EDUARDO SUAREZ
Lo primero que sorprende de Jay Belsky (Nueva York, 1952) es que tiene las gafas, el bañador y el gorro de nadar colgados en el envés de la puerta de su despacho. Y no porque no tenga una figura atlética y desenvuelta, sino porque no son objetos que uno espere encontrar en la oficina de un psicólogo de renombre.
El profesor nos recibe una mañana lluviosa en su despacho, en una casona del barrio de Bloomsbury, a tiro de piedra del Museo Británico. Psicólogo de fama internacional, reside desde hace unos años en Londres, donde dirige un instituto de estudios familiares.
Belsky fue un héroe recurrente del feminismo a finales de los 70, al publicar estudios que descartaban efectos negativos en los niños que se quedaban en guarderías mientras sus madres iban a trabajar. Muy pronto, Belsky descubrió que se equivocaba: los niños que van a la guardería desde muy pequeños son más agresivos y desobedientes que aquellos a los que sus madres cuidan en casa.
Se trata de un axioma que se apoya en un rosario de pruebas científicas pero que choca contra la marea social. Por eso a Belsky lo han crucificado sus viejas amigas feministas y por eso pocos políticos le siguen el juego.
* PREGUNTA.- Su tesis sobre las guarderías ha provocado cierta polémica en su país y en el Reino Unido. Me gustaría oírsela a usted, sin distorsiones y en un lenguaje sencillo, que puedan entender mis lectores.
* RESPUESTA.- Se han dicho muchas cosas sobre mí. Por ejemplo, que creo que el cuidado materno es bueno y las guarderías son malas. Hacer una afirmación así es simplista y no tiene sentido. Es un dilema muy complicado.
Pero mi punto de vista como científico es que hay pruebas concluyentes de que cuanto más tiempo pasan en guarderías, los niños son más agresivos y más desobedientes. En otras palabras, cuanto más tiempo pasan lejos de los padres, los niños se portan peor. Ojo, no quiero decir que estemos creando psicópatas o asesinos en serie. Es un efecto leve pero irrefutable.
* P.- Hay colegas suyos que dicen que ese efecto no es relevante.
* R.- Desde luego, pero yo no estoy de acuerdo con ellos. Se trata de un efecto pequeño, sí, pero muy extendido. La mitad de los niños americanos pasa 30 horas a la semana lejos de sus padres durante el primer año de vida. En Europa la proporción es algo menor, pero poco a poco la alcanzaremos.
* P.- ¿Influye o no en estos problemas la calidad de la guardería?
* R.- Pues no. No influye. Estén en una buena o en una mala, los niños en guarderías son casi siempre más agresivos. En este asunto juegan tres factores distintos. La dosis de la guardería -horas, días y meses antes de ir al colegio-, el tipo -en grupos grandes o pequeños, por ejemplo- y la calidad. Por supuesto, cuanto mejor es la guardería, mejor se desarrolla el niño, pero la agresividad continúa ahí.
* P.- O sea, que usted cree que los niños no deberían ir a la guardería demasiado pronto...
* R.- No es tan sencillo. Es como preguntarle a un endocrino si es bueno o malo para tu cuerpo un plato de pasta a la boloñesa. Dirá: "Depende. Las proteínas de la carne son buenas, pero los hidratos de carbono, tomados en exceso, pueden convertirse en grasas". El problema con las guarderías está casi siempre en la dosis.
* P.- Explique eso.
* R.- Básicamente quiero decir que cuanto más va el niño a la guardería, más agresivo se vuelve.
* P.- ¿Han averiguado por qué?
* R.- No lo sabemos a ciencia cierta. Tenemos algunas ideas sobre cómo pasa, pero ninguna de ellas es concluyente.
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/09/20/internacional/1221877915.html