- Mié, 21 Dic 2005, 17:08
#13187
Ayer estaba yo con mi bebé koala (Antelmo) en una de esas fases mega. Le dormì en la cama y se me ocurriò ir a lavarme los dientes. Juro que no me tardé nada. Pues claro, me separé de el y se puso a llorar como loco. Llegue y ya estaba en brazos de su papá. Juro que no habìa pasado ni un minuto solo. Y entonces me desmoroné y me puse a llorar de impotencia, con esa sensación que tenemos de no poder hacer nada y de que no era capaz de explicarle al niño que solo me había ido al baño, que es una necesidad y que nadie le estaba abandonando.
Estaba yo en un mar de làgrimas cuando aparece Almudena que estaba según yo dormidita en su cuarto. Y me dice bien tierna mi hija: mamá, no llores que yo vengo a apapacharte (o sea a hacerte mimos) y me abrazó y le dijo a su hermano: ¿qué no ves que estamos todos contigo?
En ese momento me di cuenta una vez màs de los regalos que me manda Dios.