Resulta que a media comida llegan una familia de abuelos, tios y una pareja con un niño que tendría unos 2 años y medio aproximadamente, encantado de la vida de estar ahí a las 2 de la tarde, para que le sentasen en su cochecito y dedicarse a contemplar como todos los adultos se ponían las botas comiendo.
Era así, de verdad. El niño venía ya de los nervios, llorando y gritando. La madre metiéndole la bronca que se callase y se comiese el yogur. Os imaginais? Ocho adultos inflándose a comer y el pobre crío ni siquiera sentado en la mesa, sino en el cochecito allí en una punta. Claro, no paraba. Cuando viene la camarera a pedir qué querían para comer, la madre le suelta literalmente (y digo literalmente pq le dije a mi marido que se acordase también para contároslo): "De primero se me llleva el niño un ratico fuera para que podamos comer en paz". Os lo juro, me quedé petrificada. No lo dijo ni con una sonrisa cmo si fuera a hacer la gracia, ... es que me quedé alucinada
Al final el niño, que no tenía quién le hiciera caso alguno, debió quedarse dormido (yo no le veía la cara, solo el cochecito) pq se quedó sumido en el mas profundo silencio, mientras los demás se atiborraban a comer y a beber, tan felices ellos.