Lo primero es que soy nueva y no sé si meteré la pata porque no controlo muy bien el manejo del foro, así que os pido disculpas de antemano.
Lo segundo soy mamá de un precioso niño que tiene 20 meses y 4 días, y aunque ha resultado ser lo mejor de mi vida (y la de su papá),también me ha resultado lo más duro a lo que me he enfrentado nunca. Afortunadamente me habéis servido de consuelo muchos días y noches, sobre todo porque veía que no estaba sola y que ni mi niño ni yo éramos tan raros.
Os resumo. Mi bebé nació con 36 semanas (2.240 gr) y con un poco de líquido en el pulmón, así que de cabeza a la incunbadora (ni siquiera pude verlo hasta dos días después porque estaba en otro edificio)menos mal que sólo fueron 9 días. Al segundo día de llegar a casa empezó a llorar y desde entonces no paró. No dormía apenas (ni por la noche, ni siestas,..) tomaba el pecho de forma exclusiva y a demanda (sigue haciéndolo aunque a estas alturas come ya de todo) pero no lo hacía de forma "normal" le costaba mucho trabajo estar un rato succionando y la mayor parte de las veces teníamos que intentarlo varias veces. A eso del tercer mes empezó a regurgitar y parecía la niña del exorcista, era imposible reclinarlo un poco después de comer o moverlo porque lo echaba todo y además parecía que le quemaba al hacerlo. Después de descartar los cólicos del lactante (porque con cinco meses seguía igual o peor), de darle unas bolitas homeopáticas que nos recomendó su pediatra, de darle un antiácido super fuerte y de hacerle la prueba del reflujo (una ph-metría), por fin se le ocurrió (cuando el niño tenía en torno a los nueve meses) que podría ser un problema de alergia a las proteínas de la leche de vaca(en concreto una intolerancia). Así que después de ponerme a dieta (las proteínas le llegaban a través de mi propia leche, de hecho los cereales se los mezclaba con leche materna) mi cielito mejoró considerablemente, pero seguía estando "excesivamente" irritado e irritable, y por supuesto dormía a intervalos de 20 minutos, como mucho aguantaba dos horas seguidas y por supuesto había que tenerlo en brazos durante horas y moviéndolo. Por más que intentaba meterlo en mi cama no había manera, la única forma de que durmiera era andar rápido con él en brazos por la habitación (imaginaos mis ojeras, mi cansancio y mi desesperación). Evidentemente visitamos a varios pediatras buscando una explicación, una orientación...o un poco de comprensión y me encontré de todo menos eso, porque casi siempre encontraban que la culpable era yo porque el niño era muy nervioso, estaba enmadrado, necesitaba que lo dejaran llorar y... enfin todas esas cosas que comentáis a veces.
Afortunadamente encontré en internet una ayuda inestimable con portales y foros como el vuestro y pude conocer los libros del Dr. Carlos González y el nuevo de la Dra. Rosa Jové, que también me ayudaron a entender mejor qué le sucedía a mi hijo y cómo podía ayudarle.
Lo mejor es que a la semana de cumplir los 18 meses cambió de forma espontánea. Sus molestias gástricas desaparecieron de repente y como era de esperar todo ha cambiado desde entonces se despierta una o dos veces por la noche, duerme una siesta de hasta tres horas a veces, come de otra manera (como si disfrutara de la comida y no como si fuera la única forma de seguir vivo), está más tranquilo, no sé por fin me da la impresión de que tanto él como yo estamos empezando a disfrutar. Supuestamente y según el pediatra (de momento me he quedado con el menos malo, porque el bueno no lo he encontrado aún) se debe a que el sistema digestivo del niño ha madurado.
Con todo esto lo que quiero es agradeceros la labor que hacéis y animar a todas las mamás y papás a confiar en su instinto porque al final las cosas mejoran.
Siento haberme enrollado tanto pero han sido muchos meses de sólo leeros y no poder escribir porque el peque no dejaba de llorar.