Estoy agotada, saturada, no puedo más... Primero, a todo es "NO": no quiero vestirme, no quiero desayunar, no quiero lavarme los dientes, no quiero ir al cole, no, no, no... intentamos convencer, negociamos, le explicamos las consecuencias, nada; acabamos con las amenazas, de las estúpidas, además (de las qué tendrá que ver la velocidad con el tocino), y no es plan; la cosa acaba en gritos, por mi parte, por la parte de su padre, por la de él, y por la de su hermana pequeña, que se une al coro (aunque la cosa no vaya con ella), y tampoco es plan.
Segundo, los lloros y berrinches. Su tolerancia a la fustración es nula; llora (pero a saco, en plan dramático) cuando le cuesta ponerse el calzoncillo, cuando se encuentra un trocito pequeño de champiñón en la pizza, cuando la enana le quita un juguete aunque no esté jugando con él, vamos, llora por todo. Y se enfada todavía más; no sé en que post puse que mi hijo se enfadaba casi con elegancia, pues eso era antes, ahora grita, patalea, nos pega, empuja, araña, pellizca, insulta... Me bloqueo.
Tercero, es mandón: "mamá, cógeme esto", "mamá, traéme lo otro", "mamá, buscame el spiderman", etc. Y cuando le digo que lo haga él, la primera respuesta es "no puedo" (que sí que puede), la segunda es "no, hazlo tú", y la tercera, es el berrinche. Me vuelvo a bloquear.
Y cuarto, las peleas con su hermana. Se pelean tooooodo el día por tooooodo: "es mi juguete", "es mi vaso", "es mi taburete", "yo primero", "no me deja en paz", "no me hace caso"... Me paso el día lidiando en peleas, vamos que me río yo de la ONU.
Mi compañero se está leyendo "Entre padres e hijos" de Ginott y yo "Cómo hablar para que sus hijos les escuchen. Cómo escuchar para sus hijos le hablen"; esperamos que dé sus frutos, si es una etapa (que espero que sí) para pasarla lo mejor posible; y si es que mi hijo es así, que se nos escapa de las manos, para cambiar algunas cosillas suyas y nuestras.