Una de mis mejores amigas iba a ser tía a finales de noviembre; tiene un sobrinito de 3 años y ahora, éste iba a tener una hermanita. Todos estaban encantados con la noticia, todo el embarazo fue bien y aunque en la última eco de su cuñada le dijeron que estaba cogiendo poco peso, como conocían mi caso que fue similar y ven lo sana y bien que ha estado Maeve, tampoco les afectó demasiado; siguieron todas las recomendaciones médicas (más reposo del lado izquierdo, mucha tranquilidad, proteínas...) y todo siguió adelante.
Hace 3 ó 4 días me acordé de que era más o menos el momento en que la cuñada de mi amiga salía de cuentas y pensaba llamarla para ver si sabía algo ya y casualmente me encontré con su novio, así que toda emocionada le pregunté; vi que le cambiaba la cara y me dijo que sí, que ya habia dado a luz pero que la nena había nacido muerta. En ese momento, las piernas no me sostenían, me subían y bajaban escalofríos por todo el cuerpo, no me lo podía creer y al mismo tiempo no dejaba de verme a mi misma en esa situación, en la sala de partos, dando a luz y que te digan que tu hija está muerta. Ni siquiera me atreví a llamar a mi amiga, no sabía qué decirle, le mandé un mensaje y ella me mandó otro diciendome lo mismo; que quería contármelo pero que no sabía ni cómo explicarlo, que no se lo creían, que no podían aceptarlo y que evidentemente, los padres estaban hundidos.
Todo esto me ha dado mucho que pensar, porque siempre pensamos en los abortos en los primeros meses de embarazo, en partos complicados en países del tercer mundo, pero aparte de eso nunca creemos que algo así pueda pasarnos porque nos cuidamos, porque vamos a controles médicos... y de repente, sucede (evidentemente, son casos excepcionales) y te planteas muchas cosas. Os juro que no dejo de ver ese paritorio con esos padres ilusionados viendo nacer a su bebé y todo el mundo cayéndose encima con la noticia; a esos abuelos, tíos, amigos, en la sala de espera. A ese otro niño que ha oído hablar de Cristina (así se iba a llamar) a todas horas, para la que guardaba juguetes, a la que le compraban un montón de cosas nuevas y que ahora preguntará por ella, por su hermanita. Y al mismo tiempo, no dejo de sentirme la persona más afortunada del mundo cuando miro a mi hija, que está a mi lado, que está sana, que es feliz; no quiero ni imaginarme la vida sin ella.
Siento entrar en el foro para contar algo así pero sé que sois las personas que mejor me van a entender y de verdad que necesitaba sacarlo de dentro porque siento que me estoy obsesionando.
Muchas gracias por leerme, besos.