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martes 6 de noviembre de 2007
Pensar alto y sentir hondo
Estos conceptos son tomados de Miguel de Unamuno, filósofo y poeta español de gran influencia en la cultura española del siglo pasado. En su libro “Cómo se hace una novela”, él plantea que la vida puede entenderse como una novela, en que cuando es personal, se construye a partir de la narrativa de uno mismo, pero que esta narrativa se encuentra a su vez inmersa en la novela cultural, que corresponde a la cultura que viven las personas. Además existe una tercera novela que es la novela de la humanidad, y que son estas tres dimensiones las que explican en gran medida lo que pensamos y lo que sentimos.
El concepto “Pensar hondo’’ se relaciona con la esfera cognitiva, y el concepto “Sentir hondo’’ se vincula con el mundo afectivo: Ambos podrían resumir un ideal educativo familiar y escolar, equilibrado entre ambas dimensiones de manera de formar personas integrales.
“Pensar alto”: quiere decir no sólo entender lo que se aprende, sino que de algún modo ser capaz de construir un sentido de lo que se aprende.
“Sentir hondo”: implica tener un contacto emocional con lo que se siente, empatizar, resonando con las emociones de los otros. Se trata de conectarse profundamente, como hacen los poetas, es decir tener sentimientos profundos.
Un niño educado en esta forma, estará mejor preparado para ir construyendo una narrativa de sí mismo, en su conexión con la realidad que le toca vivir. Para ello debe entender la realidad más global y cómo ésta se relaciona con su realidad personal. De esta forma podrá darle un sentido a lo que le toca vivir y, a partir de allí, construir una explicación que le permita entender los por qué y los para qué, de su ser y estar en el devenir cotidiano.
Para que el niño o la niña integren la dimensión cognitiva y la emocional, la educación familiar y escolar debe dar espacio para que ellos puedan preguntarse acerca del mundo y de sí mismos. No se trata de que los niños construyan una novela escrita, aunque toda la vida podría ser novelada, pero sí que cada cual tenga un relato de sí mismo, adecuado a su edad y a la realidad que le toca vivir.
Existe un juego de palabras, que sólo tiene sentido en inglés, que plantea que “hay que enseñar a leer a los niños el mundo y no las palabras”, lo que frecuentemente se hace al revés: Para los que saben inglés la frase sería “Read the world not the word”. La idea no es que los niños aprendan a leer el mundo sólo para tener una interpretación de la realidad, sino que lo que van procesando de la realidad les sirva poder escribir mejor su propia novela.
Los niños cuando son pequeños buscan y preguntan incesantemente, pero a medida que transcurre la educación, disminuye su interés por preguntar, más bien se limitan a contestar las preguntas que el sistema escolar les hace. Muchas veces estas preguntas formuladas desde el ámbito educativo, están fuera del mundo de los intereses de los niños, por lo que ellos, se limitan a buscar respuestas ya fabricadas, que muchas veces ni siquiera entienden, pero que saben que al darlas su contenido dejará tranquilos a los adultos.
Una forma de ayudarlos a “Pensar alto”, es buscar que formulen preguntas frente a diferentes problemas. Si tú estuvieras con el presidente de los Estados Unidos, ¿que le preguntarías sobre la guerra de Irak? Si estuvieras con un astrónomo, ¿qué te gustaría que te respondiera?
Y en ese mismo plano se puede en el lenguaje de Unamuno ayudar a un niño o una niña a “Sentir Hondo”, averiguando qué piensa sobre las guerras y qué emociones tiene cuando ve un cielo estrellado o qué siente cuando un amigo está enfermo. Si tiene habilidades literarias o pictóricas incentívelo a que exprese lo que piensa y siente a través de esos medios.
Quedarse un rato con los sentimientos, profundizar en ellos, conectarse con los de los otros, y acompañarlos, es una de las tantas formas de ayudar a un niño a sentir y pensar hondo, porque estos dos conceptos no son antagónicos. Quien puede sentir y pensar hondo, podrá tener una actitud mucho más activa en la resolución de problemas, no sólo los propios sino de los que afectan a otros. Así un adolescente que se conecta con la pobreza, podrá asumir una actitud activa en la resolución de las necesidades de los que lo rodean, como hizo el Padre Hurtado, que es un excelente ejemplo de alguien que sintió hondo y pensó alto.
La explicación de los propios pensamientos, a través del lenguaje oral y escrito, así como la expresión de los sentimientos, son formas para un desarrollo integral, que permite al niño construir y entender su propia historia, en la que por supuesto tiene el papel más protagónico.
Neva Milicic.
Educar en la tolerancia
Educar en la tolerancia y en la aceptación de la diversidad es uno de los valores que debiera ser central en los objetivos educativos de la familia y del contexto escolar, ya que el no respeto a las diferencias es la causa de injusticia, de sufrimiento y de mucha violencia en la infancia y en la adolescencia.
Los niños son educados desde pequeños, a través de diversos mecanismos, en los sistemas de creencia de la familia. En forma explícita o implícita los adultos le van traspasando a sus hijos los valores que les parecen esenciales. Esta actitud que es necesaria y básicamente correcta, si no va acompañada de un valor fundamental que es el respeto a las ideas de los otros, puede llevar a que los niños tiendan a asumir una conducta fundamentalista en relación a sus valores, que puede llevarlos a tener actitudes, contra los que piensan diferente.
Grandes guerras en la humanidad y episodios terroristas, han tenido su origen en diferencias ideológicas, donde el que piensa diferente no sólo es alguien con quien no estoy de acuerdo, sino que se constituye en mi enemigo. Mahatma Gandhi, uno de los grandes ideólogos de la no violencia, decía: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”.
Esta sentencia de un hombre tan reflexivo y profundamente pacifista me hace pensar, ¿cuán importante es el valor de la tolerancia, en las familias, al momento de educar a los niños?: Ciertamente Gandhi sabía de discriminación, ya que fue víctima de ella por su origen hindú, en los años de su infancia que vivió en Inglaterra. Además la India, su país de origen, es una nación cruzada por diferentes religiones, y en la cual el sistema de castas es todavía muy fuerte.
Desafortunadamente, en el trabajo en colegios y en la atención clínica de niños que son discriminados por sus iguales, es posible apreciar que -a pesar de lo globalizado que se encuentra el mundo-, en nuestro país, la actitud de los niños chilenos hacia lo que es diferente es de una profunda discriminación, quizás mayor que la que se ve en otros países del continente.
En el colegio son victimizados los niños que son percibidos diferentes racialmente, socialmente, físicamente, por sus compañeros, produciéndoles una gran cuota de sufrimiento.
No basta que los padres no tengan actitudes despectivas o arrogantes frente a las diferencias, es necesario ir más lejos y cuidar el lenguaje que muchas veces puede ser discriminatorio con las diferencias. Por ejemplo, hay que tener cuidado con los chistes que se les cuentan a los niños, muchos de ellos son en general abiertamente discriminativos y constituyen estereotipos llenos de prejuicios. Es como sostener que todas las personas de una nacionalidad o de una raza, tuvieran una característica negativa que sería más marcada que todas las cosas positivas, y es como que todas las personas de un grupo fueran iguales. Los prejuicios se transmiten como una especie de contagio afectivo y son la máxima expresión de la intolerancia.
Quien juzga a otro desde lo negativo se coloca en una situación de superioridad y coloca al otro en una posición de inferioridad.
Cada día más se avanza hacia un mundo en que en lo cotidiano se convive con personas de diferentes orígenes y valores. Para lograr una convivencia pacífica y nutritiva, es necesario que los niños aprendan a valorar el aporte de las otras culturas.
Cuéntele a sus hijos e hijas, cuentos de niños de otras culturas, llévelo a conocer templos de otras religiones, que no sean la suya. Muéstreles su manera de vestir y comer, valorando su aporte. Aprecie, por ejemplo, el mérito de las étnias originarias.
Abra el corazón y la mente de su hijo a la humanidad, así estará ayudándole a construir un mundo mejor, donde hay cabida para las diferencias y se valora el aporte de todos en la construcción de un mundo mejor.
Neva Milicic.
Se trata de una pequeña columna de reflexión, denominada Escuela para Padres, que esta sicóloga escribe en una revista.
Saludos.