Os copio un articulo que me a parecido muy interesante y que debemos tener presente y recordar en el día a día con nuestros hijos.
Educar el sentido del humor
La risa y el buen humor es la mejor y más barata de las medicinas y combate, cuando menos, el mal humor. Los niños lo descubren de forma espontánea pocas semanas después del nacimiento. Esa primera sonrisa despierta en nosotros la mayor de las ternuras y los mejores sentimientos. Durante toda la infancia, la risa le acompañará y llenará nuestro hogar de uno de los sonidos más bellos. Cabe preguntarnos entonces si, como padres, cuidamos que nuestros hijos cultiven ese maravilloso sentido que es el del humor. ¿Procuramos que aprendan a reírse sin dañar a otros? ¿Cuidamos de que puedan ver en sus errores y en los nuestros una oportunidad de mirar las cosas con perspectiva? ¿Pasamos tiempo con ellos divirtiéndonos?
"Sólo hay un rincón del universo que usted puede estar seguro de mejorar: usted mismo" Aldous Huxley
El sentido del humor es necesario en la vida familiar tanto como la disciplina, la educación o los valores. Las relaciones entre padres e hijos que permiten y dedican tiempo a las diversiones, el buen humor y la risa son más sanas, menos tensas y más cordiales.
El sentido del humor es un sentido eminentemente humano.
Nos permite ver los problemas en su dimensión correcta, ni sobrestimados ni subestimados. Saber reírnos de nuestros errores y asperezas facilita reconducir situaciones que, de otro modo, aumentarían las tensiones y los conflictos.
La risa es una de las expresiones que más beneficios aporta a la persona:
Es la expresión de la alegría.
Activa la producción de endorfinas, transmisores químicos que aportan al cerebro alivio y bienestar.
Libera tensiones.
Provoca una respuesta emocional única orientada a la alegría y al bienestar.
Aumenta la captación de oxígeno.
Crea un ambiente positivo y cordial.
Nos ayuda a poner los problemas en perspectiva.
A los niños les encanta reír, les gustan las bromas, les expresiones de buen humor y la alegría.
A los padres nos es bastante fácil hacerles reír cuando son bebés, pero a medida que crecen y empezamos a sentir la responsabilidad de su educación podemos, poco a poco, alejarnos de las expresiones diarias de alegría con que nos dirigíamos a ellos cuando eran pequeños. Nos ponemos perfeccionistas y, llevados por la tensión y el estrés, pasamos la mayor parte del tiempo corrigiendo de forma reactiva o haciendo énfasis en los errores, los conflictos y las dificultades que, por otro lado, son características de seres en continuo aprendizaje y crecimiento.
Y nos olvidamos de pasar tiempo con ellos divirtiéndonos. Dejamos de lado la alegría y el buen humor que tanto nos pueden ayudar en su educación. Y dejamos, por ende, de ser modelos de personas alegres y divertidas, dignas de ser imitadas por nuestro alto sentido del humor. Conviene recordar que los niños aprenden, sobre todo, por imitación, y cuanto más dignos de crédito son los modelos a imitar, mejor y más duradero será el aprendizaje.
Seamos conscientes de que la alegría y el buen humor también se educan.
A los niños les encanta reír y les encantan las bromas. Las familias que logran pasar tiempo divirtiéndose juntas crean vínculos de relación más estrechos y duraderos. Es conveniente, por tanto, pasar tiempo juntos en actividades lúdicas a menudo. Recuerdo una niña de siete años que, tras un paseo invernal por la playa con su papá y sus hermanos en el que jugaron y corrieron todo el tiempo, al regresar a casa hizo un dibujo que lograba transmitir con enorme fuerza, los intensos momentos de diversión que acababa de vivir.
Los padres podemos enseñar a nuestros hijos a no sobredimensionar los problemas a través del buen humor y la alegría.
En cierta ocasión, tras un largo viaje, un paquete de cacao en polvo se abrió dentro de nuestra maleta de ropa manchándolo todo. En el momento en que lo vimos podíamos habernos quejado y lamentado por la ropa, etc., En vez de eso, empezamos a reír y a ver el lado divertido del asunto, comentando que tendríamos que meter los pantalones en el vaso de leche para aprovechar el cacao, o que tal vez la mejor idea sería vaciar la leche directamente en la maleta y tener un montón de leche chocolateada!!! Nuestros hijos aún recuerdan el incidente con risas y en su momento, lo comentaron con los amigos como algo tremendamente divertido.
A lo largo del día tenemos muchas oportunidades de vivir nuestra relación con los niños de forma alegre y divertida, pero hemos de ser capaces de reconocerlos y de vivirlos sin miedo a que las normas o la disciplina se vean afectadas. Un padre o una madre divertidos y alegres son tan o más dignos de crédito que aquellos padres huraños y culpabilizadores. De hecho, a nosotros mismos nos es mucho más grato compartir nuestro tiempo con personas de trato alegre y cordial que con aquellas que siempre se quejan o protestan por todo.
Pero lo que hemos de evitar es reírnos de los niños.
Si nos reímos de sus errores, podemos menoscabar su autoestima dado que se encuentran todavía en una etapa inmadura en la que necesitan afianzar la confianza en sí mismos. Frente a un error deberemos primero saber qué opina nuestro hijo de lo sucedido y después podremos ayudarle a ver el lado divertido del asunto puesto que ya conocemos sus sentimientos.
Es recomendable también comprobar el tipo de humor que ven nuestros hijos en los programas de televisión.
A menudo se utiliza un humor que daña a los demás para hacer reír. Es necesario que mostremos a nuestros hijos que, aunque sea divertido, nunca podemos reírnos a costa del dolor producido a otros. Será necesario hacerles ver que a ellos tampoco les gusta ser blanco de risas y burlas por más divertido que pueda parecer. Este aprendizaje elemental les ayudará a aprender cómo ser divertidos y simpáticos sin perder la empatía (capacidad social básica que nos permite saber cómo se siente el otro y actuar en consecuencia).
Por último, recordar algunos juegos y actividades que nos permitirán educar el sentido del humor en nuestros hijos:
Guerras de cosquillas.
Batallas de almohadones.
Jugar al escondite dentro de casa.
Hacer ejercicio físico juntos.
Esperar a papá o a mamá escondidos por casa y darle un susto.
Ver juntos películas de risa.
Hacer comentarios divertidos manteniendo nuestra expresión seria.
Salir a pasear y a jugar.
Contar chistes.
Hacer preguntas aparentemente absurdas: ¿alguien quiere un helado de anchoas?, etc.
Vestirnos intencionadamente con una prenda al revés o con dos zapatos distintos.
Leer juntos tebeos o cómics divertidos.
Contar anécdotas de nuestra infancia.
Recordar las cosas divertidas que nuestros hijos hacían cuando eran bebés.
Son sólo algunas ideas que nos permitirán responder a la gran necesidad de alegría que nuestros hijos y nosotros tenemos.
Seamos conscientes de que el sentido del humor nos permitirá ser una familia que acepta la vida tal y como es (¡aunque no se conforme con ella!), aportando soluciones creativas ante situaciones que de otro modo mermarían nuestras relaciones o nuestros estados de ánimo.
Atrevámonos a ser divertidos, seamos capaces de reírnos de nuestros propios errores y de nuestras propias incapacidades mostrando a nuestros hijos cómo crecer y mejorar como personas sin perder el sentido del humor.
Carmen Herrera García
Profesora de Educación Infantil y Primaria
Y otro mas
OPTIMISMO Y BUEN HUMOR EN LOS NIÑOS
Cuando imaginamos a alguien con buen carácter, puede que lo primero que nos acuda a la mente sea una persona que normalmente está de buen humor, que no se enfada demasiado, que ve la vida de una forma positiva y optimista. Nada mejor que ambicionar algo así para nuestros hijos, pues nuestro principal objetivo es que sean felices.
Aunque algunos niños parecen estar mejor dotados que otros para el buen humor, para ver el lado divertido de las cosas, para contar chistes… El humor va desarrollándose a lo largo de la infancia, desde la primera sonrisa que nos dedica el bebe, a sus carcajadas cuando jugamos al “cu-cu tras” o a las bromas y chistes de los adolescentes encaminados a distanciarse de las normas y valores de los adultos.
El sentido del humor es tan necesario en la vida familiar como el afecto, la disciplina o los valores, pues permitirá a los niños afrontar mejor las situaciones difíciles, los problemas, los temores y conflictos propios de su edad, así como descargar tensiones y mejorar el ánimo.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE EL BUEN HUMOR?
Todos podemos reconocernos haciendo carantoñas y muecas a un bebé, o haciendo el payaso sólo para que se ría. Pero, a medida que crece, parece que el tiempo de las monerías ya se ha acabado y la responsabilidad de su educación hace que nos pasemos el tiempo recordándole normas, recalcando sus errores, problemas y conflictos. Y dejamos de jugar con ellos. Las tensiones y el cansancio del trabajo hacen que dejemos de lado la alegría y que nos convirtamos, a ojos de los niños, en personas serias y aburridas, quedando, de ese modo, excluidos de los momentos en los que ellos consideran de diversión.
Pero, los niños a los que se les ha potenciado el buen humor tienen un mayor desarrollo cognitivo y emocional.
El buen carácter es una competencia social muy valorada. Todo el mundo prefiere estar al lado de una persona optimista y divertida. Un chico así será una persona más resistente ante los problemas y con mayor capacidad para resolverlos, y sus relaciones dentro de la familia serán más cordiales y con menos tensión, sobre todo en aquellas etapas, como la adolescencia, en las que surgen más conflictos.
¿CÓMO PODEMOS EDUCARLO?
Empecemos con nuestra propia actitud: seamos optimistas ante los problemas, riámonos de nuestros propios errores y limitaciones, veamos el lado positivo y divertido de los pequeños contratiempos, sonriamos.
Reservemos un tiempo para el juego en familia. Si no puede ser todos los días, por lo menos los fines de semana. Si nuestro hijo nos pide que juguemos con él, no lo pospongamos, porque siempre encontraremos alguna obligación que nos impida dedicarle ese tiempo.
Organicemos sesiones de chistes, de historias, de trabalenguas; contemos anécdotas de cuando eran pequeños, veamos vídeos familiares, películas de risa.
Hagamos bromas en cualquier momento, sobre todo para rebajar situaciones de tensión, pero no a costa de reírse del niño, a no ser que estemos seguros de que va a aceptarlo bien.
Juguemos al aire libre, incluso a aquellos juegos para los que ya no estamos muy capacitados físicamente.
Vernos “hacer el ridículo” les divertirá enormemente.
En resumen, un niño siempre preferirá vivir en un hogar en el que se divierte, en el que se resuelven los problemas con optimismo y energía positiva, que en uno serio, triste, donde la gente sólo habla para dar órdenes, para discutir o para recriminarse cosas. El vivir una infancia feliz es lo mejor que podemos dejar a nuestros hijos.
RASGOS DEL BUEN CARÁCTER
Podríamos decir que un buen carácter es aquel que cuenta con recursos psicológicos y con un sistema de valores que van a permitirle alcanzar una vida feliz y convivir armoniosamente en sociedad.
-Confianza en uno mismo. Le permite tomar decisiones acertadas, resolver problemas. Esto se logra si el niño ha crecido en un ambiente de afecto incondicional, pero en el que también haya habido una serie de pautas claras y unos límites que le aporten seguridad y en el que también le hayan ofrecido posibilidades de autonomía y de exploración.
-Valores morales, como la honestidad, el respeto, la responsabilidad, la justicia, la solidaridad, la compasión.
-Gran capacidad para la vida en sociedad, para relacionarse positivamente con los demás en los más variados contextos sociales.
-Buen humor, optimismo. Con ellos afrontará mejor los contratiempos y los problemas y creará a su alrededor un ambiente de felicidad y satisfacción.
LA IMPORTANCIA DE LOS ALREDEDORES
Aunque los padres somos los que vamos a sentar las bases del carácter de nuestro hijo con nuestro comportamiento y con las herramientas con las que le dotemos para ello, debemos estar atentos a los mensajes que recibe del entorno, sea de los amigos, de los valores que le transmiten en el colegio o de los medios tecnológicos modernos.
1. Escojamos un colegio con un proyecto educativo cuyos valores compartamos.
2. Fomentemos actividades fuera de casa que le doten de aquellos recursos que fomentan el buen carácter: deporte en equipo, salidas y excursiones encaminadas a valorar y respetar el medioambiente, talleres solidarios...
3. Procuremos conocer a su grupo de amigos.
4. No convirtamos una charla sobre lo que hacen con sus amigos en un interrogatorio, sobre todo en la adolescencia. A partir de cierta edad, necesitan preservar su intimidad y reafirmar su independencia. Eso no quiere decir que nos estén ocultando nada malo.
5. Démosle en casa la oportunidad de expresar sus opiniones y de reafirmarse. Si es demasiado obediente con nosotros, también lo será respecto a demandas poco adecuadas del entorno. Es preferible que tenga criterio propio.
6. Vigilemos lo que ven en televisión, Internet, etc. A ciertas edades, no podemos prohibirles ver algunas series o jugar con ciertos videojuegos, porque son una forma de integración en el grupo, pero si podemos reflexionar con ellos de los mensajes incorrectos que transmiten y de que no hay que confundir ficción y realidad.
7. Estemos pendientes de cambios bruscos en su carácter, porque podría deberse a algún problema en alguno de los medios en los que se desenvuelve.