Yo hago todo lo que puedo, duerme con nosotros cuando quiere, llevo a las dos a la vez en brazos si hace falta, le dejé reengancharse al pecho tras el parto, estoy siempre alerta para que no se sienta abandonada, he cogido una excedencia para estar más horas con ella y sólo va a la guardería las horas que ella quiere, me armo de paciencia, no la ríño salvo cuando pega... Poco a poco creo que lo va superando, muestra más afecto por la hermana y no ha tenido problemas graves en cuanto a dormir mal, controlar esfínteres o de adaptación escolar o socialización. A ojos de los demás sigue siendo una niña normal y alegre.
Pero su relación conmigo se ha vuelto un poco complicada, y en eso no mejora nada. Se muestra muy ambivalente conmigo, está como rabiosa, me reclama y luego me rechaza, me llama llorando y cuando voy me echa a patadas (literal), me vuelve a llamar y vuelta a empezar. Así todos los días varias veces, siempre acaba llorando en mis brazos porque por más que lo intento evitar acabo enfadándome con ella y entonces ella se echa a llorar y a pedirme perdón y a pedirme que la abrace. Hoy ya he llorado yo también con ella, de pura impotencia. Esto ocurre más o menos desde que me quedé embarazada o desde su año y medio más o menos, pero últimamente lo hace mucho más a menudo.
Creo que entenderlo me ayudaría a sobrellevarlo, no sé cómo manejar esto y estoy empezando a preocuparme.
Mi relación con mi propia madre es muy mala, mi infancia consistió en exigencias, rigidez, falta de contacto, broncas y palos por cualquier cosa. Treinta años me costó poder aceptar un abrazo sin ponerme a la defensiva, aceptar que alguien podiía quererme sin ser perfecta en nada, no os imagináis lo muchísimo que me ha costado creerme que soy digna de cariño, psicoterapia incluida. El resultado de ello es mi familia, es la obra de mi vida, jamás he tenido una relación afectiva como la que tengo con mi marido, jamás trataría a mis hijas como me trataron a mi, ellos me enseñan a quererme a mi misma queriéndolos a ellos. Lo que más me aterra en el mundo es que mi hija sienta lo mismo por mí que lo que yo siento por la mía, pero a veces siento que por más que me esfuerzo no lo voy a conseguir, que estoy condenada a repetir la historia por alguna razón que no puedo controlar.
Sólo añadir que hace quince días que mi única hermana, dos años mayor que yo, se ha intentado suicidar... No quiero hablar de ello, está conmigo, nos llevamos genial, está mejor, pero os lo cuento para que os hagáis idea de que mi estado de ánimo no es el mejor en este momento y de cómo de repente me he preocupado más por mi hija. No sé si es que he perdido la perspectiva, si esto es normal o no, ni cómo cambiarlo.
En fin, ya lo he soltado. Agradecería alguna sugerencia sobre cómo manejar ese problema.
Gabriel Miró