Yo, que ya había previsto que lo haría en varias ocasiones, me había agenciado un chal que me combinara con el vestido, y así pertrechada, me saqué el pecho por el escote y lo amamanté, discretamente tapada con el chal.
El niño mamaba un ratito, después cambiaba de pecho. Al poco se levantaba y lo sentábamos en la trona, comía pan... volvía a pedir pecho... así varias veces.
La cuestión es que en la mesa estábamos con 3 parejas más, primos de mi marido. Todos jóvenes y todos con niños pequeños. Una de las parejas nos miró con naturalidad y le dijeron a su hija de 3 años, "mira, esta mamá le dá teta a su nene" Evidentemente esa madre había amamantado a sus dos hijos, aunque no mucho tiempo, según me comentó. La segunda pareja, con un bebé de 3 meses, nos miró con simpatía. Ella estaba amamantando a su bebé, para hacerlo acercaba la silla a un rincón más tranquilo.
La tercera pareja alucinó. Ella me miraba como si hubiera visto a un marciano. Me empezó a hacer preguntas sobre la lactancia como si no hubiera visto en su vida una teta y un niño, y eso que es madre de 2 hijos. Me preguntó: "Oye, y eso de la lactancia, ¿cómo funciona?" "¿Y no es muy esclavizante para la madre?"
Ese tipo de preguntas, si vinieran de alguien sin hijos me parecerían lógicas, pero viniendo de una madre, me dieron mucho que pensar. Y no fue la única: muchas otras mujeres se acercaron a la mesa a preguntar la edad del niño y sorprenderse de que "aún" lo estuviera amamantando.
Dar el pecho o no darlo es y ha de ser una opción libre, tomada desde la libertad que proporciona el conocimiento y la información. Si por el contrario parte de la desinformación, entonces no ha sido una decisión libre y madura.