No lo podemos negar. La relación entre tu y
tu hijo es única.
Porque aunque papá también está presente desde el nacimiento, el sólo hecho de haber tenido dentro de ti a tu bebé por 9 meses hace que, desde el comienzo, todo sea diferente.
Un bebé, de cualquier sexo, depende físicamente de su mamá porque para él, ella es el primer contacto con el mundo exterior, ella es quien lo satisface en todas sus necesidades primarias como alimentarse, dormir y estar cómodo; el vínculo entre madre e hijo se hace fuerte desde los primeros momentos y se refuerza no sólo con estas satisfacciones de necesidades sino también con la utilización del lenguaje y el contacto visual y físico por parte de la madre.
Además, si este lazo entre ambos es fuerte, el que crea con papá, algunos meses después, lo será también. Esa unión entre tu y tu hijo hará posible que papá se acerque al bebé y se involucre en todo lo que tiene que ver con él.
Y aunque este lazo entre mamá e hijo es irrompible, también es distinto dependiendo del sexo del bebé. ¿por qué?
Hijos e hijas
Estamos de acuerdo en que la relación entre madre e hija es muy especial; porque, al pasar por las etapas de la vida, está caracterizada por sentimientos distintos: la dependencia de los primeros años, el adoración de la niñez, el fastidio de la pubertad, la lucha de la adolescencia y la valoración de la adultez.
En el momento del nacimiento, predomina una actitud receptiva hacia la hija, en la que la ternura, la mirada silenciosa dominan el momento. Durante la hora de comer, de cambio de pañal o de dormir, mamá acaricia más suavemente a la niña en la cabeza, mejillas y la barbilla.
Poco a poco, la niña va aprendiendo muchas cosas de mamá pues generalmente está más apegada a ella. Y, lo quiera o no, repetirá patrones de conducta maternos en distintas situaciones de su vida, sobre todo la adulta. cuando la hija esté en edad para tener sus propios hijos, mamá será un apoyo para la nueva maternidad, será una guía en esta tarea y entonces aparecerá una nueva relación mucho más permisiva y nostálgica: la de la abuela y su nieta, en la que no hay responsabilidades educativas y por eso hay cierta complicidad.
Los lazos femeninos generacionales son muy fuertes y por eso tan común que muchas de las prácticas y tradiciones pasen de una a otra. Las mujeres forman un núcleo en el que hay discusiones y competencias pero también acuerdos y aprendizaje.
Ahora, la relación entre madre e hijo es también determinante para lo que será el comportamiento y la personalidad del hombre. Desde el nacimiento el trato hacia los bebés varones es distinto al de las mujeres pues, a pesar de ser igualmente frágiles, a los niños se les toca menos delicadamente, se les habla, y se les estimula sensorialmente mucho más que a las niñas.
Cuando la mamá tiene contacto con su hijo (dar de comer, bañar, etc.) también hay más contacto físico, hay más caricias en todo el cuerpo y más conversación. El niño comienza a crecer y definitivamente se identificará con papá, después de haber sentido la conocida teoría psicoanalítica del complejo de Edipo -en el que el niño siente la presencia rival de papa, quien tiene una relación íntima con "su mamá" y siente celos- que según ésta seguirá, inconscientemente, durante toda la vida hasta culminar en la escogencia de la pareja; se dice además que en este momento, el hombre elige, también de modo inconsciente, una mujer que de una u otra forma se parezca a mamá y tal vez por eso las relaciones entre suegra y nuera no siempre son muy amables.
El hecho es que el vínculo entre una madre y su hijo (sin importar el sexo), es realmente especial e inigualable. Muchas teorías tratan de explicarla y de hacernos entender el porque de su intensidad, pero sabemos que no es posible explicarla, porque simplemente existe.