La primera noche que trabajé en urgencias, me tocó en puerta exterior (trabajo de celadora), o sea, quién recibe a las personas que llegan cada quién con sus problemas más o menos graves, embarazadas que están de parto, etc.
Nunca olvidaré que de repente se produjo un alboroto tremendo, llegaba una ambulancia que no iba a parar como siempre y dejar al paciente, no, era un caso "especial": se cierran las compuertas y se impide el paso mientras la ambulancia "descarga". Como era la primera vez que veía una situación así me quedé mirando un poco pasmada todo el vaivén de personal que iba y venía, corría y llamaba...
Salieron médicos al encuentro, y también venían en la ambulacia... era un niño, rodeado de gente, al pasar por mi lado ví que era taaan chiquito, unos 2 años (luego confirmé que sí). La cabeza estaba tremendamente abultada. Pasaron rápido como una exalación, me quedé con la frase "directo al quirófano, hay que drenar"
Unos segundos detrás de la camilla venían los padres, con la mirada perdida, el semblante de un zombi.
Transcurridas unas horas, supimos que el niño había caído por las escaleras de casa, muchas escaleras, muchas, muchas...
Todos pensabamos cosas del tipo ¿a estas horas un niño cae por las escaleras? ¿pero que hacían los padres?... en fin es muy fácil pensar mal y culpar cuando lo ves todo desde fuera.
A partir de ese día, durante todo el verano que estuve trabajando allí, me encontré con los padres que iban y venían cada jornada, siempre con cara de pena.
Yo sentía una especial vinculación con ese caso, por el impacto que me había causado aquél pequeño y su cabecita.
A medida que pasaba el tiempo sabíamos que el niño estaba en coma, que habían tenido que drenarle el cerebro debido al enorme derrame, que no esperaban mucho, que no había esperanzas...
Casi cuando iba a acabar mi contrato veraniego me tocó en puerta de visitas (donde nadie quiere estar ) y pasaron ellos, sonreían y me atreví a preguntarles por el niño, estaban radiantes, se iban a casa y el peke estaba bien, bien, como si nada.
Durante todo el tiempo que estuvo en coma sus padres estarían deseando que despertase, que no estuviese dormido, que no durmiese para siempre, estarían deseando tenerle en brazos, sentir sus besos, caricias, su respiración, escuchar su vocecita... Doy por echo que fue así.
Y como éste caso, cada día, cada verano, veo en el hospital otros tantos de niños y niñas enfermos terminales, con tremendos y devastadores cánceres o con naderías que acaban siendo fatídicas (alguna madre por desgracia sabe de qué hablo ¿verdad?) He tenido que despedirme (tragandome las lágrimas) de algun@s de ell@s que sabía que no volvería a ver y siempre pensaba "pobres padres". No hay tragedia más grande en la vida que perder un/a hij@...
A veces, cuando escribo quejándome de mis noches, cuando estoy en un callejón sin salida o sin camino, cuando leo tantos y tantos casos de quienes escribimos aquí cada día... me paro a pensar en aquél niño y en aquellos padres que hubiesen cambiado nuestros despertares y malas noches por ver a su hijo despierto y no en coma.
Mi hijo está sano y feliz, y cuando me agobien sus noches de mil despertares pensaré en tantos y tantos otr@s que están en esas condiciones e intentaré sentirme feliz por que mi hijo se despierta tanto y porque cada mañana amanece a mi lado, aunque sea a patadas con mi cabeza.
Y ahora ya no me río cuando escucho un ancian@ decir "lo importante es tener salud".
Un beso a todas y a todos madres y padres insomnes, no sabemos la suerte que tenemos!