Eso no impide que no se busquen culpables, porque realmente no los hay, sino una fatídica cadena de carencias.
Cúanta razón tienes.
Verás, yo ahora le doy las gracias a mis padres por el daño que me hicieron, que me hicieron ser lo que soy, pero sobre todo, me doy las gracias a mi misma por haberlo superado y a mi compañero por acompañarme cada día en la montaña rusa emocional en la que se ha convertido mi vida y por hacerlo con un mínimo de reproches y un mucho de apoyo.
Alguna vez, revolviendo en el pasado, caí en la cuenta de que en mi infancia quien me salvó la vida fue mi abuela. Ella me dio los abrazos que no supieron darme mis padres, a su casa me escapaba cuando el castigo en la mía era inminente (hasta ponían el cerrojo para evitarlo). Ella fue, mi ejemplo de maternaje positivo. Con su cristianismo trasnochado en el que los comunistas eran el demonio, con la importancia de cumplir con las normas de la religión, con sus diez mandamientos, sus obras de caridad, sus mandamientos de la Iglesia,... Ella y la madre de una amiga que me adoptó toda la infancia, me daba de comer, me llevaba a trabajar con ella y mi amiga, me hablaba de sexo, me hablaba de Marx, de Fidel, de la República, .... En fin, yo crecí entre un batiburrillo intelectual que luego compuse como pude durante años con la Teoría de La Liberación, los curas obreros, el comunismo cristiano y esas cosas... Luego a mi abuela le dio Altheimer y en fin,... para qué lo cuento. Afortunadamente a la madre de mi amiga no y la seguí disfrutando hasta que se mudaron de casa muchos años después y perdí el contacto.
El caso es que creo que si miramos dentro de nosotras en nuestra infancia hubo gente que nos abrazó, aunque no fueran nuestros padres, gente que trató de protegernos y creo tambièn que por nuestro bien debemos recuperar eso, a esas personas que nos hicieron bien.