- Lun, 26 Jul 2010, 19:39
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Por fin encuentro la definición perfecta de mi hijo pequeño (y en octubre hará 4 años). Los primeros 22 meses fueron horribles (al menos, mientras los viví): de noche llegaba a hacer tomas cada hora - hora y media
; sólo se dormía conmigo; se despertaba infinidad de veces
; el menor ruido le despertaba; era completamente impredecible.
Alos 20 meses, coincidiendo con una gripe y mi próxima incorporación al trabajo, su padre decidió que, ya que no dormía sólo, al menos durmiese también con él y así turnarnos por las noches. Le costó tres noches de salir con él al sofá para no despertar a su hermano. Pero al final entendió que no había más opciones: que no le íbamos a dejar dormir solo, pero que debía aceptar que su padre era tan válido como yo.
El tema de los familiares y amigos es muy duro; pero yo he aprendido a hacer oídos sordos y cuando insisten demasiado les digo que quienes nos levantamos somos mi marido y yo y que lo hacemos encantados de la vida. Es más, siempre añado (y es cierto) que el día que deje de llamarme realmente lo echaré de menos (aunque no a corto plazo, je je
).
Dormir se convirtió en mi prioridad absoluta, así que practicamos el colecho (en su cama porque no quiere dormir en la nuestra, con lo cómodos que estaríamos). Al principio dormía encima mío y sólo cuando estaba profundamente dormido lo ponía a mi lado. Esa etapa paso, como sé que también pasará la de reclamarnos a medianoche.
Respecto a no comparar, se da la circunstancia que mi hijo el mayor fue un bebé de los que dormía del tirón a los 4 meses (doce horitas sin decir ni pío), hacía siestas de 3 horas, lo dejaba sólo en la cuna sin que dijera nada y era preciso como un reloj suizo a la hora de hacer sus tomas. Así que ya sé que las comparaciones son odiosas, pero yo quería repetir la experiencia del primero. Ni por asomo: lo que para uno es costumbre por el mero hecho de hacerlo dos veces, para el otro pueden existir diez versiones diferentes de enfocar un mismo tema; frente a la previsión del mayor, la aventura de lo que nos deparará el día con el pequeño... He dejado de compararlos, simplemente los disfruto y ellos se complementan a la perfección.
Si alguna está en la peor fase, deciros que se sale, aunque no seamos nosotras quienes decidamos cuándo; que desde la perspectiva no se ve tan duro como realmente se llega a sentir; y que es una maravilla el que mi enano siga demandando un constante contaco físico.