Me he dado cuenta que en estos primeros años de vida son tantos los descubrimientos que hacen que por una parte les lleva a explorar más sobre ellos mismos y sobre el mundo que les rodea, y por otra, a tomar conciencia de una veracidad que les satisface pero que al mismo tiempo les hace sentir vulnerables.
El bebé no tiene esta vulnerabilidad hasta que, a medida que crece, va abandonando la percepción de ser un “todo” para ir adquiriendo conocimientos sobre uno mismo. Es decir, cuando, poco a poco se reconoce en un espejo, se identifica con su nombre, o se percibe separado de nosotros, que es cuando aparece este sentimiento de fragilidad.
Empieza un camino lleno de satisfacciones, y a la vez, la constatación de una separación ineludible y a veces costosa de aceptar: “Estoy separado de mis refrentes más importantes, mis padres, porque, en definitiva, existo por mi mismo”. En este momento el niño es cuando empieza a descubrir que le da miedo la oscuridad, dormir solo, ir al cole, los desconocidos, ir solo al baño, los ruidos...
Como niños que son, el paso siguiente es ofrecer resistencia a este malestar: retrasar la hora de acostarse, dormir con la luz encendida, dormir con los papás, engancharse literalmente a la falda de mamá ante los desconocidos....
Ellos necesitan verificar que después de una separación habrá un “reencuentro”. De las misma manera que calma saber que después de la noche llega el día con la condiciones necesarias para afrontarlos conflictos internos y sus malestares subjetivos.
Y además, el proceso siguiente, a través del miedo, es preguntarse sobre la desaparición definitiva, sobre la muerte en general, la propia, y la de sus seres más queridos.
El papel de los padres y madres en respuesta a estas inquietudes son fundamentales para que el niño se sienta seguro y protegido.
Asegurar de manera explícita que entendemos y respetamos lo que les pasa, hasta hablando de los miedos propios de nuestra infancia, relativiza su malestar.
Los símbolos son sólo símbolos y las personas, depositamos en ellos las emociones. De repente, nuestro hijo, tiene miedo a algo insólito (para nosotros) y seguramente lo hace como vía de descarga. Siempre sería mejor encontrar el nombre del miedo real, pero eso no siempre es posible por mucho que nos devanemos los sesos... y tampoco hace falta andar psicoanalizando a los niños normales, se las apañan solos bastante bien, siempre y cuando se les trate con respeto y se les deje expresar lo bueno y lo malo.
Aceptando que el miedo es una emoción natural y común en las personas, sabiendo que unos vienen y otros se van, y dándoles las herramientas necesarias para sentirse seguros ante ese sentimiento, hará que los vayan superando poquito a poquito...
ALBA Lactancia Materna
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HUGO (21/01/2005)
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EMMA (25/08/2009)