Había aceptado serenamente que no se dejaría de despertar y reconozco que la esperanza la tenía en que creciera y se atendiera solita.
Cumplió los cuatro años en marzo con un despertar por noche. Ya no eran los veintitantos que tenía al año, ni eran los siete que tenía a los dos años ni los tres que mantenía a los tres años. Un despertar era algo cómodo, con lo que habíamos aprendido a convivir. Bueno, su padre, que es quien duerme con ella.
Llegó Semana Santa y fuimos a la playa. La primera noche se olvidó del biberón y sus padres aprovechamos la oportunidad porque ¿cuántas veces se presentan oportunidades así? No volvió a pedir biberón y cuando lo pedía le dábamos el cambiazo por una leche con popote (pajita), un sustituto práctico que no se derrama con facilidad en la cama .
Los días pasaron y algunas veces pedía biberón pero se conformaba con su lechita de popote. Los días siguieron pasando y mamá empezó a explicarle que esas leches eran más caras que la que toma en vaso y que además es muy poco ecológica.
El caso es que las noches pasaban y unas veces pedía leche de popote y otras no. Hasta un día en que a papá se le olvidó ponerle pañal por la noche y amaneció seca. Entonces decidió no tomar más leche por la noche para que no le gane el pis. Y los despertares se anularon, ya no se despierta por las noches salvo rara vez y todavía usa pañal nocturno aunque cada vez lo moja menos.
Cuento esta historia para mamis desesperadas que han llegado como yo lo hice hace dos años y medio, a Dormirsinllorar.com con la esperanza de que sus hijos duerman.
Siempre llega el momento si se sabe esperar.