Cuando un bebé nace, la mayoría está de acuerdo en que hay que amanantarlo.
A medida que los días van pasando, comienzan a aparecer personas que nos dicen que sería mejor complementar con una mamadera "así duerme toda la noche" "así sabés cuánto toma cada vez", etc. Cuanto más crece el bebé, más tenemos que lidiar con aquellas personas que nos dicen "¿Cómo... todavía??"
Pero quizá el momento más difícil se presenta alrededor del año, cuando nuestro hijo empieza a caminar.
En ese momento nos cuesta amamantar en público, la gente nos dice que el chico será muy dependiente, que algo nos pasa a nosotras por lo cual no podemos "soltar"a nuestro hijo, e infinidad de cosas más que nos avergüenzan, y en estas condiciones se hace muy difícil seguir adelante.
Qué decir entonces cuando el chico se acerca y nos dice "mamá...teta". Gran horror para los que nos rodean.
Un chico con dientes, que habla y camina...acá pasa algo raro. Cuando las mamás preguntan cuánto tiempo se debe amamantar, muchas veces están pidiendo permiso para destetar, y muchas otras piden permiso para continuar, quieren saber si el amamantamiento prolongado puede perjudicar a su bebé.
Numerosos estudios confirman que hay beneficios para los chicos que maman más allá del primer año. A nivel nutricional, la leche materna continúa siendo una fuente importante de proteínas, grasas, calcio y vitaminas.
Al mamar menos seguido, los agentes inmunizantes de la leche se concentran, y el bebé los sigue recibiendo. Disminuye la posibilidad de alergias, ya que al no incluír leche de vaca hay menor posibilidad de reacciones alérgicas.
Hay pocos estudios acerca de los aspectos psicológicos de la lactancia. Aparentemente los desórdenes de conducta disminuyen con una mayor duración de la lactancia.
No se sabe si debido a la lactancia en sí misma o al comportamiento de las madres que están dispuestas a amamantar prolongadamente a sus hijos. Y en realidad es irrelevante ya que ambos aspectos son indisolubles.
El ritmo de vida moderno nos impone otros tiempos, y otras voces que no son las propias, las internas. Cada relación mamá-bebé es única, tiene sus códigos, sus tiempos, sus modalidades; y en el apuro por rotular todo, por poner plazos y tiempos ajenos, por unificar diciendo que a tal o cual edad hay que destetar, se pierde lo más rico que tiene esa relación: su unicidad.
Y esto no es sólo en relación a la lactancia. Desde lo social se nos imponen tiempos, para dejar los pañales, para entrar al jardín, para que duerman toda la noche, para empezar a caminar..."Y cómo... ¿el tuyo todavía no??".
Reconozcamos que esta frase nos duele, nos avergüenza, nos hace sentir diferentes, nos hace pensar si estaremos haciendo las cosas bien.
Por eso, la propuesta es cuestionarnos todo, todas aquellas cosas que damos como ciertas, como verdades.
Dejá por un instante de leer este artículo y pensá a cuántas de esas verdades estás atado/a.
"Las comidas de bajas calorías no engordan" "los chicos necesitan tomar mucha leche" "hay que mandarlos al jardín cuanto antes para que se socializen" "todos los chicos se enferman en invierno" "la fiebre es perjudicial y hay que bajarla en seguida, como sea"... ¿seguimos?
El problema es que no cuestionamos. Nos quejamos mucho pero entre nuestras cuatro paredes, y no exigimos explicaciones a los médicos, no miramos las etiquetas de los productos que compramos, no ponemos en duda lo que dice la tele.
El término infancia define no sólo la edad del niño, sino que se refiere a una condición en la madre. El estado infancia, que etimológicamente significa `no hablar' impone a la persona que cuida al niño la capacidad de emocionarse con los sentimientos del bebé y tomar parte en la infancia misma. Emocionémonos más, entonces.
Démonos el permiso para sentir, para guiarnos por nuestra intuición, que es la que mejor nos orientará en estas dudas.
Ningún chico llegará a los 18 años con pañales, o chupándose el dedo, o durmiendo en la cama de los padres, o tomando la teta.
Ninguno a esa edad será tan dependiente como para preferir quedarse con mamá en vez de salir con una chica.
Independientemente del tiempo que hayan tardado en caminar, destetarse o dejar el pañal. Entonces no los apuremos, respetemos sus tiempos, y los nuestros.
Escuchemos nuestra voz interior, y enseñémosles a oírla a ellos también.
Esctrito por:
Lic. Maria Paula Cavanna
Licenciada en Psicología
Líder de la Liga de la Leche
Directora de UPA ! Sitio sobre Lactancia y Crianza
Zona Pediatrica Staff