Hombre, algunos de esos amigos son muy listos, por lo que no sería raro que sus hijos también lo fueran. De todas formas hay algunas cosas que me hacen pensar. Por ejemplo lo rápido que te lo dicen, sin venir a cuento, como si fuera realmente lo que más valoran en sus hijos. Y sobre todo que se da la coincidencia de que todos ellos son los primogénitos. Si sólo fuera una cuestión genética, ¿por qué no afecta tanto a los hermanos pequeños?
Ya sé que es muy conocido eso de que los primeros suelen ser más exitosos profesionalmente pero también más neuróticos, y que los segundos suelen ser más espontáneos y más irresponsables. También sé que se atribuye a que el primero recibe más estimulación pero, ¿es sólo eso?
A mi me extraña que un niño tan pequeño ponga tanta energía en tareas intelectuales, por muy escolarizado que esté. A lo mejor es que mezclo mi propia infancia con la de esos niños y no debería hacerlo, pero después de años de llevar a la espalda una pesada mochila he sabido por qué lo hacía yo. Porque en esa mochila había piedras muy pesadas que no eran mías, las expectativas narcisistas de mis padres con las que tenía que cumplir, la dificultad de mis padres para aceptarme y seguirme queriendo si hubiera sido la peor estudiante de mi clase, el mensaje claro de que lo más valorado por mis padres era que estudiara, que les hiciera sentirse orgullosos de mis logros, la certeza de que mi sola existencia no era valiosa, sino que tenía que hacer cosas importantes para valer algo.
Por eso cuando oigo a esos padres de niños tan pequeños inflar el pecho para decir lo listos que son sus hijos, me entristezco. Igual suena absurdo, pero es así. Claro que es bueno ser listo, por supuesto que lo es, pero, ¿corresponden todas esas actividades siempre al deseo de un niño especialmente inquieto intelectualmente o puede ser que algunos de ellos estén simplemente respondiendo al deseo de sus padres?
Tampoco quiero caer en el falso tópico de que no se puede ser brillante intelectualmente y feliz al mismo tiempo, claro que se puede. Sólo que me parece que los niños de 3, 4 y 5 años que algún día serán talentosos en lo que hagan y además equilibrados emocionalmente están ahora tal vez mirando tranquilamente los patos del río, saltando en un charco sucios de arriba abajo o desmontando sus más caros juguetes ante la mirada sonriente de sus madres.
Creo sinceramente que el talento sólo conducirá al niño a la felicidad si sabe que el cariño de sus padres es totalmente independiente de que lo tenga o no, si sabe a ciencia cierta que sus padres aceptarán de todo corazón cualquier cosa que le haga feliz por poco brillante que esta sea de cara a la galería. Es inevitable que nuestras miradas influyan en nuestros hijos, por eso es importante que intentemos limpiarlas de estúpidos fantasmas, que intentemos dentro de lo humanamente posible desprendernos de esclavitudes absurdas e intentemos inculcarles el talento más difícil de tener, el simple y mero gusto por la vida.
Gabriel Miró