vas y lo coges en brazos o le das la teta, pues igual sigue llorando, pero por lo menos se sentirá acompañado y si está a gustito igual se le calma el dolor.

Por otro lado, los bebés que se han resignado a que sus padres nunca les atenderán, creo que segregan más cortisol (estrés) incluso que si estuviesen llorando, es decir, el efecto nocivo es el mismo o aumentado pero la apariencia es de total normalidad. Puedes tener un hijo normal por fuera y profundamente triste por dentro.

Más aún, supongo que el deseo de todos los padres es criar hijos que puedan vivir felices en sociedad, pero supongo que no de cualquier manera, es decir nos gustaría que nuestros hijos sean felices teniendo en cuenta las necesidades de las personas que les rodean, padres, hermanos, amigos. Si desde que son bebés no mostramos empatía con sus emociones, es decir, no reconocemos su dolor, no lo tratamos de mitigar cuando es posible y no los acompañamos en sus momentos de máxima necesidad, cuando ellos crezcan no podemos esperar que ellos nos tengan en cuenta en sus acciones y en sus decisiones, ni a nosotros ni a las personas que les rodean, porque ya les dejamos bien claro desde bebés que en este mundo se las tienen que apañar solos y que el dolor o la alegría de los demás no es importante.

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por Juanma
#253580 Algunas citas sobre el llanto en los bebés:

Ángel Álvarez
¿Cuándo hay que dejar llorar solo a un bebé?
NUNCA. Los bebés nunca deberían ser dejados llorar solos, sino en los brazos de su madre/padre y bajo su atenta mirada y su comprensión incondicional. Los bebés que son dejados llorar solos se sienten confusos y abandonados, con frecuencia ansiosos y atemorizados, y en ocasiones aterrados. Como consecuencia de ello, su “confianza básica” se ve afectada y tienen dificultades para desarrollar vínculos emocionales profundos. Además, pueden desarrollar miedos y ansiedades irracionales para el resto de su vida.

Cuando un bebé llora, los adultos no deberíamos irritarnos, ni pensar que es un consentido o sentirnos manipulados (los bebés nunca manipulan), tan sólo necesita nuestra atención y saber que estamos ahí. Aunque no comprendamos la causa de su llanto, nuestra presencia es muy importante para el bebé y hacemos una labor inapreciable al escucharlo atentamente, al consolarlo sin reprimir su llanto.

Los bebés están programados para llorar cuando sufren alguna molestia o cuando no son atendidas sus necesidades primarias (hambre, frío, contacto, estimulación). El papel de los padres es satisfacer estas necesidades tan pronto y con tanto acierto como sea posible.



Carlos González
Si cada vez que su hijo llora usted acude, le está alentando a ser independiente, es decir, a expresar sus necesidades a otras personas y a considerar que “lo normal” es que le atiendan. Eso le ayudará a ser un adulto seguro de sí mismo e integrado en la sociedad.

Si cuando su hijo llora usted le deja llorar, le está enseñando que sus necesidades no son realmente importantes, y que otras personas “más sabias y poderosas” que él pueden decidir mejor que él mismo lo que le conviene y lo que no. Se hace más dependiente, porque depende de los caprichos de los demás y no se cree lo suficientemente importante para merecer que le hagan caso.

El niño sólo llora cuando tiene la esperanza de que tú vayas, sino no va a perder el tiempo. Por tanto, que el niño llore significa que te quiere y que confía en ti. Y que el niño no llore, bueno hay algunos que no lloran porque no lloran, que ellos solitos sin hacerles nada, duermen toda la noche, pues enhorabuena. Nosotros queríamos tener un niño de esos, lo intentamos 3 veces y no nos salió y esto es como la lotería, al que le toca le toca. El niño que no es así espontáneamente, sino que ha aprendido a no llorar toda la noche, lo que ha aprendido es que no puede confiar, que no puede pedir ayuda a nadie. A ver, no sería tan grave como si no recibiese ni de día ni de noche. Evidentemente eso sería peor que peor. El niño que no le hacen caso de noche pero que de día sí le hacen caso, pues está medio bien pero no está tan bien como al que le hacen caso a todas horas. Y eso, ¿en qué se notará a la larga? Pues no lo sabemos, pero a la larga lo que queremos es que nuestro hijo confíe en nosotros.

A ver, yo creo que si un niño llora es porque lo está pasando mal. Es decir, no estaría de acuerdo con una teoría de “es que el niño llora porque de vez en cuando necesita llorar, y no hay que dar demasiada importancia”. Ahora otra cosa es que no siempre que lloran sabes por qué o sabes cómo calmarlo. Entonces, puede haber momentos en que tu hijo llora y tú le cantas, le bailas, le das de comer, le das teta, no sé qué no sé cuántos... y sigue llorando. ¿Y qué haces entonces? No creo que haya que caer en una especie de encarnizamiento de que tiene que callarlo como sea porque a veces lo único que té queda es taparle la boca pero tampoco creo que puede decir: “bueno, como total no pasa nada, lo dejo aquí y me voy”. No, le haces compañía, pues bueno, va a seguir llorando.

La idea es que los niños nunca lloran para fastidiar. Lloran porque sufren. Y tú, si puedes, debes aliviar ese sufrimiento.



Rosa Jové
El primer error es que la única manera (o la mejor) de liberar el estrés y las emociones es el llanto. Pues no. Uno de los objetivos de la inteligencia emocional es ayudar a los individuos a expresar sus emociones de la mejor manera posible. ¿No es más adecuado enseñar a un niño, que está nervioso y estresado, que lo mejor es aprender a relajarse (teta) y no a llorar? ¿No es mejor enseñarle que, ante un problema busque ayuda y consuelo en su madre, en lugar de ahogarse en llanto? Pensad una situación vuestra en que el llanto sea/ la única /forma de sacar el estrés. Es difícil encontrarla. Siempre suele haber alguna opción mejor.



Yolanda González
¿Pero son sus emociones “fiables”? Un niño llora, y al minuto siguiente ríe. ¿Cómo podríamos interpretarlo?
Este pasaje rápido de una emoción a otra, puede llevar a interpretar equivocadamente su emoción y quitarle la importancia que se merece. Realmente el mundo emocional infantil y el nuestro son diferentes pero ambos igualmente importantes. Por ejemplo, un bebé que llora, es un bebé que está totalmente inundado por su emoción, sin poderla comprender ni canalizar, salvo a través del consuelo de un adulto. Un niño más mayor, siente profundamente las emociones, sean de tristeza, alegría o rabia aunque muy lentamente comienza a comprender que responden a un estado pasajero y poco a poco pueden incluso verbalizar el motivo que las provoca.

Pero hay una característica común entre el bebé y el niño: necesitan del adulto para canalizar su emoción, y aprender progresivamente a gestionarla.

¿Puede un bebé estar triste?
Investigaciones recientes realizadas en E.E.U.U. demuestran que los bebés que no son acariciados suficientemente, tienen un desarrollo cerebral de hasta un 20 y un 30% menor que los bebés que reciben atención afectiva suficiente. Se les denominan “Cerebros tristes” porque a pesar de estar totalmente atendidos en sus necesidades nutritivas e higiénicas, tienen hambre de amor y contacto epidérmico. Las repercusiones son muy serias para su desarrollo posterior tanto en el plano emocional como intelectual. El problema es que pasan desapercibidos, porque son los denominados “bebés buenecitos”, que casi no protestan a pesar de pasar mucho tiempo sin ese contacto emocional que habitualmente proporciona la madre.

¿Qué actitud tomar cuando observamos que nuestro hijo esta triste?
Lo más esencial, es permanecer cerca. Estar disponibles afectivamente, en función de la demanda que tanto verbalmente o de forma no verbal (llanto, apatía, etc.) nos manifiestan. Si es bebé, acogerlo en brazos transformará su emoción. Si es niño, tratar de indagar sin interrogar, le transmitirá que estamos deseosos de ayudarle. Pero siempre, manifestando abiertamente nuestro apoyo y afecto aunque a veces no responda a nuestra pregunta o consideremos que no tiene motivos “objetivos” para estar triste.

¿No es mejor, hacerles “duros” para que no sean débiles de mayores?
Este es un tópico demasiado extendido: La sociedad nos inculca desde pequeños que no debemos llorar “tan grande y llorando...”. Se ignora que reprimir la emoción de llanto, es impedir el contacto con una vivencia tan legítima como la risa. No es más “fuerte” el que no llora. En todo caso, será más duro, y por tanto más insensible también a otros placeres de la vida.

La alegría y la tristeza, son las caras de una misma moneda e igualmente dignas. Esenciales para sentir la vida plenamente.

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por Juanma
#253583 Desde un vista más científico (es largo):

Casilda Rodrigáñez Bustos
El hábitat y ‘la matriz extrauterina’, desde la práctica clínica neonatal
El pediatra neonatólogo sudafricano Nils Bergman ha cruzado sus estudios clínicos en neonatos con datos aportados por la biología evolutiva y recientes descubrimientos de la neurobiología y de la psicología entre otros. El aspecto fundamental de su estudio ha sido su propia falta acorazamiento, su sensibilidad para percibir el sufrimiento de la criatura recién nacida y su compromiso ético con la verdad; en otras palabras su honestidad, su humanidad no secuestrada, valores imprescindibles para desvincular la investigación científica del Poder.

Bergman explica (Restoring the original paradigm) que en nuestro diencéfalo (hindbrain) hay tres programas neurológicos, el de defensa, el de nutrición y el de reproducción; cada uno de estos programas está asociado a un paquete de hormonas y también a nervios y músculos, de manera que la activación de uno u otro programa afecta de diversos modos a todo lo que ocurre en el organismo. Estos tres programas que regulan todo el metabolismo basal de nuestros cuerpos, prevén el mantenimiento de la vida en diferentes circunstancias. Según las circunstancias de nuestro medio y de nuestro desarrollo vital, se activará uno u otro programa; por ejemplo, cualquier motivo de alerta, o situación anómala perjudicial para nuestra vida, activará el programa de defensa e inmediatamente cerrará (shut off) los otros dos, pues sólo puede haber uno de los tres programas en funcionamiento.

La incompatibilidad entre los estados de alerta y la actividad sexual ya la había constatado también empíricamente Michel Odent, cuando nos explicaba que la mujer paría mejor cuanto menos se la hacía ejercitar una actividad racional, y más se la dejaba abandonarse a sí misma. Ponía como ejemplo que incluso preguntar a una parturienta cuál era su número de seguridad social, podía interrumpir un parto.

Cuando la criatura recién nacida está en su hábitat normal, (hay que señalar que Bergman no habla de ‘hábitat natural’, sino de ‘hábitat normal’ que tiene un matiz diferente), a saber sobre el torso de la madre y en contacto piel con piel con ella, tiene activado el programa ‘de nutrición’ previsto para realizar el conjunto de funciones correspondientes a su desarrollo.

Este conjunto de funciones que realiza cada especie en su hábitat, es lo que en biología se llama ‘nicho’. La idea que la biología aporta es que sin hábitat no hay nicho, no hay desarrollo normal: la criatura no puede hacer su papel ni comportarse como le corresponde a su proceso.

Cuando se separa a la criatura de su madre, el programa de ‘nutrición’ se cierra y se abre el ‘de defensa’; la criatura entra en un estado de alerta, y protesta mediante el llanto reclamando ser devuelta a su hábitat. La criatura separada de la madre realiza una actividad intensa que cursa con una bajada de la temperatura corporal, disminución del ritmo cardíaco y respiratorio, taquicardias y apneas, inducidas por el aumento masivo de glucocorticoides (hormonas del stress). Y si la criatura es mantenida separada de la madre durante tiempo, llorará cada vez con más desesperación, y pasará del estado de alerta al de angustia, hasta que el cansancio la rinda. Bergman dice que llorar es nocivo para los recién nacidos; ello restaura la circulación fetal y aumenta el riesgo de hemorragia intraventricular y diversos otros problemas. No se puede justificar el dejar llorar a una criatura, ni por la antigua creencia de que servía para ‘hacer pulmones’, ni por la moderna que pretende convencernos de que es una vía saludable de desahogo (que es como confundir una herida con la bala que la produce). Más adelante citaremos también estudios que explican que las descargas masivas de las hormonas del stress crean una toxicidad bioquímica que perjudica seriamente la formación del sistema neurológico, pues no solo dañan a las células cerebrales sino también la memoria y ponen en marcha una desregulación duradera de la bioquímica cerebral. Las investigaciones científicas al respecto han dado la razón al deseo materno de consolar a la criatura, cogiéndola en brazos y ofreciéndola el pecho.

No nacemos enfermas, pero como dice Bergman, enfermamos cuando nos separan de la madre. Una vez más estamos ante una función iatrogénica de la medicina institucionalizada, que en general ha hecho de la separación de la criatura recién nacida de su madre una práctica protocolaria habitual. Bergman asegura que la primera violación, lo peor que le puede ocurrir a cualquier recién nacido es la separación de su madre, su hábitat normal.

En su hábitat, piel con piel sobre el torso de la madre, la criatura relajada guiada por el olfato busca el pezón materno, se engancha y mama sin que nadie le enseñe; Bergman explica que es la criatura quien tiene el programa neurológico de ‘nutrición’, y que es ella quien lleva la iniciativa, quien estimula a la madre y la ‘enseña’ el arte del amamantamiento, siempre y cuando se haya respetado su hábitat al nacer.

Es importante tener en cuenta que sacar a una criatura de su hábitat, no solo es perjudicial por el estado de ‘defensa’ y de stress que desencadena, si no también por lo que no se permite que suceda, la función normal del crecimiento de la criatura (el ‘nicho’). Y que la falta de actividad del ‘nicho’ revierte inevitablemente en el ‘hábitat’, o sea, en la madre, promocionándose así el mutuo distanciamiento.

El equipo de Bergman hizo un estudio comparando criaturas recién nacidas apegadas a la madre con criaturas separadas de la madre; se aseguró de que ambos grupos recibían exactamente la misma atención y cuidado y que la única diferencia era el estar o no con la madre. La tasa de cortisol, que se medía tomando muestras de saliva, era el doble en las criaturas separadas de la madre. De esta manera se comprobaba que el sólo hecho de la separación produce una situación de stress en la criatura recién nacida. El aumento de la tasa de cortisol –el aumento del stress- puede llegar a ser hasta de 10 veces más, cuando además de la separación se somete a la criatura a manipulaciones con pinchazos, sondas, focos, ruidos etc. Sin embargo, basta una hora de contacto piel con piel con la madre para que la tasa de cortisol se regularice.

Los recientes estudios clínicos en humanos vienen a corroborar las hipótesis de los científicos que ya habían estudiado en ratas el impacto de la falta del contacto y del cariño materno: En 1997 la revista Science (3) publicó el trabajo del Dr. Liu (Universidad McGill, Montreal) sobre la influencia de la atención materna en el desarrollo de respuestas hormonales al stress, las descargas de glucocorticoides en situaciones de angustia, y cómo éstas afectaban al desarrollo del cerebro. En el editorial de este mismo número de la revista, Robert Sapalsky (Universidad de Stanford) comenta las conclusiones de otras investigaciones con ratas que habían probado que el cariño y el contacto de la madre incrementaban los niveles cerebrales de benzodiazepina (una hormona tranquilizante).

Otro dato aportado por los estudios clínicos de Bergman es el de la regulación de la temperatura corporal de las criaturas recién nacidas. Los gráficos de temperatura de una criatura en la incubadora, muestran por un lado una falta de estabilidad: la temperatura corporal tiene subidas y bajadas; y por otro lado, que siempre está por debajo de la temperatura ambiente dentro de la incubadora, como si el cuerpo de la criatura no pudiera absorber el calor del ambiente. En cambio, cuando la criatura está sobre el cuerpo materno, las temperaturas de ambas se aparejan y son estables; la criatura absorbe el calor del cuerpo materno. Entre madre y criatura hay una ‘sincronía térmica’. Además, la media de la temperatura no estable en la incubadora es inferior a la temperatura media sobre el cuerpo de la madre.

De entrada, el torso de una madre tiene 1º C de temperatura más que el de cualquier otra mujer u hombre Pero si la criatura tiene la temperatura baja, la madre sube la suya hasta 2º C con el fin de calentarla; y si por el contrario la temperatura de la criatura es alta, la madre baja 1º C la suya para enfriarla. Esto es una prueba de regulación mutua y de la sincronía fisiológica de la pareja madre-criatura, que nos remite a la razón que tiene el deseo que sentimos las mujeres recién paridas de tener a la criatura apegada a nuestro cuerpo: es la pulsión libidinosa que se produce en nosotras para iniciar y mantener el estado simbiótico.

La sincronización corporal se hace evidente de manera abrumadora en la fisiología del amamantamiento. La composición de la leche que la madre produce no es siempre la misma, siendo la criatura apegada a la madre quien controla y determina las variaciones.

Sabíamos que la composición de grasas y proteínas de la leche no es la misma al principio que al cabo de quince minutos, o que final de una misma tetada (y este argumento nos servía para cuestionar las reglas mantenidas durante mucho tiempo por la pediatría sobre la frecuencia y duración de las tetadas); y que tampoco era la misma de una tetada a otra; ni la misma los primeros días que a los 15 o que a los tres meses del nacimiento. También se habían comprobado diferencias en las tasas de inmunoglobulinas y algunas otras variaciones. Pero ahora se han encontrado más de doscientas sustancias químicas (no quiere decir que sean todas las que hay) necesarias para la absorción del nitrógeno, del hierro, del calcio, etc., para la producción de diferentes enzimas, para la puesta a punto del intestino etc., que se producen en la leche materna y que se regulan a demanda de la criatura. En cuanto al sistema inmune, la leche materna no solo proporciona inmunoglobulinas en general sino también las inmunoglobulinas específicas requeridas en cada momento por la criatura. La cantidad de agua en la composición de la leche también varía con las necesidades de la demanda (humedad ambiente etc.). La leche materna es algo similar al suministro por vía del cordón umbilical. La diferencia es que el cordón umbilical supone un sistema que está físicamente integrado, mientras que la unión física en la exterogestación está prevista por la pulsión libidinosa.

Desde el psicoanálisis, M. Mahler, ya había advertido que la libido es ‘una matriz extrauterina’, que mantiene o debería mantener unida a la madre y a la criatura, formando una díada funcional. Biológicamente no está previsto el desapego, ni la violación del deseo materno, ni la impasibilidad ante el llanto de la criatura.

En la vida intrauterina, la placenta hace de reguladora del intercambio, para acumular sustancias que podrían ser requeridas por el feto sin tener que cogerlas de golpe a la madre, y/o para inducir su producción a los sistemas de la madre.

En la exterogestación, son los sentidos, el contacto piel con piel, el latido unísono de un mismo ritmo y de unas mismas pulsaciones lo que garantiza la sincronización fisiológica. La verdad de la lactancia es que es la sexualidad básica del ser humano: una sexualidad que produce una relación simbiótica, promovida por una fortísima carga libidinosa; según algunos autores, la más alta de la vida humana. Esto se entiende puesto que es la relación corporal más fuerte de la vida de un ser humano: una relación simbiótica con intercambio de fluido fisiológico continuado durante la gestación intra y extra-uterina.

Bergman pone de manifiesto lo inadecuado de las leches industriales, producidas a base de leche de otras especies, principalmente de leche de vaca, que como muy bien dice, es un animal que tiene cuatro estómagos, con un proceso digestivo muy diferente al humano –sin mencionar el estado inmaduro desde un punto de vista gestacional en el que nacemos-. El tipo de proteína, la diferente proporción suero/proteína de una y otra leche, o la proporción de nitrógeno no proteico que la criatura humana requiere, serían suficientes datos para llamar la atención sobre la inadecuación de la leche industrial.

La industria no puede crear la leche idónea, ni puede variar su composición a demanda de la criatura; la composición de la leche es el resultado de un fenómeno vital cambiante, fisiológicamente regulado, y el cuerpo de la madre es una fábrica que continuamente cambia la producción según el cambio continuo de la demanda fisiológica de la criatura. No somos máquinas, ni coches a los que se les echa siempre la misma gasolina.

Según otras investigaciones, en la leche industrial comercializada hay también una ausencia de ácidos grasos esenciales necesarios para el desarrollo de las criaturas; una ausencia que la industria no puede subsanar porque son sustancias muy biodegradables que no pueden ser sometidas a procesos normales de pasteurización.

¿Qué fábrica y que canales de distribución comercial pueden igualar la producción y ‘la distribución’ materna? Ninguno; ahora bien, aunque la industria y sus redes comerciales no puedan igualar a la madre, lo que las multinacionales si pueden hacer es acabar con esa producción materna de diversas maneras, siendo la principal el impedir la simbiosis y la relación libidinosa; porque impidiendo la relación libidinosa, se frustra la regulación fisiológica que a su vez acaba frustrando la lactancia. Lo que sí pueden hacer es deshacer la unidad madre-criatura y organizar un ‘modo de supervivencia’ (survival mode).

Pero sigamos con la explicación de Bergman sobre la lactancia, porque fisiológicamente mamar no es sólo alimentarse; Bergman explica que cuando el bebé mama y chupa el pezón realiza un tipo de ejercicio para succionar la leche diferente del que hace con la toma del biberón; cuando el bebé mama mantiene el ritmo de la respiración y la oxigenación estables; en cambio la succión de la leche del biberón altera el ritmo respiratorio y produce hipoxia, lo que altera a su vez el ritmo cardíaco, siendo todo ello evidentemente un factor añadido de stress (Restoring the original paradigm). Así pues, Bergman afirma que el biberón produce a la criatura stress.

Hay otra importante diferencia conocida en los dos tipos de succión: al mamar se produce un determinado movimiento de la mandíbula y una estimulación del paladar que induce la segregación de hormonas tranquilizantes y del placer (endorfinas); esta estimulación del paladar tampoco se realiza al tomar el biberón. Según Bergman, el tono vagal necesario para mantener abierto el programa de nutrición -y cerrado el programa de defensa- tiene dos focos de estimulación y de regulación: el paladar de la propia criatura, con el movimiento de succión al mamar, y el torso de la madre, estando la criatura sobre él, en contacto piel con piel. Quizá no recordemos el deseo de estar cuerpo a cuerpo con nuestra madre, o el placer que sentíamos al mamar. Pero algunas mujeres que hemos parido podemos dar testimonio de haber sentido el deseo de tener el cuerpo de la criatura sobre nuestro cuerpo y de haber sentido placer al realizar ese deseo. La libido existe y tiene razón. Tiene una razón de ser que es la de mantener la autorregulación fisiológica y realizar el bienestar humano.

El mejor indicador de ese bienestar es la ausencia de llanto en la criatura recién nacida.

Otra de las comprobaciones clínicas de Bergman, es que la criatura piel con piel con la madre llora muchísimo menos (very much less).

A parte de la sincronía térmica mencionada, y de la regulación sincronizada de la composición de la leche, Bergman también describe la sincronización del sueño; esto es un tema muy importante porque la alteración de la regulación simbiótica pasa una gran factura a las madres que enseguida después de parir quieren recuperar su actividad como antes de ser madres, lo que nos hace con frecuencia alcanzar estados de cansancio y de extenuación muy grandes.

De hecho, la unión madre-criatura en la etapa inmediata al parto/nacimiento ha sido hasta fechas relativamente recientes respetada en ciertos ambientes; era la famosa ‘cuarentena’, que incluso a pesar de todos los pesares se había mantenido bastante antes de la aparición del parto hospitalario (y que hoy todavía se respeta en zonas de América Latina, por ejemplo). Durante este periodo la lactancia es también especial; las tetadas tienen que ser muy frecuentes porque el sistema digestivo no está preparado para grandes ingestas. Para hacernos una idea del estado de inmadurez del sistema digestivo, hay que tener en cuenta el modo de alimentación en la vida intrauterina, que es semejante a cuando nos alimentamos por suero, un goteo lento y continuo. La puesta a punto del sistema digestivo en esta transición requiere por ello un acceso permanente a la teta materna para tetadas frecuentes; un ritmo también acorde con el tipo de leche de esos momentos, que tiene una alta proporción de suero con respecto al aporte proteico.

Estos aspectos de la transición de la vida intrauterina a la extrauterina nos sirven para comprender los estados de sueño y de vigilia, que han de ir parejos a la frecuencia de las tetadas y a la composición de la leche. En otras palabras, la sincronización madre-criatura también comporta una sincronización de los estados de sueño, de vigilia y de toda la gama de intermedios: lo que supone que la madre tiene que dormir cuando duerme la criatura, y pasar por estados de semisomnolencia mientras que la criatura sigue mamando o chupando también en estados intermedios entre el sueño y la vigilia.

Esta sincronización del sueño se regula mediante sustancias opiáceas que se secretan con la lactación y con el contacto piel con piel, y que, al compás del ritmo alimentario, producen el sueño y el descanso reparador para ambas. Pero esto es imposible si la madre pretende recuperar enseguida la actividad anterior y seguir con su anterior patrón de actividad y sueño, como suele suceder -puesto que ya incluso se ha perdido la noción de la cuarentena, durante la cual la madre yacía con la criatura sin ninguna otra ocupación; ahora incluso la madre que amamanta quiere ‘aprovechar el tiempo’ y ‘hacer cosas’ entre tetada y tetada, o ‘aprovechar mientras que la criatura duerme’ para hacer la casa, etc.

La madre sincronizada podrá hacer de seguro muchas más cosas que la madre desconectada del cuerpo de su criatura -y de las pulsiones de su propio cuerpo. La mujer, como sucede actualmente en países no occidentalizados, y como ha sucedido en general durante milenios, puede recuperar su actividad, después de la cuarentena, llevando colgado y apegado a su cuerpo a la criatura, recogido con bandoleras al estilo de la madre canguro, como tan bien explica y muestra Bergman en sus documentales.

La actividad no se tiene que recuperar dejando a la criatura; ni siquiera cuando duerme.

El paradigma o la idea es que la actividad se debería recuperar poco a poco después de la cuarentena, manteniendo la unidad funcional, con la criatura apegada y sujetada contra el cuerpo con bandoleras o pañuelos. Para hacer esto posible, la madre debería recibir durante la cuarentena todo el apoyo que fuera preciso de su entorno.

La regulación fisiológica requiere un mínimo de descanso y de sueño para ambas, y si no se respeta puede producir el stress y la alteración del conjunto; por eso las futuras madres deben saber que en el periodo posterior al parto hay una transición en la que hay una sucesión de estados de sueño y de vigilia cortos, tanto para ella como para la criatura, que poco a poco se irán alargando. La transición (la antigua ‘cuarentena’), debería considerarse un período asociado al parto más que a la crianza, y ser socialmente asumido como tal. Este periodo es además básico para la formación y el rodaje de la unidad funcional de la díada extrauterina, y para que la criatura crezca de manera saludable física y psíquicamente.

La constatación de la sincronía funcional le lleva a Bergman a asegurar que madre y criatura forman una unidad, una díada, una sola cosa (un solo organismo llega a decir en Restoring...). El concepto inglés de bonding que utiliza él y otros muchos autores angloparlantes, hace referencia a una sola cosa, y no debe traducirse por ‘vínculo’ que hace referencia a dos cosas diferentes. El bonding no es un vínculo afectivo –aunque también lo es-, es una unidad funcional.

Bergman no ha descubierto nada nuevo. La antropología, la historia, el psicoanálisis y otros campos de investigación, cuando se han atenido a la verdad, han hablado de la díada, de la simbiosis, etc. (incluso a pesar de ser conocimientos producidos en una civilización que ha inventado un tabú social -el tabú del incesto- para deshacer la díada madre-criatura; que además es un tabú que realiza la prohibición con el peculiar método de desfigurar los deseos de las criaturas, y de calumniarlos tachándolos de coitales).

Lo nuevo de Bergman es que ha establecido la necesidad de esta díada en términos clínicos, lo cual permite ver su función y su procedimiento todo lo concreta y exactamente que se quiera ver. Y por eso ha formulado los datos clínicos, no en términos terapéuticos o metodológicos, sino en términos de ‘paradigma original’ de la maternidad. La ‘madre canguro’ no es un método sino una imagen del paradigma perdido.

El matricidio, pues, no es ya sólo un episodio de la Historia de la Humanidad (detectado por la arqueología, la mitología, la literatura antigua, etc.); o de la historia de nuestras vidas individuales (psíquica, emocional y sexualmente detectado); es además un fenómeno cuyos procesos se pueden describir paso a paso, en términos orgánicos, fisiológicos y bioquímicos. Gracias a las investigaciones de científicos y científicas que son sensibles a los sufrimientos de las criaturas y que no se han dejado engañar o corromper, estamos cada vez más cerca de que el Crimen de la Madre deje de ser el Secreto de la Humanidad. Aunque no podamos saberlo y aprehenderlo todo, porque eso es imposible, sí podemos saber mucho de lo que sucede cuando se rompe la díada, y se abre y se mantiene ‘el programa de defensa’. Las mujeres definitivamente podemos ponerle palabras (y pruebas científicas) a nuestros deseos y sentimientos.

Cuando nos han arrancado a la criatura después de nacer y se la han llevado para hacerle las pruebas protocolarias de los hospitales, las mujeres hemos sentido como si nos arrancasen una parte de nuestro propio cuerpo; nos hemos sentido violadas, pero no podíamos decir nada, porque nuestros deseos ni valían ni contaban. Ahora sabemos que el sentimiento de violación era y es exacto, porque es exactamente lo que sucede; la separación rutinaria de los hospitales es una violación de nuestros cuerpos y del de las criaturas recién nacidas, como dice Nils Bergman. Una vez más comprobamos cómo la libido es sabia y benefactora. Y el deseo materno es la condensación de toda la libido de nuestros cuerpos en un momento dado, para hacerse una ‘matriz extrauterina’ (¡Claro que sentíamos un desgarramiento con la separación, el de ‘la matriz extrauterina’!).

Por eso, la madre que da a luz en el hospital, como dice también Bergman, tiene que ser el centro del equipo sanitario que atienda a la criatura que nazca con dificultades, a pretérmino o con cualquier enfermedad. Quitarle a la madre la criatura, quitarle a la criatura su hábitat, es agravar cualquier enfermedad que tenga o provocarle nuevas, y disminuir sus probabilidades de vida y de salud.

Esto es cierto hasta el punto que Bergman recomienda para las criaturas que nacen muertas o moribundas que sean colocadas nada más salir sobre la madre, como la mejor opción posible en ese delicado y doloroso momento.

Bergman dice que la criatura en la cuna o en la incubadora está en un ‘modo de supervivencia’ (survival mode), a la espera de volver a su hábitat, sobre el cuerpo de la madre; el descenso de la temperatura corporal posiblemente sea un medio de defensa para ahorrar energía en espera de volver al pecho de su madre. Por eso llora: para llamar la atención y que su madre le vuelva a poner en su sitio, poder cerrar el programa de defensa y abrir el de nutrición y recuperar el ‘modo de desarrollo’ (grow mode).

Los estudios realizados por Bergman en la planta de neonatología del Mowbray Hospital de Capetown a lo largo de dos años, con recién nacidos prematuros entre 1,200 y 2,190 Kg. de peso, muestran mejores resultados en la evolución clínica de los bebés puestos piel con piel con la madre nada más nacer, que en los bebés en la incubadora. En algunos hospitales se sigue el modelo ‘madre canguro’ sólo después de haber estabilizado a las criaturas. Sin embargo, el estudio de Bergman muestra que las criaturas se estabilizan mejor después de un parto traumático, si nada más salir se colocan directamente sobre el cuerpo de la madre. Para Bergman la ayuda que puede prestar la tecnología moderna (suero, oxígeno...), debe prestarse respetando el hábitat de la criatura humana, ‘la matriz extrauterina’. La criatura humana no nace enferma, pero enferma cuando se le separa de la madre. También señala que en algunos hospitales se permite a la madre tener a la criatura algunos ratos, lo cual está muy bien pero no es suficiente: la criatura debe estar continuamente sobre la madre. La Medicina moderna no ha tenido en cuenta la dimensión libidinosa del cuerpo humano, la pulsión energética que regula el conjunto de órganos y sistemas.

Los valores considerados ‘normales’ en pediatría (temperatura, ritmo cardíaco y respiratorio, etc.) están equivocados, puesto que se han tomado como tales los valores de las criaturas recién nacidas fuera de su hábitat normal, en un estado de alerta y de stress. Bergman asegura que deben ser re-evaluados.

Para Bergman, separar a la criatura de la madre es una violación de sus pequeños cuerpecitos, de su programa innato de desarrollo; y también una violación de sus derechos humanos. Asegura por tanto, que prodigar el apoyo que permita a todas las criaturas recién nacidas permanecer apegadas a la madre, debería ser la prioridad universal de la salud pública.

En la propuesta de Bergman para restaurar el paradigma, hay que incluir también el deseo materno. El deseo materno es ‘la matriz extrauterina’ la fuerza imprescindible para recuperar la maternidad, para que las cosas vuelvan a su sitio. Es una energía que hoy por hoy se está desperdiciando y se está reconduciendo para convertirla en su contrario: en una fuerza represiva de los deseos de las criaturas. Las madres sufrimos desesperadamente la separación de nuestras criaturas recién nacidas en general sin atrevernos a reclamarlas al personal sanitario que se las ha llevado; y nos resignamos porque creemos que es por el bien de ellas; pero si supiéramos, si las mujeres empezásemos a saber que es falso, que nuestro cuerpo es la mejor incubadora, que ‘lo peor que le puede suceder a una criatura recién nacida’ para su salud es que la separen de nosotras, entonces creo que no podrían quitárnoslas. Una de dos, o nos encierran y nos atan y volvemos a la esclavitud física, o no podrán seguir separándonos de las criaturas. Desde luego, no en nombre de su salud y de su bienestar. Porque la separación es también una violación de nuestros cuerpos y de nuestra sexualidad; el respeto a la unidad madre-criatura debería formar parte de nuestros derechos sociales como mujeres.

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por lapinta
#253748 Gracias a todos por vuestras respuestas.

Y a Juanma especialmente por la "currada" que te pegas.

Yo es que sufro cuando mi peque llora, y eso que ya os digo que sucede muy raramente (hasta el momento) y en esos momentos yo veo sufrimiento. Nunca me he planteado que sea su forma de liberar estrés o quitarse presiones, por eso tenía la duda, que me rondaba hacía tiempo, de qué le sucede a nivel de hormonas,... vamos a nivel biológico.

Pero más o menos me he quedado más a gusto. Gracias a todos.

ROSA ANA y JUAN (papás de Joan)
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por chloé
#253849 Hola!

Mi nena llora toooodas las noches.
Tras el baño, su papá le pone la crema de caléndula para el pañal, luego la de cuerpo y en cuanto le pone el pañal... ella se pone a llorar. Así q es ponerle el pijama llorando y engancharse a la teta llorando y de pronto se calla.

Le pregunté a mi pediatra y me dijo q hay niños q necesitan una vía de escape. Se lo van guardando a lo largo del día y al final necesitan expulsar lo acumulado llorando. Es parte de su rutina de relajación.

No se si te ayudará, pero a mi la explicación de mi pediatra me dejó mucho más tranquila :grin:

besitos

matt

somos tres desde el 11 de junio de 2007
por pagm
#253952 Hola Matt :-P

mi nena llora también en ese momento, tras el baño. solemos estar las 2 solas, y entonces es cuando llora. Si hay más gente: papá, abuelos, parece que se entretiene y no dice ni mu, pero el 99% de los días hasta que no pilla su teti no deja de llorar la pobre.

A veces también llora cuando tiene sueño y entramos en la habitación, como si no quisiera ni ver la cuna y/o la habitación. Si es que se le hace corto el día, con tanto que ver....


besitos ;-) ;-)

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por julia mama de Irene
#254007 Irene solía llorar después del baño, y se calmaba con la teta, hasta que decidí darle la cena antes del baño y está mucho mejor, a veces llora de cansancio, pero pocas. Así que descubrimos que era hambre, ahora cena, baño y teta, y ha mejorado la cosa, por si os sirve...

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