La autoestima es la forma de sentir respecto a nosotros mismos, el concepto del propio valor o lo que pensamos de nosotros.
Todo niño normal nace con el potencial necesario para alcanzar la salud mental y el equilibrio emocional. Para lograr ese objetivo es indispensable poseer una autoestima elevada, que se fundamenta en la creencia del niño de ser digno de amor, sintiendo que se valora y respeta su individualidad.
El niño posee cualidades y recursos para gustarse a sí mismo. Desde que nace aprende a verse como percibe que le ven las personas que le rodean. Su imagen la contruye en función del lenguaje verbal y corporal, las actitudes y juicios que sobre él emiten las personas que considera importantes. Se juzga a sí mismo comparándose con los demás y según sean las reacciones de éstos hacia él. La opinión de sí mismo afecta a su estabilidad y constituye el núcleo de su personalida, determinando la forma en que utiliza su potencial.
La autoestima alta surge de las experiencias positivas, produce en los niños seguridad, propia aceptación y la confianza suficiente para poder realizarse en todas las áreas de la vida. Con un buen nivel de autoestima las expectativas sobre sí mismo son apropiadas, alcanzando en el futuro la estabilidad emocional.
La autoestima pobre da lugar a inseguridad, una escasa resistencia a la frustración, un bajo sentido de quien es y provoca ansiedad. El niño se siente inepto y carece de motivación para relacionarse de manera positiva o comenzar nuevos aprendizajes. Suele ser una de las principales causas de de las conductas desadaptadas en la infancia ya que cuando el pequeño tiene un concepto tiene un concepto negativo de sí mismi, cree ser "malo" y adapta su comportamiento a este juicio.
Normalmente, por ello se le regaña, juzga, castiga y rechaza, arraigando en él con más firmeza la convicción de ser "malo". Por necesidad de coherencia interna evita entonces que le lleguen mensajes positivos.
Los padres pueden y deben fomentar una autoestima elevada en sus hijos siguiendo unas pautas sancillas pero valiosas:
Que el niño se considere aceptado y amado incondicionalmente. No basta con que le demos todo nuestro amor, debemos asegurarnos que él lo siente y experimenta. Tiene que percibir que se le respeta y acepta su individualidad. Aceptar al niño significa quererle como es, no por cómo nos gustaría que fuera y, sobre todo, no confundir el valor de su existencia con el de su comportamiento.
Tiene que sentirse valioso, útil, caoaz, vinculado a los grupos que pertenece (familia, clase...) y recibir de éstos seguridad y confianza; interiorizando formas de conducta positivas porque no se hacen juicios de valor sobre su persona, sino sobre aspectos de su comportamiento.
Debe desarrollar seguridad interior para afrontar con éxito las dificultades que se le presenten. Para conseguirlo se le pedirá que concluya las tareas que comience, se le asignarán responsabilidades en función de su edad y capacidad, no se hará nunca por el niño aquéllo que sea capaz de hacer sólo, se le ayudará a aceptar las consecuencias de sus acciones y a medir sus posibilidades antes de comenzar una actividad.
Ardua tarea, verdad, pero apasionante...Un beso a todos.