quería compartir nuestra experiencia en Dinamarca. Han sido 10 días en Odense y Copenhague, buscábamos un destino urbano fácil para ir con Laia (2 años 3 meses) y mi panza de embarazada.
Pues bueno, lo recomiendo mucho. Me ha impresionado lo preparados que están para atender a los niños. En todos los restaurantes hay tronas, en casi todos cambiadores. Los parques son preciosos y están limpios (en Barcelona a veces dan asco). Se da el pecho libremente y en cualquier sitio.
Pero para mí lo más sorprendente es que... en Dinamarca los niños no lloran. Son guapísimos, rubios y rechonchos, y los llevan en unos cochecitos enormes, felizmente sentados o estirados. No oí jamás a ninguno llorar, ni siquiera gimotear. No sé cuál es el truco para que vayan todos tan bien sentaditos, porque con mi hija no hay manera, hemos ido todo el viaje con los bolsos en el cochecito y la niña de la mano (al menos camina, pobreta, en este viaje ha hecho kilómetros, sabe que con la panza me canso mucho y se aviene a ir de la manita).
Pero esto de que no lloran me tiene intrigada, porque aunque mi hija es muy tranquila, de vez en cuando le dan pataletas. En una de ellas lo pasé fatal , fue en el tren, y tuve que salirme del vagón porque los demás pasajeros me miraban mal (estábamos en un vagón especial en los que hay que ir en silencio. Laia se estaba calladita, y yo orgullosa, pero empezó a dormirse y cometí el error de querer cogerla en brazos para que estuviera más cómoda... le rompí el sueño y ya la tuvimos liada). Me hicieron sentir como una mala madre... Y ahora les tengo a los daneses una mezcla como de envidia y admiración.
A ver si alguien sabe su secreto.