- Mié, 21 Mar 2007, 22:05
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Verás, no estoy de acuerdo con el medio. Para mi los medios no se justifican con el fin.
Los niños no aprenden con límites, aprenden con EJEMPLOS.
Si en mi casa hay comida sana mis hijos comerán comida sana. Si en mi casa hay fruta comerán fruta. Si hay dulces y bollicaos seguro que lo prefieren.
Si en el cole los niños almuerzan sano, querrán comida sana. Si las otras mamás les llevan comida chatarra la querrán.
Para mi eso no es poner límites, es educar. No es prohibirles que no coman cochinadas, es promover que en su entorno conozcan comida sana y educarles sobre el tema, enseñarles que en la vida se van a encontrar con muchos lobos con piel de cordero y la comida basura será seguramente el primero o la tele, no sé cual de los dos.
Si yo me paso el día viendo tele, seguro que mis hijos también querrán hacerlo. yo soy su patrón de imitación. El adulto del que aprenden.
Educar no es poner límites, es poner ejemplos.
Si yo no saludo a nadie por la calle seguramente a mis hijos les costará hacerlo. Si me ven saludar seguro que lo hacen espontáneamente sin que les tenga que decir que digan hola.
Por eso no me gusta la palabra límites. Claro que hay límites. En seguridad y en salud no se puede negociar. No les puedo dar paracetamol masticable aunque les guste mucho. No voy a permitir que crucen la calle solos. Pero tengo que estar con ellos. No ponerles límites. Y mientras tanto tendré que enseñarse que se detiene uno en la orilla y mira a los dos lados antes de cruzar. y lo haré mil veces y luego empezarán a entrenar a cruzar primero calles sin tránsito y luego con tránsito. Porque los límites no son los mismos a los 2 años que a los 7 o a los 15 o a los 20 o a los 40 o a los 75. Los límites en buena parte nos los pone la vida, no nuestros padres, ni los maestros, ni siquiera las leyes. los verdaderos límtes los pone la vida.
En todo caso, el límite de mis hijos soy yo como madre. Es mi comportamiento el que supone el límite. Es lo que hago cuando estoy con ellos.
Si mi hijo está en un sitio y se aburre seguro que hace trastadas. Si yo estoy con el y le doy alternativas positivas seguro que no lo hace. Y no tengo que sacar el cinturón para amenazarle ni tengo que agarrarle la mano para que se esté quieto. Tengo que respetarle, nada más y darle alternativas.
Decía un conferencista de educación el otro día que no podemos pedirle a un niño que no sea inquieto, que es como si el nos pidiera que no nos subiera la tensión, por ejemplo.
Yo no puedo, no debo, pedirles a mis hijos dejar de ser niños. Puedo y debo educarles con ejemplo y amor y dándoles responsabilidades que puedan hacer. también deben aprender a ser responsables de sus cosas. Y la responsabilidad también se aprende. Almudena tiene de tarea lavar los cubiertos de su lunch. Si no los lava no los lleva a la escuela. Es su responsabilidad. Obviamente no puedo pedirle lo mismo a Antelmo. No con límites. Puedo y debo estar activamente con ellos, no estar simplemente por estar.
Entre el autoritatismo y el abandono (o permisividad absoluta) hay algo que se llama autoridad. Y la autoridad se gana. Nos la ganamos todos los días o la perdemos según actuamos con nuestros hijos.
El fin no justifica los medios.